David DeMaria, en una imagen promocional.

El jerezano David Jiménez Pinteño, conocido artísticamente como David DeMaría, es uno de los artistas españoles más consolidados. Con ocho discos a sus espaldas, de los que ha vendido más de un millón de copias, numerosos premios por todo el mundo, es el autor de grandes éxitos que ya forman parte de la historia de la música en nuestro país. Durante este 2022 celebrará los 25 años de su primer trabajo pero sigue teniendo la misma ilusión y la misma fuerza que aquel joven que con 14 años decidió formar su primer grupo en su Jerez natal bajo el nombre de Kelliam 71. Amable, cercano y sin pelos en la lengua, abandona rápidamente el papel de estrella para convertirse en el hijo de Fernando y María José y el de padre del pequeño Leo de 5 años para tratar cualquier tema incluyendo, por supuesto, el concierto que ofrecerá mañana por la noche en la Plaza de España de Santa Eulària y en el que presentará su último trabajo, titulado Capricornio.

— Tras muchos meses de restricciones parece que por fin viviremos un concierto al aire libre sin tener que llevar la mascarilla puesta...
—Es verdad y eso se nota en el ambiente de todos nosotros. Después de dos meses trabajando intensamente con nuestra banda estamos con un subidón tremendo. Además he tenido la inmensa fortuna de dar mis dos primeros conciertos del año en dos islas, en dos sitios increíbles, como Fuerteventura en las fiestas de la Candelaria, y ahora, el sábado en Santa Eulària. Una pasada. No podemos pedir más.

— ¿Ya se ve el final del túnel tras dos años de sufrimiento?
—Ojalá. Por eso lo estamos gozando tanto en nuestros ensayos con la banda. Ten en cuenta que no es lo mismo conciertos en formato acústico con un piano, una guitarra y un micrófono que cantar rodeado de músicos. Es una energía completamente distinta la que se vive sobre el escenario y ojalá que todo el mundo que acuda al concierto lo pueda sentir así.

— Usted es uno de los nombres más importantes de la música en España desde hace mucho tiempo. ¿Cómo ha vivido esta etapa tan dura? A muchos cantantes y grupos no tan conocidos les ha hecho polvo.
—Para mí también ha sido muy complicado. No conozco ningún compañero de la profesión que no haya que tenido que vender una guitarra o algunas de sus pertenencias para sobrevivir porque la mayoría no somos muy buenos con esto de las finanzas. A nosotros lo que nos gusta es componer, cantar y actuar delante del público y eso con esto del coronavirus y las restricciones no ha sido posible.

— Me imagino que nunca habría vivido una situación parecida en su carrera.
—Claro que no. Yo ya llevo 30 años en la música, desde que con 14 años creamos nuestro primer grupo, y aunque he vivido parones eran de otro tipo completamente distinto. Eran parones para componer, para reflexionar, para mejorar en muchos aspectos, pero se podía seguir ejerciendo tu profesión. Ahora lo importante es que se hagan las cosas bien y que en este 2022 volvamos a vivir y sentir cultura porque es muy importante para nuestros jóvenes y las futuras generaciones.

— ¿La música como asignatura obligatoria en los planes educativos?
—Como cualquier tipo de arte. ¿Qué sería de nuestros jóvenes sin teatro, cine o pintura? Vivirían enganchados permanentemente a una tablet o un teléfono móvil. Mucho más de lo que están ahora. Y con ello se pierden muchas de las cosas tan buenas que tiene la vida cuando la vives al natural y en primera persona.

— ¿Va entonces en contra de las nuevas tecnologías?
—Ni mucho menos. Soy consciente de que tiene que haber una evolución y no podemos vivir de espaldas a ella. Pero lo que no me gusta es como se influye a nuestros niños desde que son bien pequeños a través de juegos, vídeos de youtube y otras cosas para irles metiendo mensajes que no son del todo buenos. Yo es lo veo por mi hijo Leo que tiene 5 años y que cuando suelta la tablet y va conmigo y nos cruzamos con un concierto en la calle, en un centro comercial o en una cafetería se queda con la boca abierta. Alucina en colores.

— El poder de la música para transmitir sentimientos.
—Claro que sí. Y también su poder terapéutico como se demuestra cuando vas a los hospitales y cantas una canción con una simple guitarra. Unos versos, unas estrofas y unas tonadas son capaces de cambiar una vida porque generan unos sentimientos que no se pueden describir con palabras y eso es lo que hace tan mágico a este mundo.

— ¿Es este su secreto para seguir al pie del cañón tras tres décadas de éxito?
—Creo que lo mío es vocación pura y dura. La música y todo lo que la rodea me apasiona y no podría vivir sin ella. Además lo mío nunca fueron los 100 metros lisos sino la maratón. Lo primero es muy peligroso porque es una carrera al sprint y una vez que llegas a la meta no sabrás lo que hay después, si lo hay. Yo siempre he querido ir poco a poco, con calma, pasito a pasito, mejorando un poco más cada día y con una carrera que a lo mejor no tiene tantos éxitos pero que si ha sido y es algo más constante.

— Además, siempre ha dicho que es básico seguir formándose y mejorando año tras año.
—Por supuesto. Yo he tenido la enorme fortuna de ir adquiriendo experiencia a base de trabajar con algunos de los mejores músicos del mundo y de haber grabado mientras aprendía en distintas ciudades de Italia, Londres, Nueva York, Cádiz, Sevilla o Madrid. Gracias a ello creo que aprendí que lo mío, desde el principio, no fue tanto ser una pop star al uso sino un cantautor al que le gusta componer con calma y tranquilidad, pensando en la calidad. Como un cocinero al que le gusta innovar.

— Y así en este 2022 celebrará los 25 años desde que lanzara su primer trabajo en solitario, titulado David DeMaría. ¿Usted ha cambiado mucho?
—En absoluto. Puede que haya evolucionado estéticamente o físicamente al hacerme más mayor pero en esencia sigo siendo el mismo que aquel chico que grabó aquellas primeras canciones repleto de ilusión. La esencia es la misma porque si algo tengo claro es que para seguir vivo no hay que perder nunca tus raíces ni olvidar de donde vienes. Y por supuesto que el personaje nunca acabe devorando a la persona.

— ¿Cómo se le queda el cuerpo a uno cuando sabe que ha compuesto temas que se saben y cantan a voz en grito miles de personas?
—Te puedes imaginar. Es un tremendo orgullo pero también algo que tienes que intentar llevar con la mayor normalidad posible para que no se te suba a la cabeza y te vuelvas alguien que no eres. El otro día estuve escuchando en un programa de la televisión como un niño cantaba Piensa en tí, la canción que compuse hace 20 años para Los Caños, y me quedé increíblemente sorprendido viendo su vigencia. Viendo que aunque ha pasado tanto tiempo sigue transmitiendo un mensaje lleno de cosas buenas, de forma blanca, sin machismo y sin otras muchas cosas que ves hoy en día. Viendo que, tal vez, otro tipo de música aún es posible.

— ¿Eso es lo que hace que sus canciones se vayan pasando de generación en generación?
—Claro. Aunque yo ya voy para una edad que algunas de mis canciones las cantan abuelos, padres e hijos... tres generaciones distintas (Risas).

— Y todo en una cultura de la música que ha cambiado tremendamente en apenas unos años. ¿Es de los que se ha ido adaptando?
—Lo intento la verdad aunque es cierto que me cuesta. Hoy en día vivimos en lo que yo llamo la cultura del single que aunque siempre existió ahora está más vigente que nunca. Y yo en eso la verdad que no estoy muy de acuerdo porque siempre he defendido lo bonito que es preparar o grabar un disco, con todos sus temas bien elaborados. Creo que, salvando las distancias, grabar un disco es como escribir una novela o una tesis doctoral pensando que cada canción es un capítulo que tiene que estar bien estructurado, escrito y grabado sin que valga cualquier cosa. Entiendo que hoy en día nuestros jóvenes son más de consumir las cosas inmediatamente pero yo sigo esperando con muchas ganas los discos nuevos de algunos de mis grupos preferidos, ver su evolución, sentir la música tranquilamente... que no todo vaya tan rápido y que no todo sea tan de usar y tirar.

— Entonces ¿es usted de los míos que echan en falta la magia de abrir un disco, leer las letras y disfrutar con las fotos?
—Claro que sí. ¿Te puedes creer que yo en toda mi carrera no he grabado nunca un disco de vinilo? Es algo que le he propuesto ahora a la productora para esto que estamos organizando de los 25 años del primer disco. Poder grabar algo especial, que sea bonito y que permita disfrutar a la generación de mi hijo de algo tan maravilloso como es abrir el disco, sacarlo y ponerlo para que comience a sonar. ¿Y qué me dices de los agradecimientos? Para mí siempre ha sido una de las partes más bonitas cuando componíamos un disco porque con ello se reconocía el enorme trabajo que hacían muchas personas para que todo hubiera salido bien. Esas personas que, desgraciadamente, en muchos casos no obtienen el reconocimiento que se merecen. Ahora todo es mucho más efímero y parece que con esto de las redes sociales, donde siempre tienes que ir contando todo, los agradecimientos son muchos más banales y gratuitos. No vienen tanto desde el corazón.

— Con todas las canciones que ha escrito usted en su trayectoria... ¿en qué se sigue inspirando David DeMaría?
—En muchas cosas. Siempre hay algo que te despierta las mariposas para seguir componiendo. En el caso del último disco, Capricornio, ha sido muy especial porque lo he escrito junto a mi hijo Leo de 5 años. No veas la capacidad del ritmo que tiene para tocar la batería. Es impresionante y estar con él me ha enseñado muchas cosas que creo que quedan reflejadas en las letras. Además, también hablan de los distintos rasgos de mi signo del zodiaco, Capricornio, y que veo muy reflejados en mí mismo como por ejemplo la constancia, la cabezonería o la capacidad para amar profundamente.

— También hay letras muy optimistas. ¿La música es más necesaria que nunca en los tiempos que estamos viviendo?
—Pienso que sí. Creo que puede ser un buen bálsamo para que nos superemos día a día y también un canto de esperanza para que seamos conscientes que siempre es posible empezar una nueva vida como dice una de las canciones del disco.

— ¿Un soplo de aire fresco?
—Al menos eso intentamos. Que por fin después de dos años muy duros podamos volver a salir a la calle con ganas de bebernos la vida y festejar que seguimos vivos. Que con todo lo que hemos vivido ya es mucho.

— ¿Y demostrar de una vez por todas que la cultura es segura?
—Claro que sí. Y demostrar el poder terapéutico que puede tener un concierto cuando las cosas no van del todo bien. Son dos horas en las que cantamos, saltamos, vivimos y sentimos que las canciones nos trasladan a otro lugar. Un ratito para poder distraernos de nuestras preocupaciones y evadirnos de lo que tenemos a nuestro alrededor. Y eso también se nota cuando estás sobre el escenario porque para mí cada vez que terminó con éxito una canción es como si metiera un gol.