La palabra ‘Meraki’ es un término de origen griego que no tiene una traducción exacta en otros idiomas, pero encierra un significado profundo y evocador. Se utiliza para describir el acto de poner el alma, la creatividad y el amor en aquello que uno hace, especialmente en actividades cotidianas, artísticas o laborales. Es hacer algo con pasión y entrega total, dejando una parte de uno mismo en el proceso.

El meraki de Lara Quevedo Hauth tiene que ver con la cocina y se viene desarrollando desde su infancia. «Desde que tengo uso de razón me recuerdo en la cocina, al lado de mi madre y de mi abuela, subida a una silla para poder ver y aprender todo lo que hacían. Cuando crecí un poco, empecé a ayudarlas hasta que conseguí desplazarlas. Siempre fui una niña con mucho carácter» (risas).
Pasión
Esta pasión por la cocina llevó a Lara a decidir «aprender y entender cada vez más cosas» del mundo culinario. «Tenía muchísima curiosidad y, como mis padres vieron lo mucho que me gustaba, antes de terminar el colegio me apuntaron a un instituto gastronómico, el Gato Dumas, al que iba en horario nocturno, de 18 h a 22 h, junto a compañeros adultos. Iba después de las clases del colegio, que eran de 8 h a 17 h. Así me saqué el título de Cocina a la vez que terminé el colegio, con 15 años», explica Quevedo Hauth.
Su pasión la llevó, en un primer momento, a trabajar en otros sectores: «Tenía miedo de que, al convertir en trabajo algo que me gustaba tanto, acabara odiándolo, pero pronto me di cuenta de que lo mío es la cocina y perdí ese miedo. Desde entonces, nunca he estado más de dos días sin pisar una cocina». Y añade: «Siempre he aprovechado la excusa de cualquier celebración para cocinar para muchos y con variedad. Como no como carne, es la oportunidad que tengo de cocinarla».
Ibiza

Lara aterrizó en Ibiza en enero de 2023 «para buscar un local», y solo dos meses después abría en la calle Soledad de Sant Antoni la pastelería que no podía llamarse de otra forma que Meraki.
Desde entonces, la pastelería cumple su tercera temporada en el corazón de Portmany, demostrando a diario el meraki y el compromiso de Quevedo con su oficio. «Me cuesta mucho cerrar; como mucho, descanso un día al mes. Los lunes, miércoles y viernes tengo a los grupos de señoras que salen del gimnasio; los martes y jueves, al profesorado de la Escuela de Adultos; los fines de semana vienen muchos vecinos que no pueden venir entre semana porque están trabajando... Si cierro alguno de estos días siento que les estoy quitando una parte de su rutina, que también se ha convertido en la mía. ¡Necesitaría un octavo día a la semana para cerrar!».

Lara lleva su negocio en solitario y, aunque el horario de apertura al público es de 08.00 horas a 13.00 horas y de 16.00 horas a 19.00 horas —fines de semana, de 08.00 horas a 14.00 horas—, su jornada real comienza cada día sobre las 05.00 horas y, tras descansar entre las 14.00 horas y las 16.00 horas, termina sobre las 19.30 horas. Para comunicarse con su clientela, Lara usa las redes sociales: «Solo cierro alguna tarde para producir o cuando el cansancio me obliga y aviso a la gente en la cuenta de Instagram».
Producto
Durante todas esas horas, además de cultivar otra de sus vocaciones, «estar de cara al público», Lara elabora una amplia variedad de productos dulces y salados que delatan su origen argentino. «La gente viene mucho por los alfajores. ¡El dulce de leche lo es todo! Además, por las empanadas y los sándwiches de miga clásicos de Argentina», asegura Lara, sin dejar de abrirse a otros públicos, tradicionalmente alejados de la pastelería.

«Ahora hay mucha gente que se cuida y le gusta comer de manera saludable. Por eso también ofrezco productos un poco más ‘healthy’, como el yogur griego, para el que preparo yo misma la granola, que le encanta a la gente cuando sale del gimnasio», explica Lara sobre esta oferta más saludable, que también incluye pasteles como las canastitas, elaboradas a base de dátiles, coco, nueces, mantequilla de cacahuete y chocolate al 70 %. «Aquí te encuentras lo mejor de los dos mundos: por un lado, los alfajores, y por otro, productos más sanos, sin lactosa ni azúcar, veganos y proteicos. Aquí lo sano suena rico», resume Lara.
Clientela
En cuanto a la clientela durante el verano, Lara explica: «Curiosamente, tengo mucha clientela italiana. Hay momentos en los que esto parece ‘la pequeña Italia’» [risas]. Tanto es así que ya ha aprendido algo de su idioma para poder atenderles mejor. Describe a esta parte de su clientela como «exigente, pero muy buena: entra, consume, paga y se va sin quedarse a hacer la tertulia como hacemos los argentinos o los españoles» [risas].
Respecto a la temporada invernal en pleno centro de Sant Antoni, Quevedo Hauth asegura: «Como cierran prácticamente todos los demás, me quedo yo sola. Somos los únicos con la luz encendida y vienen vecinos hasta de Cala de Bou. Además, en invierno aquí se está calentito y muy a gusto».
«Lo que me hace feliz es estar dentro de una cocina, y este espacio no da para más que para pastelería y cafetería, pero esto no es más que un paso en el camino hacia mi sueño: todavía me queda un largo trayecto que pasa por un espacio más grande, donde poder tener un pequeño jardín, pet-friendly, y una sala de estar donde disfrutar tanto de dulce como salado, jugar una partida de ajedrez o leer un libro. Un lugar que no esté enfocado al turismo, donde sentirse como en casa», explica Quevedo Hauth sobre sus planes de futuro.
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