Familiares, vecinos y amigos quisieron arropar a Cati en la despedida de Tuti Fruti. | Irene Arango

Tras haber estado vistiendo a las portmanyinas desde 1980, Catalina Ribas echará hoy el cierre de su boutique, Tuti Fruti, en la Calle Soledad de Sant Antoni, definitivamente.
Han sido 41 años tras un mostrador en el que Cati d’es Tuti Fruti ha atendido, más que «a clientas, a amigas». Asegura que en su agenda figuran más de 900 nombres, que la tiene a mano para llamarlas, para «felicitarlas y agradecerles la fidelidad durante todos estos años». Habla de clientas no solo de Sant Antoni. «Vienen adrede desde Vila, Santa Eulària o Sant Josep, también muchas extranjeras que tienen casa en Ibiza».

La discreción que caracteriza su carácter, tan ibicenco, le impide revelar los nombres de algunas de estas clientas y amigas, «importantes dentro del mundo de la política o la música».

Una sonriente Cati, flanqueada por su hermano y su hijo. Fotos: Irene Arnago.

Se trata del cierre, no solo de un negocio de toda la vida, si no de una manera de trabajar. Un modelo de trabajo que contrapone al de las franquicias y grandes superficies. «Mis clientas no son números, son amigas», hace hincapié Cati, sin ocultar cierta «nostalgia y tristeza».

Confianza
Cati d’es Tuti Fruti revela el secreto del éxito que supone haber mantenido su negocio abierto más de cuatro décadas: «la confianza». Se refiere a la confianza que depositan en ella sus amigas a la hora de saber «si esto les queda bien o no. En las grandes superficies lo único que quieren es vender, lo único que quiero yo es que vayan guapas», enfatiza.

Recuerda distintas anécdotas en las que sus clientas han acudido a algún gran evento vestidas con algún modelo de su tienda (cabe recordar que en su agenda hay «personalidades importantes») y han tenido que aclarar que «no lo han comprado en ninguna tienda de las grandes calles de París o Barcelona». Explica también cómo miran algunas personas a sus clientas al salir de la boutique con bolsas llenas de vestidos. Añade que «se piensan que se han gastado una fortuna en ropa, y lo que hago es dejársela para que se la prueben y después me la devuelvan».

Cati asegura que esta época pandémica ha sido la peor en sus cuatro décadas tras el mostrador de su boutique. De hecho, desde entonces ha venido abriendo solo con cita previa. «Vienen, cierro puertas, y toda la tienda para ellas. Entonces hacemos broma. ¡El otro día hasta bebimos cava para despedirnos!». Y ayer, más cava en una fiesta sorpresa que le organizaron de despedida.

«Baile, chi-kun, pilates, caminar...», Cati d’es Tuti Fruti repasa distintas opciones con las que tiene previsto ocupar el merecido tiempo de descanso que le ofrece la jubilación. Lo que tiene claro es que se va a dedicar «a disfrutar».