Tiendas de campaña, decenas de infraviviendas y espacios adaptados para vivir en Can Burgus. | Toni Planells

El asentamiento de infraviviendas de Can Raspalls, en el terreno situado entre la carretera de Sant Josep y la calle Riu Guadalquivir, continúa su crecimiento tras el desalojo forzoso de Can Rova el pasado miércoles.

Basta dar un simple vistazo a esta zona para divisar un buen número de tiendas de campaña cuyo estado presenta un desgaste mínimo junto a otras que presentan el estado de desgaste propio de semanas a la intemperie.

Tampoco es difícil localizar aquí y allí estructuras montadas a base de palés así como colchones donde descansar por la noche a salvo del aplastante calor.

Entre las decenas de infraviviendas y espacios adaptados a su alrededor, llama la atención uno de ellos, equipado con una cocina, un horno y todo el menaje de cocina propio de cualquier vivienda. También destaca el incremento de basuras que se acumulan en el terreno respecto a visitas anteriores. Basuras, en su mayoría en forma de garrafa de agua, que se mezclan con grandes montones de restos de poda en plena alerta por incendios.

«La verdad es que últimamente se ve más gente y más sucio de lo que estaba», reconoce Jean mientras espera el autobús en la parada situada a escasos metros del asentamiento. «Da un poco de miedo que pueda haber incendio y alguien pueda salir mal parado», añade su compañera, Joy, que también es vecina de sa Carroca y espera el autobús en compañía de Jenny. «Por la noche está todo muy oscuro y da un poco de miedo porque no sabes a quién te puedes encontrar en la oscuridad», admite Jenny.

Gente tranquila

Un temor, el de la inseguridad que se apresura en desmentir Johnatan: «Llevo un año y medio viviendo aquí y jamás he visto ninguna ‘movida'. Aquí la gente es muy tranquila, gente trabajadora». Johnatan es albañil y ha nacido y vivido siempre en Ibiza, «con el precio que hay a la hora de buscar piso, me han llegado a pedir hasta 6.000 euros por adelantado, no hemos encontrado más remedio que venir aquí mi pareja, Sandra, y yo».

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Johnatan reconoce haber notado un notable incremento en la población de Can Raspalls, «sobre todo durante este último año», y se atreve a poner cifras aproximadas: «Si el año pasado apenas éramos 100 personas, ahora seremos entre 300 y 400». «En invierno hace frío, en verano calor, nos tenemos que apañar a base de garrafas de agua para lavarnos y buscarnos la vida para cargar el teléfono», resume el joven ibicenco cómo es la vida en un asentamiento.

Desde el Ayuntamiento de Sant Josep califican el incremento de la población en Can Raspalls de «poco destacable». También apuntan a las circunstancias del terreno, que es privado, a la hora de mostrar su impotencia a la hora de tomar medidas, «dentro de nuestras competencias nos encontramos limitados a la hora de ejecutar más acciones».

«El lunes la concejala Felicia Bocú, como delegada de la zona, contactó por última vez con el representante de la propiedad para expresarle lo mismo que se le ha venido reiterando desde hace meses por parte del Ayuntamiento: la petición de que denuncie con urgencia la situación ante el juzgado», aseguran desde el Consistorio donde, sin embargo, reconocen que «la propiedad sigue mostrándose reacia a hacerlo».

No obstante, desde Sant Josep se realizan controles periódicos en la zona, tal como explican desde el consistorio y como confirma uno de los habitantes de la zona. «La semana pasada vino la Policía y nos pidió los documentos», explica este vecino que prefiere dar un nombre ficticio, Amín, y que reconoce que esta presencia policial le tranquiliza «porque nos han dicho que no va a pasar lo mismo que pasó en otro terreno (Can Rova) la semana pasada».

«Cada vez viene más gente», explica ‘Amín', que solo lleva un mes acampado en Can Raspalls y que, en tan poco tiempo, ya ha notado el incremento de población en la zona. Este vecino de Can Raspalls reconoce que «es normal que la gente venga aquí, yo estuve buscando piso, aunque fuera para compartir, pero no hay».

Dificultades

Uno de los nuevos pobladores de Can Raspalls es Khalil, saharaui, como buena parte de sus vecinos. «Llegué hace tres días porque me habían prometido trabajo en un rent a car, pero al llegar me han dicho que la temporada está siendo mala y que no me dan el trabajo», explica frustrado mientras asegura que «me voy a marchar, no me vale quedarme en Ibiza viviendo en estas condiciones, sin poderme ni asear y encontrándome solo dificultades por todos lados».   

Si bien es cierto que algunos de los desalojados de Can Rova se trasladaron a Can Raspalls, Luis, uno de ellos, admite que «hemos sido solo unos pocos». Este trabajador paraguayo explica que «algunos de nuestros compañeros han optado por marcharse de la isla, como mi amiga Zunilda, que se ha marchado a Barcelona, i otro compañero al que le han pagado el billete para volver a Paraguay». Luis también explica que muchos de los vecinos de Can Rova «nos hemos unificado delante de Can Rova para ver si podemos conseguir algo. Uo voy y vengo todo lo que puedo».