Carmen Castro, ayer, en el Hospital de Cas Serres de Eivissa donde ha vuelto a trabajar de médico.

Muy pocas cosas quedan en la actual Carmen Castro de aquella consellera de Salut, Família y Benestar Social del Govern balear que sufrió numerosas y duras críticas por poner en marcha medidas en el sector para intentar ajustar las cuentas de la comunidad. La presión hizo que dimitiera «por motivos única y estrictamente personales» cuando apenas llevaba un año en su cargo y que volviera a ocupar su plaza como médico en el Hospital de Cas Serres de Eivissa. Ahora es mucho más feliz, y como ella dice, ha recuperado la sonrisa y su libertad.

—Se dice de usted que cuando dimitió se quitó una carga de encima. ¿Es eso verdad?

—(Risas). No tanto como eso, pero sí es verdad que ahora soy mucho más feliz que cuando era consellera. He recuperado mi libertad y eso me ha ayudado a mejorar mi calidad de vida. Estoy muy contenta de volver a pasar las mañanas entre pacientes.

—Entonces, ¿cuál es su labor en el Hospital de Cas Serres?

—Aquí hay un médico permanentemente las 24 horas del día y el que está por las mañanas, que soy yo, se encarga de coordinar todos los servicios médicos tras una reunión matinal con la parte de fisioterapia, enfermería, psicología y dirección. Después, paso por todas las plantas y hablo con las enfermeras, reviso todos los tratamientos de los pacientes, y coordino todas las consultas que se hacen con Can Misses y los informes que haya hecho cada médico de sus pacientes.

—¿Ha cambiado mucho su día a día?

—Principalmente, no. Soy la misma persona ahora que cuando era consellera en el Govern. Evidentemente, desde principios de septiembre mi vida ha cambiado porque antes pasaba muchas horas en Palma y ahora estoy todas las tardes en Eivissa. Trabajo como médico en el turno de mañana, de 08,00 a 15,00 horas, y eso me permite disfrutar algo más de los míos.

—Entonces, ¿ahora puede conciliar vida familiar y trabajo?

—La verdad que sí. La política, y más en un cargo como este, absorbe mucho, y hubo un momento en el que dejé de lado la familia y eso no puede ser. Ahora voy a andar por la mañana para cuidarme un poquito, que a estas edades no viene mal, y, sobre todo, paso más tiempo con mi madre, que es muy mayor y es la que más ha sufrido mis ausencias cuando era política.

—Sí, porque convirtió el avión en su segundo despacho...

—(Risas). Sí. No viajaba todos los días a Palma, pero casi. Me iba por la mañana y, si terminaba pronto, prefería volver por la noche, pasando a lo largo del mes muchas horas volando y terminando muy cansada.

—¿Ha sido duro el cambio de consellera Castro a doctora Castro?

—(Risas). Creo que fue más duro al revés. Cuando decidí ser política ya había pedido la excedencia como médico para ser diputada durante cuatro años. Después dejé mi cargo de diputada para ser consellera, aunque no era incompatible, porque me lo pidió el presidente José Ramón Bauzá y yo lo acepté. El retorno no ha sido nada duro, sino más bien todo lo contrario ya que fue muy agradable el reencuentro con muchos de los compañeros del hospital.

—¿Y los pacientes la reconocen como exconsellera?

—(Risas) No, que va, afortunadamente gozo de anonimato. No tengo nada de que esconderme, pero sólo me han reconocido algunos que siguen en el hospital cuando me fui, hace más de cinco años.

—¿Cómo se ha encontrado la sanidad después de este tiempo?

—La atención sanitaria, que depende de los profesionales, es buena en España y lo seguirá siendo. Evidentemente, ha habido una serie de recortes, obligados por la necesidad de que cuadre la brecha que se había abierto entre el gasto sanitario y el presupuesto real. El mandato de vicepresidencia económica era claro y directo y, por eso, había que cerrar este agujero de cualquier modo para que no aumentara el problema. Y para esto he tenido que tomar decisiones que realmente han sido muy difíciles para mí.

—Todo en un año. Vaya situación, ¿no?

—Sí, creo que posiblemente haya sido uno de los años más duros de mi vida. Recogimos la herencia de los cuatro años anteriores, en la que nos encontramos con una gran deuda y un amplio déficit, y tuvimos que tomar decisiones impopulares por el bien de la asistencia sanitaria.

—Y ahora que vuelve a ser médico, ¿cómo ve el asunto de los recortes?

—Nunca he perdido mi visión como médico y, por eso tal vez, fue muy duro para mí tener que tomar estas decisiones. Es necesario seguir con los servicios de la sanidad pública, pero eso pasa por hacer todos un esfuerzo, aunque nos quedemos sin paga extra y haya que trabajar media hora más. Hay veces que la vida te pone las cosas más fáciles y otras más difíciles. Son lecciones que da la vida y hay que aprenderlas.