El cielo de Eivissa gris, el puerto casi desértico, los paraguas abiertos y las tiendas de la Marina llenas de gente en busca de refugio.

La lluvia llega a Eivissa en pleno agosto y a la mayoría de los turistas le ha pillado de imprevisto. Pasean por las calles, entran en las tiendas de recuerdos y se acercan a ver Dalt Vila. Como no podía ser de otra manera, todos se lamentaban y esperaban que el astro rey volviera a brillar en pocas horas.

En cambio, los resientes aplaudían este respiro y eran conscientes de los beneficios que estas gotas de agua aportan a la Isla. Los comerciantes se frotaban las manos, ya que las tiendas se abarrotaban de visitantes que en busca de un refugio aprovecharon para hacer alguna compra. Las terrazas estaban empapadas y Vara de Rey se inundó de paraguas.

África, Cristina y Toñi compartían paraguas y no parecía importarles mucho que la lluvia estropease su día de sol y playa porque también vienen a Eivissa con la intención de hacer alguna visita cultural. Ayer pasearon por la plaza del Parque antes de subir a Dalt Vila.

Jaine y su familia vienen de Inglaterra huyendo del mal tiempo. Llegaron hace dos días y no están teniendo mucha suerte. «Queremos ir a la playa, pero aprovechamos para comprar algún regalo para