BNP Entrevistes

«No me gustaría que la raíz ibicenca se perdiera pero si no hacemos algo, se nos escapará de las manos»

La histórica cocinera de Ca n’Alfredo es s la protagonista semanal del programa ‘Bona nit entrevistes’, en TEF

Catalina Riera ha sido la protagonista este domingo del espacio de entrevistas presentado por Agustín Prades | Foto: TEF

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Catalina Riera, del restaurante Ca n’Alfredo, es la protagonista de ‘Bona nit entrevistes’, en la TEF.

—Usted es de Santa Eulària, ¿qué recuerdos guarda de su infancia?

—Puedo recordar mi infancia, que era como la de cualquier niña nacida en el 47. Eran tiempos de posguerra, aunque en mi casa había mucha comida y abundancia porque mis padres eran mayorales en una finca muy grande, donde había animales, hacían vino y allí había de todo en abundancia y, en aquellos años, no era todo el mundo que tenía esa abundancia. Mis padres y mis hermanos, los que ya no hacían la mili, eran los mayorales y teníamos siempre a un criado en casa. Cuando era el tiempo de sembrar la patata inglesa, sembrábamos dos toneladas. Después, se la volvían a llevar al mercado inglés. Era un convenio que existía, aunque no sé bien qué pasó porque era joven. Venían también vecinos y nos ayudábamos mutuamente. Ahora esto ya es impensable.

—Recuerda entonces a los vecinos que tenían.

—Sí, a todos. Podría hablar de quienes vivían desde el principio de la carretera, en la calle Sant Jaume, hasta el final. Recuerdo a toda la gente y también el retén que estaba en medio de la calle.

—¿Cómo era la Ibiza de aquella época?

—Era una Ibiza pobre, aunque había comida y la gente se ayudaba. Era otra forma de vivir. Era un colectivo. En mi casa cogían el trigo e íbamos al molino. Había dos hombres que trabajaban en el molino y molían lo que llevábamos. Después, mi madre hacía pan y siempre me decía que le llevara uno a los vecinos. El día que murió mi madre, decían que había fallecido la ‘mamá’ de Can Maiol. Ella ayudó a mucha gente. Ahora hay gente buena y abundancia y no se aprecia tanto, pero hablamos de unos años en los que no había tantas cosas y la gente agradecía esta ayuda.

—¿Tuvo hermanos?

—Sí, éramos seis en total: dos hermanas, tres hermanos y yo. Cuando nací, el más pequeño tenía nueve años y siempre tenía que ir conmigo porque mi madre trabajaba. Una vez me dejó en el campo de fútbol, en un ‘llaüt’, y tuvo que volver a buscarme. Son anécdotas que recuerdas porque te las han ido contando.

—¿Vivió en Santa Eulària el inicio de la llegada del turismo?

—Allí había varios hoteles como el Buenavista, el hotel La Cala o Cas Català, que era lo mejor de lo mejor y al que iba la gente pudiente. En ese lugar trabajaba ‘en Toni d’en Ros’, que era un cocinero maravilloso. Él y Juanito ‘Royalti’ eran dos personas que con nada hacían maravillas.

—¿Cuándo le picó el gusanillo de la cocina?

—Era muy pequeña y hacíamos fuego de leña. Mi madre dejaba la comida en el fuego y me decía que la avisara cuando viera que la legumbre estaba cocida. No sé cuántos años tenía, pero era muy pequeña. Con aquello, ya me acostumbré a la cocina. Yo intento hacerlo ahora como aprendí de mi madre y de mi suegra, que estaba en la cocina trabajando. Entre una y otra, las recetas ibicencas de las dos las conozco, aunque cada casa tiene sus costumbres.

—¿Cómo era Vara de Rey cuando comenzó a trabajar en el restaurante?

—Los domingos tocaba la banda municipal. Frente al Montesol hicieron un quiosco y la gente paseaba por allí.

—¿Era de las que iba a bailar?

—Poco. Yo iba con mi marido a Santa Eulària cuando éramos novios.

—¿Han ido cambiando las recetas que cocinan en el restaurante?

—Siempre vamos haciendo alguna cosa nueva. Lugares y sitios se abren cada día. Si yo fuera más joven, igual me atrevería a innovar pero, para entrar a hacer algo que no sé cómo va o cómo se hace, prefiero seguir con la cocina de siempre.

—Si le hablo de la tienda de lana.

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—Como no tenía bastante trabajo, abrí una tienda frente a Santa Cruz. Allí    me pasé muchas horas vendiendo lanas. Como no había lo de ahora, me gustaban las manualidades y me lié con aquello. Tenía dos hijos y una tienda y, cuando la cerraba, me iba al restaurante. Después, volvía a la tienda. He tenido las horas ocupadas. He sido valiente y he tenido la fuerza para hacerlo.

—¿Qué tipo de clientela venía a Ca n’Alfredo cuando llegó allí?

—En aquellos años era gente que venía a la isla, médicos o militares. Teníamos también a muchos abonados que pagaban mensualmente o gente que viajaba un día a la isla. Muchos, si volvían, nos venían a ver siempre. También, venía mucha gente de Ibiza.

—¿Le gusta la Ibiza de estos momentos?

—Sí me gusta, aunque no me gustaría que la raíz ibicenca se perdiera y, si no hacemos algo los ibicencos, aguantando lo que cada uno tiene, temo que se nos escapará de las manos. Sólo que se pudiera mantener el nivel y la gente de Ibiza en un punto medio, iría muy bien.

—¿Qué le diría al presidente del Consell si lo tuviera delante?

—Bueno, soy mayor que él y conocí a sus padres. No le puedo decir nada. De momento, cuando he hablado con él, creo que va muy bien encaminado porque intenta mantener las tradiciones. Es lo que necesitamos, gente que quiera vivir en Ibiza y que quiera ser de aquí.

—Si le hablo de Nuria y Alfredo.

—Son mis hijos. Nuria es bióloga y está ahora al frente del restaurante. Le gusta. Mi hijo es ingeniero industrial y, cuando terminó la carrera, ya nos dijo que un profesor le había dicho que si quería trabajar con él y que le había contestado que sí.

—En la televisión, también en la TEF, ha hecho muchas cosas.

—Muchas. Tener un restaurante es agradecido y es bueno porque te da mucho mundo, pero es sacrificado. Es muy esclavo y he hecho muchas cosas.

—Usted se ha relacionado con lo más granado del mundo de la cocina.

—Sí, aunque no quiero pecar de pretenciosa. He estado con gente muy importante. Arzak, por ejemplo, venía todos los años y me hacía salir de la cocina para estar un rato con ellos. Todavía hoy en día seguimos siendo amigos. De hecho, tenemos una buena colección de fotografías de gente conocida que ha venido.

—Ahora se habla mucho de los productos kilómetro 0.

—Es lo que se había hecho aquí toda la vida. En una casa payesa, todo era de kilómetro 0.

—¿Ha acudido a ferias?

—Muchas veces, tanto a Fitur como a Madrid Fusión. También, con otras personas viajamos a Madrid porque había unos catalanes que en Vara de Rey abrieron un restaurante. Lo cerraron y abrieron otro en Madrid y el Ayuntamiento organizó una jornada con varias personas.

—¿Qué plato de Ibiza le gusta más?

—Con la iglesia hemos topado porque a mí me gustan todos. Tanto un potaje como un ‘sofrit pagès’. Me gusta todo mientras esté bien hecho.

—Hay platos como la ‘salsa de Nadal’ que cada familia elabora de manera diferente.

—En la zona de Sant Carles la hacen de una forma. Muchos con agua. En Santa Eulària, la hacíamos con gallina y cordero.