Dos apicultores observan la entrada a una colmena.

La sequía y las altas temperaturas de la época estival provocaron la pérdida de entre un 30% y un 40% de la cabaña apícola ibicenca, lo que tendrá un impacto en la cosecha otoñal de la miel de aquellos apicultores más afectados por las pérdidas.

El presidente de la Asociación de Apicultores de Ibiza, que conforman 115 apicultores con un total de 3.245 colmenas, explica que, a pesar de que las abejas de Ibiza están adaptadas al clima, ha hecho un calor excesivo que requiere una mayor atención de las abejas que, en muchos casos, se han descuidado.

«Las abejas salvajes desaparecieron de Ibiza con la llegada de la varroa (un ácaro que ataca a las abejas), así que sólo quedan abejas domésticas a las que hay que alimentar en periodos de escasez. La concepción ancestral de que tengo las colmenas y voy sólo a recoger miel cuando toca no funciona, hay que cuidarlas».

Es por ello que indica que aquellos apicultores que han atendido sus colmenas han podido mantener su cabaña con las pérdidas habituales. «Siempre se pierde alguna colmena, en bastantes ocasiones debido a la actividad humana por el uso de herbicidas que afectan a las abejas».

En cuanto a la cosecha de este verano, a diferencia de lo que ha pasado en Mallorca donde se ha perdido, indica que se ha recogido miel en una cantidad normal, similar a la de 2017, aunque las expectativas en primavera auguraban un gran verano.

«Tuvimos mucha lluvia y mucha floración en primavera. Como consecuencia de haberse retrasado un mes la floración primaveral, la miel de verano es muy clara. Normalmente suele ser de un ámbar algo más oscuro, pero este año es clarito debido a un nivel de floración que yo no había visto nunca», explica Marí.

Sin ‘frígola’

Sin embargo, la sequía llegó de golpe. La frígola, una de las flores silvestres más abundantes, pasó de tener una floración de mes y medio a durar alrededor de 15 días. El néctar ha sido menos y la flor se secó enseguida.

Es por ello que hay menor cantidad de miel de lo que se podía esperar, dado que las abejas han ido consumiendo sus existencias que, al fin y al cabo, producen para ellas mismas. «Me he encontrado cuadros con muchas celdas vacías, para ellas es como su despensa, tienen los botes de miel y los van consumiendo».

Marí considera que si hubiese llovido algo durante el verano y no se hubiesen alcanzado picos de temperatura por encima de 35 grados, la cosecha hubiese sido excepcional. Pero sin lluvias ha habido menos flores y las altas temperaturas han provocado un desgaste energético en las abejas, que para mantener la colmena a la temperatura óptima deben hacer un importante esfuerzo que requiere un mayor consumo de reservas.

Intoxicadas

Por otra parte, Marí alerta del uso de herbicidas y pesticidas que en muchos casos afectan a las abejas. Sobre todo en jardines y zonas en las que sale mucha mala hierba se tiran de manera indiscriminada herbicidas. En lugar de intentar aplicarlo al suelo, se esparce por todo y cae también en las flores. Al ir las abejas a pecorear consumen ese herbicida y mueren intoxicadas.

Esto puede provocar la muerte de una colmena entera, advierte este apicultor, dado que las abejas suelen ir a los mismos sitios a buscar flores. Al llegar a la colmena acaban muriendo intoxicadas en el interior y en muchos casos bloquean la salida intentando sacarlas, si esto se produce en una cantidad excesiva las abejas se agolpan para salir y acaban muriendo asfixiadas.

Es por ello que recomienda que, si se tienen que utilizar herbicidas, se busquen productos que especifiquen que no afectan a las abejas. Dicho esto, indica que en cualquier caso es mejor no utilizar estos químicos. «Si en el campo hay flores, es mejor dejarlas» y cuando la flor se seque labrar o segar.