Una familia disfruta del Carnaval de Vila. | Vanessa Hernández

Febrero es el mes de la fantasía en Ibiza, un tiempo para dar rienda suelta a la imaginación y dejarse envolver, de nuevo, por el Carnaval. La ciudad se convierte en el escenario perfecto para poder disfrutar de bailes, disfraces y charangas.

Después de un año en blanco, por la pandemia, Vila se reencontró ayer con sus tradiciones para ser el eterno anfitrión de una celebración tan folklórica como simbólica. Antes de las 11:30h del mediodía, decenas de niños con sus familias se reunieron en torno a la avenida Santa Eulària a la espera de que comenzara el desfile de la rúa del Carnaval de Ibiza.

Aunque hubo menos participación que en las anteriores ediciones, un 50 % menos, el ambiente festivo rápidamente envolvió la ciudad gracias a la originalidad de las comparsas, los disfraces, el color, la música y las coreografías de las academias de baile de Ibiza.

Sin duda, los trajes y vestidos comunes no están permitidos en Carnaval, y si no, que se lo digan a Sandra Juan o Nuria Asensio. Ambas mujeres, que disfrutaron de la rúa con un disfraz improvisado, utilizaron como sombrero un colorido ramillete de globos que se movía al ritmo de la música.

Durante todo el desfile de Carrozas, los asistentes, temerosos de que comenzara a llover en cualquier momento, miraban arriba, hacia el cielo nublado y gris que ayer cubría la ciudad. Afortunadamente las esclusas celestes no se abrieron y la crónica festiva continuó con su magia. A medida que transcurría el desfile, con sus carrozas y comparsas, en total 18 comitivas, muchos ojos comenzaron a llenarse de lágrimas en la Plaza de Enric Fajarnes i Tur. Es el caso de las vecinas Antonia Moya e Inés Boned.

Lágrimas

Estas dos mujeres, invadidas por la emoción del momento, comenzaron a llorar mientras vivían la celebración motivadas por todo lo que llevaban acumulado tras dos años de pandemia. «Necesitábamos vivir algo así. Después de lo que hemos pasado es importante disfrutar de nuestras tradiciones», explicó visiblemente emocionada Antonia Moya. La misma sensación de nostalgia y alegría sintió la joven Estela Rubia. Esta Joker con corbata de seda verde estuvo acompañada, en todo momento, por dos piratas con parches negros en los ojos.

Las tres, que observaban la sucesión de carrozas coloridas, utilizaron la ropa del baúl de los disfraces convirtiéndolas en un reclamo que imitaba a la perfección la voz de sus personajes. Sin duda, la de ayer no fue una historia cualquiera sobre máscaras y enmascarados, fue una crónica de relatos y anécdotas que escriben un nuevo capítulo de un Carnaval que se ha hecho esperar demasiado.

Ibiza baila de nuevo

La isla bailó de nuevo. Se volvió a transformar después de que la pandemia impidiera que esta festividad inundara las calles el año pasado, pero gracias a las cifras descendientes del coronavirus, el Carnaval 2022 ha sido toda una realidad. Con un recorrido cálido y la magia en el aire, los participantes comenzaron su itinerario en la avenida de Santa Eulària. Posteriormente pasaron por las avenidas Bartomeu de Roselló e Isidor Macabich y continuaron por la calle País Valencià y por la avenida de España hasta llegar al paseo de s’Alamera.

Un recorrido que finalizó en el cruce entre las avenidas de España e Ignasi Wallis. En total, casi 5 kilómetros de distancia que dejaron a los miembros de las comparsas y grupos de baile exhaustos al terminar la rúa. Es el caso de Puig d’en Valls, este colectivo hizo saltar, bailar y gritar de júbilo a todos los presentes, a través del Kangoo Jumps, con su ‘¿Dónde salta Wally?’.

Sin duda, el recorrido mostró infinitas coreografías, la mayoría de ellas muy vistosas, donde los movimientos corporales de brazos y piernas se agudizaban cada vez que la carroza hacía un stop durante el camino. Justo en ese momento, asistentes y participantes se encontraban a una distancia tan escasa que, algunos vecinos, decidieron saltar al desfile para cantar, saltar y bailar entre personajes de leyenda.

Desde la Tribu del C19 hasta la carroza del colegio s’Olivera, con casi un centenar de participantes. Todas las comparsas levantaron el ánimo y el «corazón» de los presentes. Así lo sintió Rosa Torres una de las vecinas de Ibiza. Según esta mujer, ayer se le encogió el corazón cuando empezó a observar a decenas de personas ataviadas con máscaras de colores, colmando las calles de la ciudad y haciendo de Ibiza una Venecia en miniatura. A las máscaras se sumaron innumerables hechos llamativos que ocurrieron durante el desfile.

Entre ellos, algunas reivindicaciones ecologistas como, por ejemplo, la del colegio s’Olivera, el único centro que participó este año en la rúa, o la protesta de Extinction Rebellion, que aprovecharon esta celebración para denunciar a las granjas de pulpos y también a las macrogranjas.

Todos disfrutaron y vivieron el Carnaval a su manera. Pero, sin duda, los más pequeños fueron ayer la flor y nata de esta celebración. Pequeños corsarios, mosqueteros, indios y superhéroes centraron las miradas de las personas que se encontraban en las filas laterales del desfile. Incluso no resultó difícil encontrar disfraces conjuntados para toda la familia. Es el caso de Juan Diego Isidoro. Este vecino, que iba vestido de pollo, con un gran disfraz lleno de plumas amarillas, alas y pico, sostenía sobre sus brazos a sus dos polluelas mientras a una de ellas le colocaba la cresta triangular del gracioso atuendo.

Ambas reían sin parar, sin ser conscientes de que estaban viviendo, por primera vez, un día histórico. «Cuando sean mayores, les diré que formaron parte de un Carnaval muy especial», señaló Juan Diego. Su amigo Manolo Fernández, que ayer optó por no disfrazarse para la ocasión, se mostró sorprendido por la cantidad de gente que ayer se agolpó en las calles de la ciudad. «Teníamos ganas de vivir una celebración así. Ojalá la situación no empeore tras estos festejos», puntualizó con positividad.

Entre risas

Y, así, entre risas, alegría y gritos de júbilo, las comparsas llegaron a la estación de destino: un punto y final, que más bien se convirtió en un punto y aparte. Muchos asistentes se hicieron los remolones para abandonar las zonas que, minutos antes, habían llenado de misticismo. Ni el coche escoba, que limpió toda la calzada después del desfile, les imprimió prisa para retirarse del centro de Ibiza.

Pasaron los minutos y los asistentes comenzaron a activarse. La mayoría todavía conservaba ese ademán de plena satisfacción que sintieron durante la rúa. Ainhoa Torres, una de las piratas disfrazadas, adelantó que el año que viene está dispuesta a subir a bordo de un nuevo buque, porque no quiere quedarse más en tierra. «Me gustaría subir a una de las carrozas y participar más directamente en el Carnaval», explicó entusiasmada esta joven corsaria.