"La encamada por la paz" de John Lennon y Yoko Ono puede que sea su trabajo más conocido, pero Govert de Roos ha retratado a lo largo de su carrera a infinidad de estrellas del rock de los años 70 y 80. El fotógrafo holandés ofrecerá mañana una charla ilustrada en el Ibiza Rocks House at Pike’s Hotel, en Sant Antoni, donde expondrá más de 50 obras. Hard Copy by Govert de Roos se enmarca dentro de un ciclo de encuentros con fotógrafos del mundo de la música que se inició el pasado junio con una charla de Baron Walman en uno de los hoteles preferidos de las estrellas.

—Mañana ofrecerá una charla ilustrada con sus obras. ¿En qué consistirá?
—Me estoy preparando porque la daré en inglés y es un poco difícil, porque en tu propia lengua es mucho más fácil expresarte, pero creo que es algo muy bueno. Cualquier persona puede venir porque sólo voy a contar historias y explicar mi experiencia; no habrá ningún tipo de tecnicismos.

—¿Qué tiene Eivissa para poder acoger este encuentro?
—Es mi primera exhibición en el extranjero y me encanta que sea aquí. Creo que Eivissa refleja el espíritu de los 60, una época muy especial. Al llegar aquí, parece que el ambiente te invita a sonreír, a ser feliz, y es lo que me gusta de la Isla. Un amigo mío vive aquí y tuvo la idea de exponer en el Pike’s Hotel, que está lleno de arte y que tiene historia con artistas como Freddie Mercury, al que yo he fotografiado en directos de Queen, por lo que me gustó la idea.

—¿Cuándo decidió convertise en fotógrafo de rock?
—He tenido muchísima suerte, algo que necesitas en la vida. Desde pequeño quería ser fotógrafo, pero también me gustaba la música, por lo que decidí unir estas dos pasiones. Además, en casa no teníamos mucho dinero, por lo que no podía permitirme comprar entradas para ir a los conciertos, pero yo quería ir. Entonces descubrí que siendo de la prensa podía entrar gratis y disfrutar de toda la música. Me hice amigo de los porteros de los locales y a ellos les hacía mucha gracia ver a un muchacho de 14 años con una cámara. Lo único que tenía que hacer era hacer fotos y me encantaba y, de hecho, todavía sigo haciéndolo ahora.

—Una de sus obras que todo el mundo conoce es el retrato de John Lennon y Yoko Ono. ¿Qué hay detrás de esa imagen?
Constantemente tomamos decisiones en la vida y en 1968, con 15 años, decidí un día no ir al colegio. Me había enterado de que John Lennon daba una rueda de prensa en el hotel Hilton de Amsterdam y decidí ir, algo que me hizo perder muchos puntos en la escuela (risas). Me sorprendió mucho que me dejaran entrar y tuve la oportunidad de sacar ¡un carrete entero de fotos!, antes de salir corriendo por miedo a que alguien descubriese que yo no tenía ninguna acreditación y me echara. Y al final resultó ser uno de los momentos más mágicos de la historia de la música, pero no puedes planear las cosas.
Sin embargo, había muchísima gente ese día, hay muchísimas fotos y a veces no es la mía la que aparece. Pero yo no creé esa imagen, yo sólo reproduje el momento y eso es algo diferente, es como una ocupación, no una creación. Considero que mi estilo surge cuando yo puedo crear toda la historia, como en una sesión muy especial con Debbie Harry, la cantante de Blondie, con quien montamos toda la decoración, su maquillaje... Incluso en una sesión de un concierto, estás ahí esperando hasta que dices «este es mi momento». Cualquier persona puede sacar una foto con una buena cámara, sobre todo hoy en día, pero eso no te convierte en fotógrafo. Un fotógrafo tiene ideas y la cámara sólo es el medio para reproducir sus creaciones.

—¿No se cansa de hacer este tipo de trabajos?
—Nunca podría cansarme precisamente porque no puedes controlar las cosas que te pasan en la vida. De hecho, una de las frases más famosas de Lennon dice eso: «La vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes». Tengo mis héroes, como todo el mundo, y me encanta el actor Anthony Hopkins, pero sé que está acostumbrado a posar y por eso no tengo a este tipo de gente en mi lista porque no es bonito retratarlos. Sin embargo, una vez coincidí con él por casualidad, tuve la oportunidad de charlar con él y fotografiarlo improvisadamente. Fue uno de los grandes momentos que viví el año pasado. Por eso creo que no puedes forzar las cosas para que sucedan: pasan y ya está.

—¿Le hubiese gustado trabajar otros géneros?
—Aparte de fotografiar a artistas en conciertos, también me he dedicado a los retratos, he hecho portadas de revistas, de discos... Hubo un tiempo en el que me dediqué a hacer fotos de otro tipo. Trabajé en Playboy, algo que nunca pensé, y en ese período no me apetecía hacer fotos de rock, retratar lo que pasaba en los escenarios. Fue la época de las Spice Girls y ya era demasiado para mí (risas). Todavía ahora hago muchas cosas para la industria del entretenimiento (carteles de películas u obras teatrales, principalmente) y siempre me ha gustado retratar a gente que trabaja sobre los escenarios. Tienen una historia detrás y de alguna manera entiendo por qué quieren estar en esos escenarios.

—¿A quién recuerda con un cariño especial?
—Un fotógrafo tiene que pasar tiempo con la gente que retrata. Una vez, Arnold Schwarzenegger, cuando empezaba a hacer culturismo, tenía una cita para venir media hora a mi estudio y terminamos hablando durante seis horas. Tenía otras obligaciones y las canceló. Me pareció divertido fotografiarlo con una aguja pinchándole algún músculo y a él le encantó la idea pero me dijo que no porque no habría sido bueno para su imagen. A veces pasa eso: tienes ideas, se las cuentas y les gustan, y otras, en cambio, los artistas te dicen que no y hay quien llega a enfadarse y cancela la sesión.

—¿Qué busca explicar en una fotografía?
—Tienes que intentar mostrar la otra cara de los personajes. Nunca retrato a la gente como a ellos les gustaría. Para eso, que se vayan a un ‘fotomatón’, metan algunas monedas y ya está; no tienen que llamarme a mí. Yo quiero lograr una foto diferente, quiero mostrar la cara real de la gente, cómo son cuando hablan conmigo, cuando miran a la cámara. Tienes que abrir a la gente y sacar su interior. Por eso nunca me gustó la moda, porque las modelos sólo muestran una cara y saben cómo posar. Y sé que he tenido mucha suerte de tener una forma de hacer fotos que ha gustado a la gente. No busqué nada intencionadamente, simplemente salió bien.

—¿Qué les dice a los jóvenes fotógrafos que empiezan?
—Que no sean fotógrafos solo por el hecho de serlo. Tiene que ser porque quieran expresar su opinión y, sobre todo, tienen que poner su corazón en su trabajo para que sea único, especial y nadie pueda copiarlo. Si haces las cosas así en la vida, sabrás diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

—La muestra de mañana está compuesta por 54 obras. ¿Cómo las eligió?
—Intentamos buscar imágenes diferentes, como las de Debbie Harry, muchas de las cuales nunca he podido publicar, como una en la que juega con su pelo haciéndose un bigote, que no servía para una revista. Estoy muy satisfecho con la muestra que hemos elegido porque son fotos que reflejan una idea de libertad que existía en los años 60 y que echo mucho de menos. La gente de ahora vive demasiado estresada, todo es muy caro... Las generaciones de hoy se pierden muchas cosas, la gente de mi edad éramos mucho más libres.
La gente podrá comprar algunas de mis obras en la exhibición. Una vez le dije a Paul Huf, que es como mi mentor, que es injusto que los fotógrafos podamos sacar 25 copias de una misma imagen, reproducirla en diferentes tamaños y que la gente se gastase mucho dinero en comprarlas. Un escultor, un pintor, hace una obra y cuando la vende, ya está, ya no la tiene. Por eso le dije que podríamos vender los negativos o como mínimo, cortarlos en diferentes piezas para venderlas y conseguir versiones diferentes. Se quedó alucinado y pensó que era una locura, pero eso es lo que quiero hacer y creo que nadie lo ha hecho antes.