Imagen de la transitada calle Metge Riera Ferrer | Toni Planells

En pleno corazón de Vila, entre la calle Aragón y la calle Castilla, atravesada por la calle Catalunya, se encuentra una de las primeras calles peatonales de la ciudad, la calle Metge Riera Ferrer. Una vía que mantiene un espíritu tranquilo y familiar y alberga apenas un par de negocios de moda, una peluquería y un restaurante.

Carmen y José son vecinos veteranos de esta calle. «Es una calle muy buena y nunca ha habido ningún problema», se apresura a opinar Carmen antes de matizar que, «a veces, en el bar que hay en la calle se forma un poco de gallinero. Pero cierran pronto». «Entonces no es tan tranquila», matiza José con humor mientras se queja de otros elementos incompatibles con la tranquilidad. «Los niños se ponen aquí a jugar con el balón. Deberían poner un cartel de ‘prohibido jugar a la pelota’. Una vez le llamé la atención al padre de un niño y me contestó que aquí se había jugado toda la vida. Aunque reconozco que yo también he sido y he jugado en lugares en los que no se podía», lamenta. Sin embargo, no deja de reconocer que «el hecho de que sea una calle peatonal nos ahorra todo el tema de ruidos de coches y demás».

Noticias relacionadas

«La calle está limpia y siempre hay gente paseando y tomando el fresco», opina Milagros, vecina de la zona, que resume su visión de la calle con un «siempre tiene vidilla». «Entre el súper, la cafetería y la gente que toma el fresco con los niños, es una calle alegre», señala. Victoria lleva medio siglo viviendo en esta calle y su opinión respecto a la limpieza de la vía no coincide con el de su vecina Milagros. «Ahora está limpia porque ha llovido, pero podrían pasar la manguera más a menudo y quitar todo eso que hacen los humanos y los que no son humanos». Otro vecino «de toda la vida» es Pepe, que coincide en subrayar el carácter tranquilo de su calle. «Aunque está la cafetería, continúa siendo una calle tan tranquila como lo ha sido siempre».

También pone en valor el hecho de tratarse de una calle peatonal. «Los niños del barrio pueden bajar a jugar sin tener que cruzar hasta el parque. Cuando yo era pequeño ya lo hacía, aunque alguna bronca nos llevábamos por algún balonazo que pegábamos donde no debíamos». Tal como hiciera Pepe, otra de las vecinas más veteranas de la zona, Antonia, pone en valor la presencia de bancos en la calle. Muebles urbanos que Antonia usa a menudo para poder descansar sus piernas en su rutinario paseo.

«La enfermera me dice que camine cada día y yo hago lo que puedo. Camino hasta la esquina y me voy parando a descansar donde puedo, como en estos bancos que van tan bien». Respecto a la calle, Antonia opina que «está muy bien. Hay mucho movimiento y buen ambiente entre la gente. Es un buen sitio para hacer la paradita, charlar con algún vecino y criticar a los políticos».