Isabel Martínez León, ayer durante la entrega de la Medalla de Oro de Sant Josep. | Ayuntamiento de Sant Josep

Fue arquitecta municipal en el Ayuntamiento de Sant Josep entre los años 1974 y 1977, recién acabada la carrera. Isabel Martínez León (Larache, Marruecos) echa ahora la vista atrás y reconoce sentirse orgullosa cada vez que visita las Salinas y observa uno de los enclaves naturales más hermosos de las Pitiusas. Con su trabajo, esta mujer evitó que ‘promotores depredadores’ pudieran salirse con la suya y construir allí hasta 20.000 viviendas.

—¿Cómo se siente después de haber recibido la Medalla de Oro de Sant Josep?

—Lo estoy viviendo con una intensa emoción y con un altísimo agradecimiento. Creo que es uno de los momentos más importantes y solemnes de mi vida.

—¿Qué se le pasó por la cabeza cuando le comunicaron que le iban a entregar este importante reconocimiento?

—Fue un momento que me pareció un sueño. Después de tantos años no esperaba una distinción tan alta. No lo esperaba y creo que me quedé un poco bloqueada y viví lo que llaman los japoneses un ‘satori’ porque es un momento de satisfacción, de magia, algo tan extraordinario que no tiene nada que ver con la realidad del día a día.

—Con este reconocimiento, Sant Josep ha querido agradecerle su «extraordinaria contribución» al impedir la urbanización de Ses Salines. ¿Cómo recuerda aquellos acontecimientos que tuvieron lugar en los 70?

—No tengo un sentimiento especial al respecto, pero sí que fueron momentos muy duros porque la presión no cesaba, y además desde muchos frentes. Era un periodo en que la vorágine edificatoria se desató en un término municipal tan amplio, tan hermoso y tan goloso. Yo vivía el momento con pasión -esto no lo puedo negar- pero no podía pararme mucho a pensar porque los acontecimientos estaban ahí, amenazantes. Yo hacía informes y más informes contra una y otra urbanización y, con especial interés, en relación a la de Ses Salines por lo que este lugar ha representado durante la historia para el pueblo ibicenco.

—Seguramente, durante ese periodo recibiría muchas presiones.

—Muchas y muy golosas. Además, hubo amenazas veladas y no tan veladas; ofrecimientos de dinero, de proyectos faraónicos para alguien que acababa de terminar la carrera. Eso no lo entendía el depredador promotor, que son las palabras que mejor le definían. Solo quería que sus intereses económicos prevalecieran sobre todo y todo con la carga que ello representaba contra la persona que obstaculizaba esas ansias.

—Ese ‘depredador promotor’, ¿era ibicenco?

—Alguno sí, lo cual todavía es peor puesto que te los cruzas; tienen relación con cosas que tú haces y resulta más difícil olvidar. Las consecuencias de aquello las sufrieron mis familiares directos porque conmigo no pudieron. No cesaron y ese es el gran dolor de mi vida. Me hizo sufrir aquello, no lo demás. Yo entendía que siendo incompatible -y no había Ley de incompatibilidades en aquel momento, pero sí incompatibilidades éticas en mi interior- me apliqué aquella norma y la hice extensiva a mi marido, también arquitecto, y así todo fue fácil porque las pretensiones de sobornos sabía que, de ninguna manera, cabían en lo que eran mis expectativas. A partir de ahí, seguí trabajando conforme a mi leal saber y entender. No alcanzaba a comprender que se me pudiera tratar con tanta dureza. No albergo ningún tipo de resentimiento porque es tan corrosivo que te ata al adversario y no vale la pena y eso, desde bien joven lo supe.

—Pensándolo bien, es muy triste que alguien reciba amenazas y presiones por el simple hecho de desempeñar su profesión.

—Sí. Además, en aquel momento yo tenía una gran ilusión porque había desarrollado mi proyecto vital, que era la carrera de Arquitectura, muy difícil y dura en aquel momento. En mi primer trabajo, encontrarme esa dureza, aunque tengo que decir que me encontré con un alcalde que me apoyó siempre en todos mis informes. En el tema de las Salinas era muy consciente de lo que quería que representaran para el término municipal y para las islas de Ibiza y Formentera porque fueron un sustento económico y existencial para los habitantes de estas islas.

—Habla del alcalde José Tur Serra Coques que también desempeñó un papel importante en esta historia.

—Fundamental. Cuando accedió al cargo, su premisa fue la defensa de las Salinas. Por eso se me encarga un informe cuando aprueba la Comisión provincial de Urbanismo el plan general del cual debían emanar todas las urbanizaciones. Me pide un informe sin ninguna cortapisa. Lo hice con mucha urgencia y mucho apremio y creo que allí se reflejaron todas las cosas que no encajaban en ese plan general, me refiero a las urbanizaciones, y una de ellas eran las Salinas.

—Urbanizar la zona con hasta 20.000 viviendas hubiera sido un desastre ambiental sin precedentes.

—Es que no se respetaba nada; no resultaba nada inedificable en las 400 hectáreas de terreno. Las edificaciones previstas llegaban al mar. Cuando voy y veo esos parajes, pienso que esto lo hice muy bien.

—¿Cómo ve el crecimiento urbanístico que ha experimentado la isla de Ibiza?

—Preocupante en algunos momentos. También exagerado e incoherente, con cosas mastodónticas en algunos casos, mientras que para obras más pequeñas como un chalet ponen excesivas pegas, cuando es algo que no dañaría el medio ambiente y beneficiaría    a la gente de aquí. Es un poco caótico y, en algunos momentos, preocupante.

—Ibiza, por tanto, no está libre de ‘depredadores promotores’.

—Es un sitio ideal para ellos. Lo intentan, pero hoy en día los ayuntamientos tienen técnicos bien formados y, sobre todo, los políticos están expectantes y, antes de dar un visto bueno, valoran exhaustivamente todo lo que conlleva y contiene un expediente. En ese aspecto, estamos en buenas manos.

—¿Hay que mejorar todavía las políticas urbanísticas que se están aplicando?

—Nunca cesaría en ese intento de mejorarlas, modificando aspectos y en algunas áreas bajando la edificabilidad y en otras no, pero siempre a través del planeamiento, que es el que fija las directrices de crecimiento de un término municipal. Por tanto, tiene que existir un planeamiento, revisarse, y que se modifiquen las normas, las zonificaciones, porque es el arma por excelencia para administrar correctamente un territorio. Hoy en día los políticos son conocedores del alcance de todo esto, además en todos los municipios. Estamos en sus manos y es también importante que sepan elegir técnicos fiables y de total confianza. Por otra parte, hay que simplificar la normativa, que sea muy clara, porque en algunos casos es incluso contradictoria y da lugar a interpretaciones variadas, lo cual es fatal. El planeamiento debe, eso sí, estar en constante evolución.