El obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, demostró una vez más su cercanía durante toda la jornada. | Arguiñe Escandón

El pequeño pueblo de Sant Miquel de Balansat, perteneciente al municipio de Sant Joan de Labritja, celebró ayer su día grande con una gran sonrisa entre muchos de los asistentes que veían como ya, si que sí, se recuperaba la normalidad pre pandemia del coronavirus y se podía felicitar a todos los miquelers entre abrazos y achuchones.

De hecho ya no faltaron ninguno de los elementos ni actos que forman parte de todas las celebraciones de cualquier día del patrón en los pueblos de Ibiza. Volvió a verse misa, procesión, ball pagès, reparto de bunyols i orelletes, vi de la terra, refrescos y actividades por la tarde y la noche con un gran concierto del grupo ibicenco Billy Flamingos. Incluso, no faltó a su cita algo que ya se ha convertido en tradición en Sant Miquel, los cohetes que siempre se lanzan al cielo cuando salen las distintas imágenes en procesión.

De entre todos los presentes había algunos especialmente felices con esta vuelta a la normalidad como, por ejemplo, el obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas. A pesar de que durante su homilía de la misa estuvo especialmente serio para hablar de algunos «de los males que llenan nuestra sociedad actual como el suicidio y la eutanasia» – llegando a dar datos actualizados de los casos que hay en España cada día o cada mes – y a los que achacó especialmente «a la falta de esperanza y de fe que deja profundas heridas en el corazón y que se pueden sanar siguiendo el ejemplo de los ángeles de Dios como Sant Miquel», unos minutos después ya estaba repartiendo sonrisas a diestro y siniestro.
Tras la misa y tras la procesión Ribas volvió a demostrar su cercanía saludando a muchos de los asistentes que se refugiaban del calor en el pórtico de la iglesia y para desear a todos aquellos que se llaman Miquel o Miguel el tradicional Molts anys i bons dejando claro que se trata de un pueblo especial para él.

No en vano, según explicó a Periódico de Ibiza y Formentera Sant Miquel es un lugar que le trae recuerdos especialmente buenos. «Cuando uno echa la vista atrás siempre recuerda lo feliz que fuí durante los nueve años maravillosos e inolvidables que pasé aquí como párroco, en los que se hicieron muchas cosas bonitas como la reforma de la casa parroquial, la casa del vicario o ciertas cosas en el entorno de la iglesia, y en los que, sobre todo, encontré grandes amigos que me ayudaron mucho y que me han dejado un recuerdo que jamás podré borrar».

¿Cómo pueden saltar tanto?

Precisamente, tras la misa tuvo lugar la procesión en la que desfilaron las distintas imágenes que se encuentran en el interior de esta iglesia, presumiblemente levantada a mediados del siglo XV y cuyos primeros vestigios escritos datan de 1501 «cuando estaba en condiciones de refugiar a las mujeres y a los niños durante los frecuentes ataques de los moros».

Una procesión que fue encabezada por tres simpáticos niños del pueblo, Lucí, Irene y Mario, quienes no pararon de sonreír y disfrutar de su momento de gloria portando el estandarte por delante del presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, y el alcalde de Sant Joan, Antoni Marí Marí, Carraca.

Precisamente, llamó especialmente la atención la falta de representación política de otros municipios en este día grande provocado por la celebración de distintos plenos municipales a la misma hora en Sant Antoni, Santa Eulària, Sant Josep y Vila.

Después, como marca la tradición, su pórtico y su patio cerrado, elementos característicos de esta iglesia de Sant Miquel, acogieron el ball pagés a cargo de la Colla de Balansat. Participaron una veintena de miembros de distintas edades que demostraron su buen hacer y su habilidad, sorprendiendo a algunos turistas asistentes que no daban crédito a cómo los jóvenes balladors podían dar esos saltos con esas espardenyes que parecían «tan frágiles, ligeras y con una suela tan fina».

De todos los miembros de esta colla una vez más los que más aplausos y grabaciones de teléfonos móviles se llevaron fueron los de menor edad. En esta ocasión brillaron con luz propia cuatro de ellos, Joan, María, Neus y Jordi, que bailaron por parejas y posteriormente junto al resto del grupo dejando claro la buena salud de la que goza el ball pagès en Ibiza actualmente.

Y como colofón a esta jornada especial llegó el reparto de bunyols, orelletes y refrigerio a base de vi de la terra blanco y negro que, teniendo en cuenta que ya eran casi las dos de la tarde, hicieron las delicias de todos los asistentes que acabaron el día con la misma sonrisa con la que habían empezado.