La directora de Proyecto Hombre Elena Sánchez. | Daniel Espinosa

Proyecto Hombre celebra estos días sus 23 años de trabajo en Ibiza. Lo hace de la mano de su directora, Elena Sánchez (Murcia, 1989), quien tiene claro que la entidad fundada en Palma en 1987 por Tomeu Català, tiene un importante papel en la sociedad a la hora de ayudar a personas que sufren problemas por diferentes adicciones. A lo largo de 2022, la organización dio asistencia a 179 personas, la mayoría de ellos hombres de entre 40 y 44 años de edad. Ciudadanos a los que las adicciones han creado problemas y que han decidido tomar las riendas de sus vidas para poder salir del bucle. Proyecto Hombre no ha faltado tampoco en 2022 a su cita semana con los reos de la cárcel de Ibiza, a los que ayuda en sus procesos de reinserción. Y todo esto sin dejar de prestar atención a la prevención, clave para aminorar las dependencias. Sánchez se ha marcado como objetivo para 2023 no solo seguir impulsando Proyecto Hombre en la isla sino también visibilizar a esta organización para que los posibles usuarios sepan que existe y recurran a ella. «Tenemos un gran equipo humano», asegura, «y estamos aquí para ayudar. Uno Uno cree que puede solucionar el problema pero no pasa nada por venir y pedir información».

Proyecto Hombre cumple este año 23 años de trabajo en Ibiza. ¿Cómo ha sido la evolución de la entidad en la isla?
—Siempre hemos ido a mejor. Hemos ido abriendo más dispositivos y dando más cobertura y asistencia a las personas que han demandado ayuda. El ir creciendo permite cubrir estas necesidades de ayuda que tienen las personas, siempre relacionadas con las adicciones.

¿Colaboran con otras entidades y con las administraciones de la isla?
—Sí, uno de nuestros objetivos cada año es mantener el contacto con entidades sanitarias y sociales que comparten usuarios con nosotros.

¿A cuántas personas ha atendido Proyecto Hombre en Ibiza en estos 23 años?
—No sabría decirle el total pero en 2022 atendimos a 179 personas, que vinieron o a informarse o a entrar en alguno de nuestros programas de tratamiento, sea aquí o en Mallorca.

¿Los usuarios vienen voluntariamente?
—Normalmente, vienen cuando detectan consecuencias negativas como la pérdida de trabajo o los conflictos en casa. Es lo que les hace venir. Pero hay de todo. Hay personas que vienen antes de llegar a ese punto.

Cuando nació Proyecto Hombre, la droga predominante era la heroína, que provocaba un deterioro del consumidor muy evidente y muy rápido. Pero luego fue sustituida por la heroína, en la que el deterioro no se nota tanto. ¿Es más difícil que el consumidor de cocaína sea consciente del problema?
—A ver, sigue habiendo perfiles de consumo de heroína pero la cocaína los ha superado. También la cocaína asociada al alcohol.

¿Cuáles son las consecuencias del consumo de cocaína?
—Las consecuencias no se ven de un día para otro. Depende del consumo, de la frecuencia, el tener consecuencias. Y entre estas destacan problemas como la pérdida de trabajo y los conflictos en casa. Y también están las consecuencias en la salud mental, como la depresión, la inestabilidad…

El alcohol es una droga permitida y que, además, tiene buena imagen.
—El alcohol está muy asociado a las relaciones sociales. Y es un problema normalizar esta situación. Por eso es importante la educación de manera prematura. Nosotros tenemos programas de prevención, tanto escolar como familiar y laboral. Son programas que consideramos fundamentales para prevenir situaciones cuyas consecuencias a la larga pueden ser devastadoras.

Antes la prevención se hacía de una forma más evidente por parte de la Administración. Yo creo que todo el mundo recuerda el famoso anuncio contra el consumo de cocaína que mostraba a un gusano gigante entrando por una nariz. Ahora da la impresión de que ese tipo de campañas ya no se realizan.
—Se hacen pequeñas acciones y hay programas específicos. Nosotros tenemos algunos programas como el de Juego de Llaves. Y tenemos una escuela familiar a la que vienen padres que ven en sus casas ya algunos problemas. Se les dan habilidades y fórmulas para fomentar actitudes en los menores para evitar las adicciones. Pero sí, ahora se ha visto que la prevención de ha de hacer desde pequeños y no tanto con esas campañas. Se trata de fomentar entre los menores habilidades de gestión de conflictos, de tolerancia a la frustración… Son cosas que hacen que la persona tenga herramientas.

Las tecnologías han traído nuevas adicciones sobre todo comportamentales. ¿Cuál es la situación en Ibiza?
—Son adicciones muy silenciosas. Está muy normalizado lo de jugar. Pero como con el resto de adicciones, esto no es cuestión de un día. Por otro lado, vemos que cada vez se abren más salones de juego en la isla. Nosotros tenemos un grupo de jugadores que tienen esta adicción. Es una adicción en la que el sistema de recompensa no es una sustancia sino una conducta.

¿Cuál es el perfil de los usuarios en adicciones como la cocaína y el alcohol?
—Son fundamentalmente hombres de entre 40 y 44 años. Consumen sobre todo cocaína. Pero también hay consumidores de cocaína y alcohol o de solo alcohol.

¿Y sigue habiendo gente que se engancha a la heroína?
—Sí, sigue habiendo. El perfil del adicto es muy similar. Piense que, además, a estos usuarios se les proporcionan tratamientos similares. Nosotros tenemos en cuenta las circunstancias de cada persona y, en base a sus características, se hace un plan específico. En 2022, un 5,6% de nuestros usuarios era adicto a heroína y opiáceos.

Muchas voces alertan ya sobre los efectos de la adicción a la pornografía.
—Nosotros aquí en Ibiza no lo estamos tratando porque no hemos tenido ningún caso, pero en nuestro centro de Palma sí se está abordando de forma específica la adicción al sexo.

¿Qué ofrece Proyecto Hombre a los usuarios de Ibiza?
—Desde la primera cita, cuando vienen a pedir ayuda, detectamos qué necesidades tienen, qué perfil es y derivamos a los programas que tenemos aquí. Tenemos un programa específico para los consumidores de alcohol, Ítaca. Y ofrecemos también el de Eureka, que es para adicciones comportamentales. Ahora mismo en ese programa tenemos solo usuarios relacionados con el juego. Son todo programas para personas adultas. Otro de nuestros programas es Solpost, que está destinado a personas con problemas de policonsumo. Además, tenemos servicios de prevención como la escuela familiar. Este servicio es para padres y madres que quieren prevenir, aprender. Y también para padres y madres que tienen en casa a algún hijo que ya está dando señales de tener el problema. Nosotros también vamos una vez por semana al centro penitenciario y, además, tenemos un centro de día. Y tenemos un servicio importante que es el de reinserción, destinado a personas que han estado en una zona contenida y al volver a la isla necesitan este asesoramiento. Les ayudamos a dar el paso de volver a salir, a trabajar, etc.

¿Por qué es tan fácil caer en el consumo y tan difícil salir?
—Las dos cosas son complicadas. Entrar en el bucle de la adicción no sucede de un día para otro. Son personas a las que les faltan herramientas para manejar ciertas situaciones. Tienen falta de autoestima, les cuesta tener autonomía. Solucionar esto es lo que van aprendiendo durante el proceso. Y en este proceso la motivación va cambiando. La persona ha de saber que hace falta implicación, perseverancia y constancia. Lo que tiene que tener claro es que se puede salir. Y a veces el salir depende de lo que tenga fuera la persona. Si tiene un apoyo familiar, trabajo, amigos, le resulta más fácil.

¿Tienen usuarios cada vez más jóvenes?
—La verdad es que no. Vienen más los padres a consultar. Los adolescentes no dan el paso de reconocer que tienen un problema. Y la demanda que tenemos es la de padres y madres.

¿Y en qué consiste el éxito de estos programas?
—Depende del programa. En general, todos los usuarios acaban pasando por una fase comportamental para adquirir su propia estructura. Después se trabaja la parte más emocional, el conocer los motivos que llevan a consumir, detectar los factores de riesgo y gestionarlos. Una vez que la persona pasa por esas dos fases, es un éxito que la persona aprenda a gestionar estos dos pilares.

¿Y cuál es el tiempo medio del tratamiento?
—Depende del programa. En el caso del tratamiento de alcohol, es un año. Para reinserción, podemos hablar de ocho o nueve meses. En total y de media, sería un año y medio.

¿Qué coste tiene para el usuario?
—Nosotros nos mantenemos por las aportaciones que hacen los usuarios y las familias. Son aportaciones voluntarias.