Yayo Herrero participa en las jornadas de educación ambiental que se desarrollan en Santa Eulària.

La directora de la Fundación FUHEM, que centra su actividad en la educación y en el área ecosocial, y tutora de la cátedra Unesco de Educación Ambiental y Desarollo Sostenible, Yayo Herrero, pronunció ayer la charla Educación y Sostenibilidad en tiempos de crisis en el marco de las jornadas Educación y Sostenibilidad Agenda Escolar 21 que se desarrollan en el Palau de Congressos de Santa Eulària. En la entrevista habla de la charla, de los resultados de las elecciones y, como ecologista, de las prospecciones.

—¿Es compatible que haya educación y sostenibilidad en tiempos de crisis como el que vivimos?
—Me parece que la educación para la sostenibilidad es necesaria si se quiere salir de la crisis. Se habla mucho de la crisis económica, pero la que está debajo es la preocupante: la energética, de materiales y de bienestar de las personas. Una educación que nos permita darnos cuenta de cuáles son las formas de organizar la sociedad incorrecta que estamos poniendo en práctica y nos de pistas para reorientarla de otra manera, me parece que eso es central.

—¿Qué es lo que nos da pistas?
—Un elemento que está muy ausente en el debate social es el hecho de que vivimos en un planeta que tiene límites físicos que están superados. Cualquier planteamiento sobre la economía, política o sociedad de la sostenibilidad y que quiera poner la satisfacción de necesidades de todas las personas en el centro tiene que asumir que es imposible plantear continuar creciendo económicamente con los mismos espacios materiales del modelo de crecimiento que vivimos.

—A efectos prácticos, ¿cómo se podría llevar a cabo?
—Hay que abrir un gran debate social en el que nos planteemos cuáles son las necesidades que hay que satisfacer para todas las personas; qué falta producir, porque no todo lo que se produce satisface necesidades y, en último lugar, cuáles son los sectores de trabajo y económicos que hay que impulsar. En ese sentido, todo lo que tenga que ver con la producción de alimentos en condiciones ecológicas, la pesca artesanal y tradicional, la rehabilitación energética de edificios, un modelo de gasto sostenible, el cambio de dinámica de la ciudad y apostar por los trabajos de cuidados de las personas son vías que pueden ofrecer formas de reconvertir la economía totalmente distintas.

—¿No plantea un modelo utópico?
—A mí lo que me parece utópico es pensar que se va a poder seguir con este modelo y satisfacer las necesidades de todas las personas. Es de ciencia ficción. Primero empezaron a salir del círculo de personas que podían satisfacer sus necesidades las de los países empobrecidos y ahora estamos viendo, dentro de la Europa rica, como el Estado español, Grecia e Irlanda empiezan a sobrar, empiezan a empobrecerse. Como no hay más energía, ni recursos materiales, pretender seguir diciendo que todas las personas van a poder vivir decentemente es utópico. Lo otro es difícil pero no imposible. De hecho, hay trabajos que se han articulado en universidades, en grupos de investigación, con propuestas concretas de cómo reconvertir el modelo energético español guardadas en cajones y no han sido tenidas en cuenta. Cualquier forma de reorganizar la sociedad de forma distinta implica tocar los beneficios de algunos sectores que no quieren perderlos.

—Ese es el gran problema.
—Las sociedades tenemos una responsabilidad grande, que es la de articular mayorías sociales que presionen a los que gobiernen y tienen el poder económico para hacer estos cambios. Es el punto más difícil, pero desde el punto vista económico y de recursos sería posible.

—En las jornadas se aborda la educación, ¿cómo se puede cambiar desde la educación?
—La educación formal proporciona un espacio ideal para poder formar a personas con capacidad crítica. No se trata de que se adoctrine pero tenemos la posibilidad de situar la educación en un contexto, lo que está pasando, y en ese sentido los proyectos educativos tienen que ser repensados para qué mundo y qué tipo de sociedad.

—¿Confía en que desde las aulas se pueda cambiar?
—Si lo dejamos sólo en la educación no llegaremos a tiempo en algunos problemas como el cambio climático o la crisis energética. Por otro lado, la educación no está ajena al resto del mundo y tiene sus propias presiones. Vivimos un momento de desmantelamiento de la educación como servicio público y el propio modelo educativo, la educación, es ahora mismo, más que otros ámbitos, un territorio en disputa. Hace falta mucho activismo social y participación para conseguir darle la vuelta.

—Ha mencionado a España y Grecia justo cuando acaban de pasar las elecciones europeas ¿Qué reflexión hace de que se rompa el bipartidismo y el auge de la extrema derecha?
—Me parece razonable pensar que bipartidismo se quiebre porque llevamos muchos años con este modelo y cada vez hay más personas conscientes de que no se resuelven los problemas. Es normal que se pierda la confianza, pero el riesgo es que nos encontramos con grandes mayorías sociales que no entienden nada de lo que está pasando y tienen miedo; incorporan la desafección política, creen que todo es lo mismo y es mucho más fácil hacer un caldo de cultivo enorme para que crezcan formaciones de corte neofascista y ahí tenemos un problema enorme. Me parece que el trabajo de dinamización social como el 15M o los movimientos de las mareas son dinámicas muy interesantes que permiten que la gente participe políticamente y esa es una buena vacuna para que no crezcan iniciativas fundamentalistas o radicales.

—Es activista de Ecologistas en Acción, ¿Cómo ve el proyecto de las prospecciones petrolíferas en las Islas?
—Somete a unas islas que tiene buena parte de su actividad económica vinculadas al turismo a un riesgo muy importante. Por otro lado, con el cambio climático brutal, hipotecar el futuro de una zona y someterla a los riesgos de las prospecciones es un disparate auténtico. Está muy bien toda la movilización social que está surgiendo al hilo de estas propuestas.