Kateryna Semyinista y Yulia Goshovska, dos de las refugiadas ucranianas en Ibiza. | Arguiñe Escandón

El pasado 24 de febrero, el mundo entero se despertó con una de las noticias más desgarradoras. Tras tensiones crecientes y amenazas, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, decidió invadir Ucrania por tierra, mar y aire. Las cadenas de todo el mundo confirmaban el peor de los posibles escenarios: guerra.

Yulia Goshovska, como otras muchas personas, decidió tomar una de las decisiones más difíciles de su vida. El 25 de febrero abandonó su ciudad natal, Kiev, para embarcarse en un viaje largo y duro, pero que conduciría a un futuro más seguro por el momento. Ella, como otras personas, ya se encuentran a salvo en la isla gracias a la labor de la asociación ibicenca Nuestra Ucrania.

Una larga travesía

Yulia todavía se emociona al recordar los primeros días en Kiev. «Cualquier mínimo ruido me asustaba muchísimo», explica emocionada a Periódico de Ibiza y Formentera.    Pero huir del país no ha sido una cuestión sencilla para ella y para su familia. «He viajado con mi madre y mi padre durante unos cuatro días. En total ocho horas para cruzar la frontera porque había unas colas inmensas, dos noches en Polonia donde nos pudimos refugiar gracias a los voluntarios, y luego otras dos noches viajando en coche y una última noche en barco», recuerda la ucraniana. Sin embargo, y aunque ahora se encuentre a salvo en la asociación Nuestra Ucrania, Yulia no deja de pensar en su gente y su país. «Hemos dejado allí a amigos, familia, compañeros de trabajo… Estoy siempre con el móvil, hablando con ellos. La mente y el corazón siguen permanentemente en Ucrania», cuenta acompañada de Maryana Lukynyuk, vicepresidenta de la asociación. Kateryna Semyinista, otra joven refugiada en Ibiza, no tuvo la misma suerte que su compañera Yulia. Kateryna logró partir el 24 de febrero de uno de los lugares donde Putin y sus tropas habían incidido con más fuerza, Lugansk. Lo hizo con tan solo 23 años y su hijo pequeño en brazos, acompañada de su suegra, en un viaje de más de dos días. «Tengo muchas ganas de volver a Ucrania. Mis padres, mi marido, mi hermana, mis sobrinos… Toda mi familia está en Lugansk», detalla la ucraniana a este rotativo. El resto de su familia no pudo huir de la guerra y ahora es tarde porque la vida de los civiles también está en juego. «Mi familia y mi marido tenían pensado salir del país pero ahora es peligroso. Mi hermana tiene un niño de 5 meses y era muy peligroso. ¿Quién iba a imaginar que la situación llegaría tan lejos?», se pregunta la joven. Que en pleno 2022 una guerra azote Europa era algo inimaginable hasta para el mejor de los geopolíticos. Es un sin sentido que únicamente deja cadáveres a su paso por diferentes ideales. Hasta ahora, son 690 los civiles muertos en Ucrania y Putin parece no tener intención de cesar el conflicto, según explican estas ucranianas. «Es un crimen contra la humanidad. Un castigo por pensar de manera diferente. Los ucranianos hemos elegido ser un país independiente», expone Yulia. «Que en pleno siglo XXI, donde la medicina y la tecnología avanza para curar enfermedades, donde hemos conseguido desarrollar la vacuna más rápida para salvar vidas… alguien decide que se puede matar a miles de personas», concluye la ucraniana. Por suerte, Yulia y Kateryna se encuentran a salvo y se espera que estos días lleguen más ucranianos a la asociación.