Samuel Pinya, durante un momento de su charla.

Desde el exfoliante que se utiliza en los cuidados de belleza hasta la ropa elástica para vestirse, si algo tienen claro los expertos es que «vivimos en la sociedad del plástico». Por tanto, combatir su presencia en espacios naturales como el mar será cada vez más complicado.


El investigador y docente del Departamento de Ecología de la UIB, Samuel Pinya, participó ayer en el Consell d´Eivissa en una jornada sobre turismo y residuos plásticos. Durante su intervención, Pinya desgranó su estudio Contaminación por plásticos en el mar Balear, destacando que el 92% de los residuos en aguas de la Comunidad son microplásticos. «Es un acierto que se celebre una jornada así. Muchas veces no somos conscientes de la cantidad de plásticos generados y de cómo la actividad turística, y también la residente, contribuyen a ello», incidió.


Con su presencia en esta jornada organizada con motivo del Día del Medio Ambiente, Pinya quiso evidenciar la presencia de estos residuos y sus efectos sobre distintos organismos marinos. El experto lamentó además las negativas consecuencias que la ingesta de microplásticos puede causar a determinadas especies: desde aquellas que los tragan de manera accidental a las que, por error, han introducido los microplásticos en su dieta habitual, lo que les genera después graves problemas.
«Los plásticos tienen sustancias tóxicas y, con una determinada concentración en el organismo, pueden causar graves daños para la salud, con disfunciones hormonales alteradas y, por tanto, con un impacto fisiológico muy preocupante», denunció.

Según Pinya, prácticamente todos los grupos zoológicos que habitan en el Mediterráneo sufren la presencia de plásticos en su organismo, aunque existen grupos «muy visuales» como son la tortuga marina, los cetáceos y las aves marinas, que pueden servir para que el ciudadano se haga una idea de esta preocupante problemática. «En muchos de ellos, tras fallecer, puede verse cómo sus estómagos están cubiertos en parte por plásticos», manifestó Samuel Pinya.
Al mismo tiempo, la presencia de estos microplásticos afectará gravemente al ser humano «puesto que las sustancias tóxicas para un pez, también lo son para una persona y los efectos que tienen debido a la acumulación en el organismo, con las disfunciones hormonales, también nos afectan a nosotros».

De hecho, según algunos estudios, el ser humano puede llegar a consumir a lo largo de su vida unos 200 kilos de plásticos, microplásticos y derivados. «Esta cantidad, a largo plazo, nos puede producir problemas de salud», advirtió. A pesar de los esfuerzos, en los últimos tiempos la presencia de estos residuos es cada vez «más abundante», según el experto, puesto que la ciudadanía no es consciente de dónde se encuentran. «Entre otros ejemplos, utilizamos nuestro coche a diario y los neumáticos se van desgastando. Esto termina siendo un microplástico que acaba en el mar. Cuando usamos una crema exfoliante, no miramos su composición y la gran mayoría contienen micropartículas de plástico que también acaban en el mar. Vivimos en la sociedad del plástico y todo tiene plástico», reiteró.

Pinya recomendó pensar con detenimiento cómo reducir estas cantidades ya que, en términos globales, tan solo se recicla el 17% de todo el plástico generado. «La vida útil del plástico pasa por reciclarlo unas cuatro veces. Por tanto, la solución pasa por utilizar en nuestro día a día otros materiales, aunque en nuestra sociedad lo hemos organizado todo alrededor del plástico y es difícil ahora cambiarlo. Deberían existir políticas serias al respecto», añadió.


En relación al Mediterráneo, Pinya puntualizó que su tiempo de renovación es de casi un siglo, siendo un espacio muy cerrado y con unas corrientes particulares, por lo que aquello que se encuentra en él, es complicado de eliminar. «Si tenemos en cuenta que casi el 10% de la población que vive en la costa lo hace en el Mediterráneo, hablo de mucha gente que está consumiendo alrededor de este mar», afirmó.

El investigador lanzó varios consejos a la hora de adquirir algunos productos como comprobar realmente aquello que se consume, estudiando las etiquetas y evitando muchos artículos que fácilmente se pueden sustituir por otros libres de determinados materiales.