Can Marrota
Alfredo Riera, ‘Marrota’, fue quien se encargaba, junto a su hermano Abel, de elaborar el pan en la panadería familiar hasta su fallecimiento en 1973, cuando el horno quedó en desuso. Fue entonces cuando el sobrino de Alfredo, Toni Prats, se hizo cargo del local junto a Marga, su esposa, y con la ayuda de su hijo Manolo, aprovechó el auge del turismo para convertirlo en bar. Toni Riera, hijo de Alfredo, se haría cargo de la tienda de comestibles de la familia. «Lo que había sido el horno se convirtió en la cocina, y en el obrador donde fabricaba el pan mi padre, se montó la barra y se pusieron unas mesas», recuerda Toni. «Entonces, en la zona solo había tres bares: La Carbonera, el Dalt Vila y nosotros», rememora ‘Marrota’.
Bar Es Forn
Riera recuerda la primera época del bar: «Entonces la mayoría de la gente de la plaza eran vecinos, además de algunos turistas, claro, y de los hippies que vendían sus cosas en la plaza de armas. Siempre hubo muy buena convivencia entre todos». De esa etapa, Riera recuerda que «cada dos por tres los funcionarios de la cárcel nos traían una nota con una lista de bocadillos y bebidas para dar de comer a los presos (que entonces estaban en el claustro del Ayuntamiento) y yo acompañaba a mi primo para llevárselo».
Relevo
Tras el prematuro fallecimiento de Manuel y de Toni, fue Marga quien llevó adelante el negocio durante años hasta su jubilación en 2002. Ese mismo año Toni Riera tomó el relevo y, desde entonces, dirige el bar. A pesar de los cambios, conserva elementos originales del horno, como la puerta y las palas, colgadas aún como testimonio del pasado panadero del local, y continúa con la misma fórmula que su primo y Marga usaron durante décadas: «nunca se hizo cocina más allá de algunas tapas, tortillas y, durante una época, platos combinados».
Plaça de Vila hoy
Si algo no se ha podido mantener en Es Forn es el ambiente que reinaba en la Plaça de Vila durante las últimas décadas y, en consecuencia, el tipo de clientela de la zona: «Ahora no vive aquí prácticamente nadie, todo son pisos turísticos y apenas quedamos cuatro o cinco vecinos durante todo el año». Este cambio ha llevado a los de Can Marrota a mantener Es Forn cerrado fuera de la temporada turística: «En invierno esto es un barrio fantasma, podríamos decir que ahora el 90 % de nuestros clientes son turistas».

Entre este nuevo perfil de clientela, Toni recuerda algunos nombres célebres: «Por aquí ha pasado gente como Raphael, Buenafuente, Corbacho, Cayetana Guillén Cuervo, Arguiñano, Sucker…», sin dejar de acordarse de las no pocas familias de turistas que visitan la isla y Es Forn año tras año: «Son muchas, y si han fallado algún año, siempre nos hemos preocupado, porque siempre es por algún tema grave». Esta confianza con el turismo familiar que visita la isla todos los años queda reflejada en la afirmación de Riera: «Tenemos clientes que vienen desde que sus hijas eran bebés y que ahora han crecido y son unas mujeres despampanantes».
«Ahora los ibicencos solo vienen por el Viernes Santo y por la Feria Medieval, que es cuando más trabajo tenemos y cuando no tengo tiempo de atenderles», asegura Riera, que disfruta de una jubilación activa mientras su hijo Manuel, Miriam y Manu se ocupan de la terraza y de la barra de Es Forn.
Clientela
Susana trabaja en Dalt Vila y es una de las clientas habituales mientras Es Forn mantiene sus puertas abiertas: «Es la segunda vez que puedo venir este año, pero siempre que puedo me escapo para pasar el tiempo del desayuno en familia». «Es el típico bar de toda la vida: buen desayuno, buen ambiente y nada del pijerío que te encuentras por todos lados», asegura Susana.
El «ambiente familiar» es un argumento que también destacan Ricardo y Kim, que son vecinos de la plaza y que visitan Es Forn «cada día». «En un mundo donde todo va muy rápido, aquí va más pausado», afirma Kim, que describe Es Forn como «un lugar auténtico donde todo el mundo quiere ser ‘trendy’ pero que mantiene el espíritu antiguo, auténtico, al estilo de los años 80, donde todo se hace desde el corazón sin buscar ser algo ‘trendy’». «El ambiente también es muy multicultural –Kim es alemán y yo soy italiano, sin ir más lejos–, donde todo el mundo se mezcla y habla sin problema», añade Ricardo, que vive en la Plaça de Vila desde hace años.
Vero también visita Es Forn «todos los días», y es que trabaja justo enfrente, donde antaño la familia Marrota tenía la tienda de comestibles. Vero insiste en el carácter familiar del negocio: «Es muy ameno y amigable, se nota que es familiar».
Entre la clientela de incontables nacionalidades que ocupan la terraza de Es Forn destacan Juan Antonio y Ana, que se reconocen como «unos de los pocos ibicencos que paseamos por Dalt Vila prácticamente cada día». «Venimos a desayunar a Es Forn cada día desde el momento que abren, de hecho, no dejamos de preguntar cuándo va a abrir meses antes», asegura Ana entre risas, mientras Juan Antonio remata: «Se hacen esperar, pero vale la pena».
La pareja de ibicencos también pone en valor los distintos ambientes que envuelven la Plaça de Vila del siglo XXI: «Aquí estás fuera del jaleo de la ciudad. Durante la mañana hay ambiente a la vez que tranquilidad; por la tarde, hay más jolgorio».
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