Imagen de la residencia privada que está siendo investigada. | Daniel Espinosa

«Lo que quiero es que me garanticen que se va a respetar a mi padre y se le va a tratar dignamente». De esta forma ha valorado este martes una familiar de un usuario de la residencia Colisée la posibilidad de llevar a los tribunales al fondo de inversiones que gestiona el centro. «Algunos de los afectados se lo están planteando», según explicó, «pero la esperanza de vida de nuestros familiares no es tan larga como el trámite judicial» que conllevaría. «No queremos una compensación», reconoció, pese a que desde hace meses se encuentra en un estado de «agotamiento emocional». «A mí si mi padre fallece en unas condiciones indignas, o se le trata de manera indigna o fallece antes de lo que tuviera que fallecer y sin haberle proporcionado las medidas de comodidad o lo que se merece para tener ese fallecimiento tranquilo y en paz, a mí me da igual como si me inundan a dinero. Yo lo que quiero para los meses de vida que le quedan a mi padre», manifestó visiblemente emocionada, «es que me garanticen que se le va a respetar, es lo único que pido, que se le respete, que se le trate dignamente», añadió entre lágrimas.

«Lucha constante»

Explicó a su vez que, después de pasar por un calvario hospitalario por las negligencias padecidas en la residencia, «mi padre está mejor porque mi madre y yo hacemos vida intensiva en la residencia». «He reducido mi actividad laboral a mínimos para poder estar presente en la residencia», según relató, «y aún así me voy a casa mal, lo paso mal y no duermo ni descanso bien porque no sé qué es lo que me voy a encontrar al día siguiente», reconoció entre sollozos. «Es una lucha constante», según recalcó, que como ella y su madre están batallando un buen número de familiares de usuarios de la residencia, que han optado por estar presentes en la medida de lo posible en el día a día de sus mayores. «Esta situación es muy triste, es deplorable, es indignante, pero si hay algo positivo dentro de lo negativo que se puede sacar a todo esto es que estoy conociendo a personas fantásticas; estoy conociendo lo que son verdaderamente los valores de quienes luchan por sus familiares a costa de todo, de los que renuncian y prescinden de todo para estar ahí».

Explicó que, en el caso de su padre, llevaban semanas viendo indicios de que algo no funcionaba bien. «Veíamos que tenía una serie de heridas que se infectaban y no se curaban, y cuando les decíamos que se le hicieran analíticas paras ver si había alguna enfermedad subyacente nos daban largas». Después de unos días plagados de despropósitos, un día apreció que su padre estaba totalmente «no reactivo» y que entre otras cosas no comía. «Me puse en contacto con la persona que estaba de enfermería en ese turno y todo lo banalizaba». El paciente tenía la saturación (índice de oxígeno en sangre) en poco más de 80 «y me decía que todavía no estaba cianótico, que para qué llamar al 061».

Ante estos despropósitos, ya de noche, «me planté y les dije que no me movía de ahí hasta que no le viera un médico», porque las consultas se las hacían por teléfono. «Después de mucho insistir, con mi padre encogido gimiendo, consigo que me pasen al médico por teléfono y le relato la sintomatología, a lo que el médico contestó que la enfermera no le había contado eso». Ya, por fin, da el visto bueno para llamar a la ambulancia, «y en cuanto llegamos a Can Misses me dicen que está en estado crítico y que, dado su grado de dependencia, no es tributario de ir a cuidados intensivos y tampoco se le puede hacer algo que vaya más allá de un RCP (Reanimación cardio pulmonar) de base, por lo que si sale de esta sale por sus propios medios», y todo esto «cuando llevábamos manifestando por activa y por pasiva desde hacía más de una semana que, por favor, le miraran y le hicieran analíticas». Tras esta crisis, de la que logró salir, hubo otros tres ingresos en Urgencias.

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Esta sufrida hija ha hecho este martes hincapié también en el hecho de que nadie tiene a sus familiares en una residencia por gusto. «Si está en una residencia a lo mejor es porque no tengo los medios para tenerlo en mi casa porque si no estaría en mi casa», precisó.

Y es que la necesidad de ingresar a un familiar en una residencia surge porque estas personas tienen dolencias muy serias, enfermedades crónicas que están en estados avanzados y complejos.

Enfermedades complejas

«Estamos hablando de enfermedades neurodegenerativas», matizó esta familiar de uno de los pacientes, «y en muchos de los casos se trata de Alzheimer en estados muy avanzados», en los que el enfermo prácticamente ni puede articular palabra. Esto hace que muy difícilmente puedan manifestar si tienen dolencias o molestias de cualquier tipo. En estas fases son habituales las conductas de irritabilidad, de desorientación, algo que parecen desconocer los trabajadores, «que son contratados sin haberse evaluado su perfil y su conocimiento». «Un trabajador no puede venir y decirle a un familiar que su madre está loca. A una persona con Alzheimer, esté en el estado que esté, no la puedes tildar de loca. Tampoco puede venir a decirte que tu familiar le ha pegado», y todo esto se produce porque no conocen las patologías que tiene cada interno. «No saben lo que están manejando; no saben qué tienen en sus manos y, consecuentemente, no saben cómo tienen que interactuar con ellos».

Reconoció también que la culpa de la situación que están viviendo los usuarios de la residencia Colisée no es de los trabajadores sino de los que les han contratado para esos puestos de trabajo sin contar con la pertinente preparación. «Lo que no puede hacer un profesional, si es que es un profesional, es gritar más que el residente», porque el residente «actúa porque algo le está sucediendo porque es fruto de una enfermedad». Y para tratar con la dignidad que merecen los pacientes «hacen falta profesionales formados». Además, añadió que se trata de pocos trabajadores y que tienen una sobrercarga de personas en condiciones muy complejas, «por lo que es muy importante que estas personas estén correctamente medicadas», algo que no se cumplía, según queda reflejado en la denuncia remitida tanto al Govern balear como al Consell d’Eivissa.

A raíz de esta denuncia planteada ante las administraciones por el funcionamiento de la residencia de mayores, los familiares han exigido la creación de un órgano de representación de familiares en el centro y participar en la toma de decisiones.