Josh y Carmen conviven en el centro desde hace más de tres meses. | Irene Arango

Pocas personas mayores atendidas en el Hospital Residencia Asistida de Cas Serres pudieron disfrutar de las cenas de Nochebuena y Nochevieja en familia. «Es una pena, pero pocos usuarios han salido del centro durante estas fiestas navideñas», destacó el director de la residencia, Francisco Miguel. Una situación de soledad que, según este facultativo, puede provocar mucha nostalgia en algunos residentes.

Es el caso del belga Josh Rubens, que lleva apenas tres meses ingresado en este centro para llevar a cabo un programa de rehabilitación con su prótesis. «Tuve problemas de circulación sanguínea en la pierna y esto derivó en la amputación del miembro hace cinco meses. Era la única solución», señaló Josh. Este hombre, que se mostró positivo en todo momento, explicó que ha echado mucho de menos a su familia durante las fiestas.

«Mi hijo vive en Valencia y mi mujer está en nuestra casa familiar en Santa Eulària. Son las primeras Navidades que pasamos separados», apuntó este risueño usuario que lleva afincado en Ibiza más de 15 años. Una separación que para Josh está siendo más complicada que la propia rehabilitación. «Hago mis ejercicios todos los días de 9:00 a 11:00 horas en la tercera planta. Quiero mejorar pronto para poder irme a casa», indicó junto a su compañera y amiga Carmen.

Apoyo entre los usuarios

Ambos, estrechamente cogidos de la mano, se entienden muy bien entre sí pese al poco tiempo de Josh en el centro. No es el caso de Carmen. Esta mujer reside en este espacio desde hace más de 18 años. «He pasado muchas Navidades y Nocheviejas aquí. Ya he normalizado no poder pasar las fiestas con mi familia», señaló Carmen. En este sentido, esta enérgica mujer explicó que, pese a que sus hijos viven en Ibiza, trabajan mucho durante las fiestas y no pueden reunirse en familia. Una «triste» realidad que han vivido muchas de las personas mayores de este centro.

«Muchos se han quedado aquí sin recibir visitas durante las fiestas. Nosotros hacemos todo lo posible para animarlos», destacó la celadora Mónica Valverde. Esta sanitaria, que estuvo con ellos en la mañana de Nochebuena y en la de Navidad, subrayó que todos los trabajadores del Hospital Residencia Asistida de Cas Serres se han implicado a la hora de decorar el centro y llenarlo de alegría e ilusión. «Organizamos más actividades durante estos días. Han venido niños a cantar de diferentes colegios, se han puesto en marcha actuaciones navideñas e incluso instalamos un karaoke», apuntó la auxiliar de enfermería Alba Moreno.

Sin ir más lejos, en el centro se vivió una Nochevieja muy especial con los usuarios y residentes después de dos años de pandemia. Además de una cena diferente de Nochevieja, los mayores vivieron también unas 12 campanadas ficticias que retumbaron en una de las salas de la residencia. Tras este ruido, originado por los golpes de una gran cuchara sopera contra una cacerola, todos los presentes se felicitaron la Nochevieja y se desearon un feliz Año Nuevo. Pero, después de este brindis, pronto el silencio volvió a conquistar la sala.

«Lamentablemente, pocos mayores se han ido con sus familias en Navidad»

«Cuando finalizan las campanadas y las uvas –yo no como–, solemos ir a nuestras habitaciones», explicó Carmen algo nostálgica. Esta mujer explicó a este medio que tuvo un ictus hace años que la dejó sin poder hablar ni caminar. Sin embargo, poco a poco, pudo recuperar el habla y la movilidad. «Ya estaba mejor, pero llegó la pandemia y tuve un gran dolor neuropático que me impide andar. Siento como si me clavaran miles de agujas incandescentes en el talón y en el empeine», lamentó Carmen. Apuntó que el tratamiento que tiene que seguir es muy fuerte. En este sentido, esta mujer resaltó que, pese a que el servicio de atención residencial es bueno, faltan recursos sanitarios.

«Falta personal en todas las plantas, incluso en cocina», puntualizó. Por su parte, el director Francisco Miguel indicó que actualmente sí pueden cubrir todas las necesidades de los usuarios y residentes. «También depende de las capacidades que pueda desarrollar cada uno. Nosotros nos adaptamos a sus necesidades, realizamos un seguimiento e incluso hacemos encuestas para conocer qué requieren estas personas en su día a día», explicó minutos antes de empujar la silla de ruedas de Josh hacia el comedor.

Asimismo, adelantó que en la isla hace falta un espacio más sociosanitario. «Nosotros al fin y al cabo somos una Residencia Asistida, pero falta un espacio mayor para poder integrar todos los recursos. Por ejemplo, hay usuarios enfermos que no quieren salir de sus casas, no quieren ir a hospitales de agudos. El objetivo es cubrir todas sus necesidades, dignificar a las personas mayores y conseguir que se sientan como en casa», explicó este director que lleva ocupando el cargo dos meses y reconoce que este espacio, y el Centro De Día Asistido Cas Serres, quieren seguir con esta línea de trabajo y poner en marcha proyectos para mejorar la estancia de estos usuarios y residentes.