—Usted es de Santa Eulària, ¿qué recuerdos guarda de su infancia?
—Puedo recordar mi infancia, que era como la de cualquier niña nacida en el 47. Eran tiempos de posguerra, aunque en mi casa había mucha comida y abundancia porque mis padres eran mayorales en una finca muy grande, donde había animales, hacían vino y allí había de todo en abundancia y, en aquellos años, no era todo el mundo que tenía esa abundancia. Mis padres y mis hermanos, los que ya no hacían la mili, eran los mayorales y teníamos siempre a un criado en casa. Cuando era el tiempo de sembrar la patata inglesa, sembrábamos dos toneladas. Después, se la volvían a llevar al mercado inglés. Era un convenio que existía, aunque no sé bien qué pasó porque era joven. Venían también vecinos y nos ayudábamos mutuamente. Ahora esto ya es impensable.
—Recuerda entonces a los vecinos que tenían.
—Sí, a todos. Podría hablar de quienes vivían desde el principio de la carretera, en la calle Sant Jaume, hasta el final. Recuerdo a toda la gente y también el retén que estaba en medio de la calle.
—¿Cómo era la Ibiza de aquella época?
—Era una Ibiza pobre, aunque había comida y la gente se ayudaba. Era otra forma de vivir. Era un colectivo. En mi casa cogían el trigo e íbamos al molino. Había dos hombres que trabajaban en el molino y molían lo que llevábamos. Después, mi madre hacía pan y siempre me decía que le llevara uno a los vecinos. El día que murió mi madre, decían que había fallecido la ‘mamá’ de Can Maiol. Ella ayudó a mucha gente. Ahora hay gente buena y abundancia y no se aprecia tanto, pero hablamos de unos años en los que no había tantas cosas y la gente agradecía esta ayuda.
—¿Tuvo hermanos?
—Sí, éramos seis en total: dos hermanas, tres hermanos y yo. Cuando nací, el más pequeño tenía nueve años y siempre tenía que ir conmigo porque mi madre trabajaba. Una vez me dejó en el campo de fútbol, en un ‘llaüt’, y tuvo que volver a buscarme. Son anécdotas que recuerdas porque te las han ido contando.
—¿Vivió en Santa Eulària el inicio de la llegada del turismo?
—Allí había varios hoteles como el Buenavista, el hotel La Cala o Cas Català, que era lo mejor de lo mejor y al que iba la gente pudiente. En ese lugar trabajaba ‘en Toni d’en Ros’, que era un cocinero maravilloso. Él y Juanito ‘Royalti’ eran dos personas que con nada hacían maravillas.
—¿Cuándo le picó el gusanillo de la cocina?
—Era muy pequeña y hacíamos fuego de leña. Mi madre dejaba la comida en el fuego y me decía que la avisara cuando viera que la legumbre estaba cocida. No sé cuántos años tenía, pero era muy pequeña. Con aquello, ya me acostumbré a la cocina. Yo intento hacerlo ahora como aprendí de mi madre y de mi suegra, que estaba en la cocina trabajando. Entre una y otra, las recetas ibicencas de las dos las conozco, aunque cada casa tiene sus costumbres.
—¿Cómo era Vara de Rey cuando comenzó a trabajar en el restaurante?
—Los domingos tocaba la banda municipal. Frente al Montesol hicieron un quiosco y la gente paseaba por allí.
—¿Era de las que iba a bailar?
—Poco. Yo iba con mi marido a Santa Eulària cuando éramos novios.
—¿Han ido cambiando las recetas que cocinan en el restaurante?
—Siempre vamos haciendo alguna cosa nueva. Lugares y sitios se abren cada día. Si yo fuera más joven, igual me atrevería a innovar pero, para entrar a hacer algo que no sé cómo va o cómo se hace, prefiero seguir con la cocina de siempre.
—Si le hablo de la tienda de lana.
—Como no tenía bastante trabajo, abrí una tienda frente a Santa Cruz. Allí me pasé muchas horas vendiendo lanas. Como no había lo de ahora, me gustaban las manualidades y me lié con aquello. Tenía dos hijos y una tienda y, cuando la cerraba, me iba al restaurante. Después, volvía a la tienda. He tenido las horas ocupadas. He sido valiente y he tenido la fuerza para hacerlo.
—¿Qué tipo de clientela venía a Ca n’Alfredo cuando llegó allí?
—En aquellos años era gente que venía a la isla, médicos o militares. Teníamos también a muchos abonados que pagaban mensualmente o gente que viajaba un día a la isla. Muchos, si volvían, nos venían a ver siempre. También, venía mucha gente de Ibiza.
—¿Le gusta la Ibiza de estos momentos?
—Sí me gusta, aunque no me gustaría que la raíz ibicenca se perdiera y, si no hacemos algo los ibicencos, aguantando lo que cada uno tiene, temo que se nos escapará de las manos. Sólo que se pudiera mantener el nivel y la gente de Ibiza en un punto medio, iría muy bien.
—¿Qué le diría al presidente del Consell si lo tuviera delante?
—Bueno, soy mayor que él y conocí a sus padres. No le puedo decir nada. De momento, cuando he hablado con él, creo que va muy bien encaminado porque intenta mantener las tradiciones. Es lo que necesitamos, gente que quiera vivir en Ibiza y que quiera ser de aquí.
—Si le hablo de Nuria y Alfredo.
—Son mis hijos. Nuria es bióloga y está ahora al frente del restaurante. Le gusta. Mi hijo es ingeniero industrial y, cuando terminó la carrera, ya nos dijo que un profesor le había dicho que si quería trabajar con él y que le había contestado que sí.
—En la televisión, también en la TEF, ha hecho muchas cosas.
—Muchas. Tener un restaurante es agradecido y es bueno porque te da mucho mundo, pero es sacrificado. Es muy esclavo y he hecho muchas cosas.
—Usted se ha relacionado con lo más granado del mundo de la cocina.
—Sí, aunque no quiero pecar de pretenciosa. He estado con gente muy importante. Arzak, por ejemplo, venía todos los años y me hacía salir de la cocina para estar un rato con ellos. Todavía hoy en día seguimos siendo amigos. De hecho, tenemos una buena colección de fotografías de gente conocida que ha venido.
—Ahora se habla mucho de los productos kilómetro 0.
—Es lo que se había hecho aquí toda la vida. En una casa payesa, todo era de kilómetro 0.
—¿Ha acudido a ferias?
—Muchas veces, tanto a Fitur como a Madrid Fusión. También, con otras personas viajamos a Madrid porque había unos catalanes que en Vara de Rey abrieron un restaurante. Lo cerraron y abrieron otro en Madrid y el Ayuntamiento organizó una jornada con varias personas.
—¿Qué plato de Ibiza le gusta más?
—Con la iglesia hemos topado porque a mí me gustan todos. Tanto un potaje como un ‘sofrit pagès’. Me gusta todo mientras esté bien hecho.
—Hay platos como la ‘salsa de Nadal’ que cada familia elabora de manera diferente.
—En la zona de Sant Carles la hacen de una forma. Muchos con agua. En Santa Eulària, la hacíamos con gallina y cordero.
6 comentarios
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Esta clar que es turisme apareix com una força radicalment destructora des territori i medi ambient de Eivissa , així com des teixit sociocultural. Apart sa despossessió va posant fi a sa històrica relació amb sa terra i es món rural, a nes tradicional vincle entre territori, identitat i llengua propia.
¿Y cual es la raíz Ibicenca? ver el turismo y prostituirse al mejor postor sin pensar en las consecuencias futuras.
Señora teta y sopa no se puede.Ustedes han querido llenarse el bolsillo del dinero de los que vienen y lo que conlleva es la pérdida de raíces ahora les toca aguantarse porque ya solo irá a más
unomásLa droga es mala. Cuidado
Catalina Riera nos recuerda algo fundamental: Ibiza no es solo sol y fiesta, también tiene una historia, una cultura y una cocina que merecen ser preservadas. Pero claro, entre tanta especulación inmobiliaria, alquileres imposibles y la invasión del 'postureo', cada vez queda menos de esa Ibiza auténtica. Antes los vecinos se ayudaban entre ellos; ahora, se pelean por encontrar un sitio para aparcar. Antes se cocinaba con productos de la isla; ahora, pagas 40€ por un plato 'kilómetro 0' mientras el dueño del restaurante se va en su SUV recién importado. Está bien modernizarse, pero sin olvidar lo que hace especial a la isla. O nos ponemos las pilas, o dentro de poco la única raíz ibicenca que quedará será el 'sofrit pagès' en algún restaurante de lujo con lista de espera de tres meses😅
El fuerte oleaje es debido a la manifestación geotérmica proporcional a la susodicha ecuación vespertina, dicho lo cual, ¿ una mesita de noche, se puede usar de día? Los fenómenos costeros llegarán acompañados de fuertes emociones termoadhesivas, recomendando la sutileza del grado posterior inversamente legislativo a la termogénesis. ¿ Puede el ser humano, orinar y defecar a la vez sin la respaldada Teoría de Pitágoras? Según la ponente Vanesa Lamanca, es ecuánime la porción de tal ecosistema marino, aéreo y terrestre. Los oleajes son llevados en volandas por la fuerza de la naturaleza, ¿ no es acaso menos cierto, que, eh? Pues eso, amigos, preguntas sin resolver para los fenómenos costeros cosidos a mano por la mayor fuerza centrífuga conocida, todo un paradigma letal cuando la avalancha de nieve cae de la ladera. ¿Se puede dialogar con un vietnamita? Por poder se puede, pero si vienen los charlies...mal vamos. Ya lo predijo John Rambo, "no me siento las piernas". No fue por casualidad ni por el destino evaporado intencionadamente, fue por que la tibia se rompió al ser abstracta e impune para los ofidios asiáticos. Ya veremos que pasa, pero de momento sólo se puede asegura una cosa....Suena Michel.