La subinspectora de la Policía Nacional Jimena López. | Daniel Espinosa

La subinspectora de la Policía Nacional Jimena López (Avilés, 1981) es una de las agentes que, desde 2015, se dedica en cuerpo y alma a ayudar a personas que han sufrido algún tipo de violencia. Entre ocho y 12 profesionales, dependiendo de la época del año, conforman la plantilla de la UFAM en Ibiza.

¿Qué funciones tiene la Unidad de la Familia y Atención a la Mujer?
—En la UFAM de Ibiza llevamos todos los asuntos relacionados con víctimas de la violencia de género, violencia doméstica, delitos sexuales y menores víctimas.

¿Cómo se movilizan ante un posible caso de violencia de género?
—Nosotros recibimos la noticia porque la víctima acude directamente a comisaría a denunciar. Otras veces se acercan a la unidad para comentar alguna cuestión y acaban denunciando. En ocasiones, también tenemos conocimiento de los hechos porque se produce una denuncia vecinal en la que se explica que una pareja ha tenido una pelea doméstica o recibimos casos a través de partes médicos del hospital. Cuando van a ser asistidas por alguna lesión, manifiestan al doctor que han sido maltratadas por su pareja y eso también nos llega. Aunque sean cuestiones relacionadas con menores, nosotros siempre conocemos los casos a través de esas vías.

¿El perfil de usuarias de la UFAM ha variado en los últimos años?
—En la violencia de género no podemos catalogar a un tipo de víctima. Hay de todas las clases y de todos los estamentos sociales, algunas con mucha formación y otras con poca. También hay gente joven y mayor. La verdad es que no podemos decir que la víctima de la violencia machista sigue un standard, aunque sí comparte características que son propias de estas personas, como tener la autoestima muy baja, mucha inseguridad, vergüenza social o sentimiento de culpa. Eso lo comparten más o menos todas. También suelen mostrar síntomas de depresión puesto que vienen de relaciones muy gastadas que las han llevado a un estado de ánimo pésimo.

Muchas víctimas todavía sentirán ese miedo a denunciar ante posibles represalias.
—Convencerlas, no las convencemos. Sí les exponemos los hechos objetivamente y hay víctimas a las que es más difícil llegar. Nosotros las invitamos a venir a comisaría a denunciar o simplemente a hablar. A veces, incluso salimos a tomar un café, charlamos con ellas y que nos expongan su situación. Dependiendo de lo que nos cuentan, sí que a veces les debemos decir que vamos a actuar de oficio. Lo que nos gusta es que la víctima, cuando ve los hechos de manera objetiva y escucha nuestra opinión, suele constatar la gravedad de la situación y se anima a denunciar. Es una decisión de ellas y no podemos convencerlas.

¿Se encuentran con gente que no es consciente de la gravedad de los hechos?
—-Sí. El maltrato físico no supone un problema en el sentido de que todo el mundo sabe lo que es un bofetón y todos lo identifican con una agresión. Es cierto que hay otras acciones o, incluso, el maltrato psicológico que son muy difíciles de identificar. Además, aunque son delito desde hace muchos años, tristemente seguimos teniendo muchas conductas normalizadas en la sociedad. Hace 20 años un bofetón no era lo mismo que ahora. Antes lo veíamos por la calle y la gente se apartaba pensando que era cosa de la pareja. Ahora llamas inmediatamente a la Policía. Hay un 10% de denuncias con parte de lesiones y ya hay un gran porcentaje de mujeres sin lesiones que llegan a comisaría para denunciar, lo cual es un buen indicador, una buena noticia, porque significa que se denuncia antes de que llegue la agresión.

La psicología y empatía serán muy importantes en la unidad. ¿En ocasiones se llevan a casa el trabajo?
—Es un trabajo duro en el sentido de que empleas un gran gasto personal en atender a las víctimas. Siempre decimos que somos psicólogos baratos porque, ahora no tenemos a ninguno en la unidad, pero debemos atender a personas que están en un momento muy frágil y hay que tener mucha empatía, delicadeza y tacto. No entrar nunca a juzgarlas y ponernos en su lugar. No cuestionar por qué no han venido antes, porque al final son decisiones muy difíciles de tomar porque vas a denunciar a la persona que más has querido en tu vida. Entran muchos factores en juego, como cuando un padre viene a denunciar a un hijo, que normalmente viene hecho polvo. Con las víctimas de violencia de género pasa algo parecido.

¿Hay padres que denuncian a sus hijos por violencia?
—También atendemos estos casos y sí, los hay. Siempre son situaciones extremas porque los padres esperan mucho a denunciar y suelen ser casos muy graves de malos tratos, cuando la situación ya es insostenible.

Realizar una labor de concienciación sobre la violencia de género seguirá siendo algo básico.
—Sí, en la unidad de Participación Ciudadana de la comisaría de Ibiza están continuamente dando charlas en institutos y centros. Nos esforzamos para que, cada vez que nos convocan, estar ahí, que sepan nuestra opinión y conozcan nuestro trabajo. Hace años no se ofrecían estas charlas y era muy difícil que una menor denunciara violencia de género. En cambio, en los últimos años, tenemos más denuncias, lo cual es un buen indicador porque son más conscientes de la situación que están viviendo.

En la unidad tienen la sensación de que el resto del año, cuando no es el 25N, la sociedad se olvida de esta lacra social.
—No. Una cosa es que los medios lo saquen y otra es nuestro trabajo, que es día a día. Me motiva lo mismo ver la noticia en prensa que no verla. Lo que nos motiva es pensar que podemos ayudar a ciertas personas. Algunas víctimas te tocan más porque igual sientes más cercanía por el motivo que sea y cuando ves que rehacen su vida, es una gran satisfacción. A mis compañeros siempre les digo que nunca sabremos a cuántas víctimas hemos salvado, o si hemos salvado a alguna. Al final, los delitos que se cometen en la violencia de género vienen provocados casi siempre por un momento de tensión muy fuerte en un momento dado.

En los datos de la Oficina de la Dona de 2022 destacan casos de víctimas muy jóvenes, de entre 14 a 20 años.
—Cuesta mucho llegar a las menores. De hecho, prácticamente no tenemos denuncias de menores y, si hemos conocido casos, casi siempre es por familiares o amigos. Aguantan mucho y además hemos tenido casos de menores que han sufrido agresiones y no han querido reconocerlo hasta el momento del juicio. Es complicado ya que entran en juego muchos sentimientos; el amor no tiene un on y un off y, por mucho te haga una persona que quieres, tus sensaciones y pensamientos están nublados. A los menores, con sus relaciones tan intensas, cuesta más llegar y son situaciones que debemos ir cambiando.

¿Hubo un antes y un después de la pandemia en relación a esta violencia?
—Hubo cambios, no quebrantamientos de condena, pero cuando finalizó el estado de alarma hubo un pico de casos importante. Parece que ahora estamos recuperando la seminormalidad y vemos datos parecidos a los de hace años. Igual han subido un poco los casos, pero creo que es buena señal. Creo que la gente denuncia antes, por ejemplo, un maltrato psicológico. Antes teníamos normalizadas unas conductas que hoy en día identificamos antes.

¿Puede haber un final feliz para las víctimas?
—Es un periplo policial y judicial tedioso, pero nosotros estamos satisfechos con el trabajo en general porque vemos a muchas víctimas que rehacen su vida. Además, si alguna mujer tiene dudas sobre el tipo de relación que mantiene, puede acudir también a nosotros y le informaremos.