José Antonio Roselló, instantes antes de la entrevista. | Arguiñe Escandón

Pedagógico a más no poder, José Antonio Roselló (Santa Isabel, Fernando Poo, 1955) repite en el cargo de vicepresidente de la CAEB para Ibiza y Formentera. Resulta imposible hablar con él sin obtener un análisis pormenorizado de todo lo que es la economía de las Islas. Y más en la actual situación, en la que, asegura, «estamos en el filo de la navaja» pero, a la vez, con buenas perspectivas. No pierde de vista la guerra en Ucrania pero tampoco puede olvidar crisis como la del petróleo de los años 70 y con la que encuentra semejanzas a la hora de explicar qué está sucediendo hoy.

—Combustibles, paro de transportistas, desabastecimiento, pandemia, guerra en Ucrania… ¿Recuerda algún momento similar?
—Yo pertenezco a una generación que ha vivido situaciones complicadas. Soy un chico de los 70 (risas) y vivimos una situación nueva incluso para los que estudiábamos entonces Economía. Le hablo de la crisis del petróleo. En nuestra época, que era la del desarrollo económico, teníamos muy presente que estaban muy vivos los ecos de la II Guerra Mundial y la posguerra. De todos modos, aunque la situación actual no sea nueva, sí es cierto que nos genera preocupación porque estamos viendo cosas que sabemos que son muy perjudiciales para la economía. Por ejemplo, nosotros vivimos la época de la estanflación, que chocaba incluso con lo que se estudiaba entonces y que obligó a aplicar medidas que puede que ahora también haya que aplicar. La verdad es que las cosas ahora no pintan bien.

—Usted suele ser prudente.
—Sí, procuro ser realista. Pero es que las cosas no pintan bien desde el punto de vista geopolítico, con los efectos que eso tiene para la economía y que estamos viendo en estos momentos. Vivimos un problema muy grave con los precios de la electricidad y el gas, sumado a la inflación. La situación es muy incierta y estamos caminando por el filo de la navaja. Desde el punto de vista del turismo, sin embargo, la perspectiva es muy buena. Aquí en Ibiza las cosas pueden pintar bien pero todo pende de un hilo. Cualquier error en la guerra de Ucrania puede llevar todo al traste. Es una situación muy delicada.

—¿Y si la guerra acaba pronto?
—El impacto económico va a ser duradero. Y, además, hemos entrado en un nuevo tiempo que no es mejor que el anterior. Las relaciones internacionales y el crecimiento económico mundial se verán afectados. Yo soy de una generación que fue educada en la idea de que el comercio internacional y la apertura económica no solo elevaban los niveles de renta y riqueza, sino que también incrementaban la amistad entre los pueblos. Y esto se está rompiendo. Vamos a entrar en una etapa en la que habrá una reversión del comercio internacional. Los aspectos positivos de la globalización también tendrán una reversión y esto supondrá una merma del crecimiento económico. Habrá una guerra de bloques y mucha desconfianza. Por eso digo que no pinta bien.

—Ibiza y Formentera se preparan para la temporada en este entorno inquietante y con la vista puesta en el mercado del lujo. ¿Esto se podrá mantener?
—En cuanto se abrió la economía en julio de 2020, igual que en 2021, se vio que el turismo remontaba rápidamente. No se llegó a los niveles de 2019 pero constatamos que la gente tenía ganas de viajar, que el turismo seguía siendo un factor esencial. Como todo en economía, hay claros y oscuros. Uno de los claros es que la pandemia ha supuesto que haya mucho dinero embalsado en las economías familiares europeas. Ojo, no en todas. Pero hay dinero embalsado y con ganas de ser gastado. Y, a la vez, hay ganas de viajar. Este año la perspectiva era buena, sobre todo teniendo en cuenta que la pandemia estaba remitiendo. Sigue vigente, sí, pero no como antes. La perspectiva era buena a principios de año. Con el problema de Rusia y Ucrania, se han ido frenando. Ahora hay una situación muy irregular y muy diferente según la empresa que toques. Estamos ahora en un momento de cierta confusión aunque la tendencia de fondo es buena.

—¿Qué tipo de empresas están mejor?
—No necesariamente las de lujo. En estas islas hay mucha hotelería independiente que se dirige a un público de clase media y media alta. Es verdad que el lujo es una parte importantísima de nuestro sector pero no es el grueso de la economía de Ibiza. El lujo tiene la ventaja de que suele sobrevivir bien a las situaciones de turbulencia. De hecho, se ha mantenido. No habrá turismo ruso pero es que aquí era marginal. Por otro lado, aquí se está haciendo muy buena acción empresarial a favor del lujo a través de entidades como Fomento del Turismo. Esto unido a que la oferta es muy viva y trabaja seriamente, hace prever que no vaya a tener grandes problemas. Pero el fuerte de nuestra economía turística es la clase media.

—¿En qué situación está este segmento?
—Pues tengo que decir que mis críticas hacia la Ley General Turística han sido pensando en la hotelería independiente y en la que se dirige a la clase media. Incluso, una cadena potente puede tener dificultades con esta nueva ley. Yo he sido muy crítico debido a que muchas de las cosas a las que obliga ya están siendo realizadas por el sector. Y eso es así porque está en la naturaleza de la oferta y del cliente. Quiero creer que el Govern lo ha hecho de buena fe. Quizás hay más ideología que economía en esta ley. Y es verdad que no va desencaminado el Govern cuando propone estas medidas. Pero yo creo que más vale una recomendación bien hecha o unos incentivos que la obligación. La ley tiene cosas contraproducentes como las camas elevadas o la sostenibilidad. Pero ha de ser la empresa la que decida cuándo hacerla o hay que darle un plazo más amplio.

—¿Qué es la economía circular en un hotel?
—Tiene mucho que ver con los temas de reciclaje, eficiencia energética y gestión del agua. Estamos de acuerdo pero la mayoría de los hoteles ya tiene esto. Sin embargo, la ley te obliga a hacer un plan para poner en marcha todo esto. Las empresas están en una dinámica de implantar estos sistemas rápidos. Pero la obligación, insisto, es contraproducente. De todos modos, CAEB decidió no posicionarse porque cada isla tiene sus particularidades. Yo critico la ley desde el punto de vista de política económica general.

—Falta vivienda para los trabajadores y los empresarios no encuentran personal. La Pimeef ha pedido a sus asociados que alquilen ellos las viviendas. ¿Hay otras alternativas?
—Es una propuesta muy correcta pero el problema es de fondo. Aquí se da un doble fenómeno. La situación ahora no es muy distinta a la de 2019. Pero la pandemia ha producido una disrupción y gente que venía antes se ha instalado en la Península. Habrá que dejar pasar un tiempo y ver si la economía aquí marcha. Piense que la incertidumbre no ayuda y hay que romper esta dinámica. Por otro lado, está el problema de la normativa. La vivienda de alquiler no sale al mercado porque la normativa es inconveniente. El Gobierno de España está haciendo política económica con el patrimonio y el dinero de los propietarios. Ahora no puedes subir la renta más de un 2%. La política de vivienda no está siendo equilibrada.

—Desde la Administración, se apuesta por la vivienda pública pero cualquier promoción de VPO tarda años.
—Hay que flexibilizar porque no hay oferta. Y hay que generarla. Para esto has de flexibilizar la normativa urbanística, que generalmente es una traba. A corto plazo, habría que incentivar más el mercado de alquiler a través de la flexibilización normativa porque estamos en una situación crítica. Insisto, se está haciendo política sobre los hombros de los propietarios y eso provoca que no salga la oferta. No hay garantías jurídicas. No puedes hacer desahucios; si el inquilino entra en situación de vulnerabilidad, lo asume el propietario… Es un tema muy complicado y, como en todo, hay que buscar el equilibrio.

—En lo que a los trabajadores se refiere, la isla requiere cada vez más de personal cualificado. Pero ni por lo público ni por lo privado parece que se haga nada.
—Se está profesionalizando pero es algo que está haciendo cada empresa. Falta un golpe de timón por parte de las autoridades. Se está en ello pero las cosas de palacio van despacio. En Ibiza es muy importante porque estamos aumentando la calidad de la oferta. El público lo demanda y, por tanto, has de ir en esta línea. Y aumentar calidad o estrellas no es solo hacer interiorismo o sostenibilidad, sino que también es problema de personal. En este sentido, yo creo que es responsabilidad del Govern y no del Consell. También le digo que aquí cuesta llenar las aulas de formación. Así que hay que hacer también una labor propagandística, desde el punto de vista positivo de la palabra.

—La reforma laboral va a significar que los empresarios no puedan contratar personal eventual. ¿Cómo va a solventar esto el sector?
—Es una reforma de baja intensidad, muy lejos de lo que decían que iban a hacer. Y esto es correcto si lo miramos desde un punto de vista global de la economía española. Pero creo que perjudica a aquellos sectores como el terciario, que necesita cierta flexibilidad. La tendencia es que todo el mundo pase a ser fijo discontinuo. Es verdad que hay contratos temporales en los que la empresa ha forzado la normativa anterior. Pero no podemos tomar la parte por el todo. Insisto, ha de haber flexibilidad. Hablamos de hoteles, restaurantes, eventos… son negocios que en estos momentos tienen problemas para encajar las nuevas figuras que contempla la reforma. Hasta el 31 de marzo algunas figuras seguían vigentes y por eso hemos visto cierto aumento del mercado de trabajo. Pero desde el viernes ya no es así.

—¿Podría subir la economía sumergida?
—Claro. No obstante, aquí se hacen campañas de inspección. Y ahora la habrá de nuevo así que hay que ir con cuidado con esto. Piense que Iago Negueruela es inspector de trabajo y tiene esto entre ceja y ceja.

—Para acabar, ¿cuál es su previsión para Semana Santa?
—La Secretaría de Estado para Turismo dice que estaremos casi a niveles prepandemia. Como ya la he dicho, la tendencia de fondo es muy buena y, si nada se tuerce, las cosas irán de una manera muy aceptable. También se espera que las reservas de última hora contribuyan a acercarnos a los niveles de 2019.

El apunte

«En Ibiza tenemos una clase empresarial sensibilizada hacia la modernización permanente de nuestra principal actividad»

José Antonio Roselló tiene claras las fortalezas de la economía ibicenca. Destaca cuestiones como la buena relación «de los agentes sociales, la CAEB, la Pimeef y los sindicatos, coordinados por el Consell». Buena relación que, añade, «se extiende a los ayuntamientos». Este contexto ha mejorado notablemente gracias a la obligación de colaborar para gestionar la situación creada por la pandemia de COVID-19. Una colaboración que Roselló cree que debería mantenerse en el futuro.

Por otro lado, valora «las políticas que han hecho el Consell y las administraciones municipales». Echa en falta que, en el caso del Govern, no se haya «hecho más en temas como el urbanístico». Y lamenta que la nueva Ley General Turística vincule la modernización de los establecimientos a la reducción de plazas. Por otro lado, destaca también una estructura económica «que lleva mucho tiempo modernizándose». Y, finalmente, «una clase empresarial sensibilizada» hacia la adaptación permanente de la demanda. Algo que se extiende desde el sector turístico hacia el resto de sectores económicos de las Islas. «Hay un gran cambio», asegura convencido, «e, incluso en barrios como Figueretas, ves que hay una oferta bonita». Tiene claras las fortalezas económicas de las Pitiusas y, a la vez, defiende que no hay que «esperar tanto al Gobierno central» porque, asegura, es mejor «trabajar más por nuestra cuenta».