Estado actual del observatorio. | (c) Sergio G. Canizares

1956. Año Bisiesto. Mientras en España se forma el séptimo Gobierno Nacional presidido por el dictador Francisco Franco, se decreta el estado de excepción por los conflictos universitarios «promovidos» por socialistas y comunistas, y Marruecos se independiza, y mientras los soviéticos invaden Hungría, en Mónaco Grace Kelly se casa con Rainiero III y en Lugano, Suiza, se celebra el primera Festival de Eurovisión, en Eivissa 1956 es el año de la inauguración del Observatorio Astronómico de Puig d’es Molins, en Vila, y de la creación de la Agrupació Astronòmica d’Eivissa y Formentera.

Sin embargo, según el presidente de la agrupación, José Luis Bofill, la idea de construir el edificio en la zona de Puig des Molins, entonces a las afueras de Vila, se forja un año antes. «En 1955, el aparejador del Ayuntamiento de Vila, Jaime Mauri, que ya había comprado en 1949 a Joan Arabí Verdera un teodolito, un instrumento de medición mecánico-óptico usado para obtener ángulos verticales y horizontales, pidió al entonces alcalde, Antonio Guasch, que comprara al propio Arabí un telescopio, que era un magnífico refractor, y lo instalara en la isla». Finalmente la petición tuvo éxito y se pactó la compra por 25.000 pesetas, «un precio no muy elevado para la época».

Una vez conseguido el aparato, el Consistorio de Antonio Guasch, maestro nacional, decidió aprovechar un solar «a precio de ganga, entre los molinos de viento y sin contaminación lumínica» para construir un observatorio. Además, tal y como recuerda Bofill, eran los tiempos en que la fascinación por todo lo referente al espacio iba en aumento.«En la isla había grandes entusiastas de la astronomía como Daniel Escandell, mi hermando Federico o el sacerdote Antonio Planas Palau y eso, unido a las primeras noticias de platillos volantes, el programa de radio de La Guerra de los Mundos o la posibilidad de contemplar Marte muy cerca de la tierra por primera vez, provocó un despegue de este mundo en Eivissa», confirma.

El observatorio

En agosto de 1956 el observatorio se inauguró. Era un edificio sencillo, de dos plantas y rematado por una cúpula con el telescopio comprado a Joan Arabí. Según el presidente de la Agrupació Astronòmica d’Eivissa y Formentera, «dicha cúpula fue construida en el taller Antonio Guillem, de Eivissa, y como no había placas de aluminio de forma provisional se usó cartón piedra para forrarla ante la inminente visita de la Asociación Aster de Barcelona para presenciar la oposición de Marte».
Tras el evento, que fue todo un éxito, en diciembre de 1956 se creó la Agrupació Astronòmica d’Eivissa y Formentera con el fin de gestionar la nueva construcción aunque por los problemas burocráticos de la época no se legalizó hasta 1958.

Desgraciadamente, a los pocos años la agrupación tuvo que desmontar el telescopio después de que un vendaval causara grandes daños en la cúpula. «El aparato permaneció durante unos diez años en la planta baja hasta que gracias a subvenciones y ayudas de socios como el médico Pedro Alcántara Martínez o Alberto Prats se pudieron instalar unas planchas de aluminio en la cúpula, se pudo volver a montar el telescopio, y se crearon dos alturas más en el edificio para albergar un dormitorio para estudiantes de fuera de la ciudad», asegura José Luis Bofill.

Durante la década de los 80 el Consell de Eivissa y el Ayuntamiento dieron subvenciones para forrar la cúpula con fibra de vidrio y construir, con Antonio Mayans como alcalde, una pequeña vivienda «para un matrimonio que se encargaba de vigilar posibles robos». Precisamente, en esta década, en 1986, la agrupación vivió uno de sus momentos más gloriosos: el paso del cometa Halley. «Fue uno de los días más importantes en nuestra historia ya que se acercaron hasta el observatorio muchísimos aficionados para contemplar el paso del cometa con sus propios ojos a través del telescopio que entonces ya empezaba a ser una pieza de museo», explica el presidente de la agrupación.

El declive

Tras ello, poco a poco el edificio fue entrando en declive, propiciado principalmente por la aparición de unas grietas en las escaleras, y por el desmantelamiento del telescopio «muy desfasado para su uso». Fue el principio de la época más oscura del edificio que llegó a estar en ruina absoluta siendo incluso lugar de pernoctación para okupas. Afortunadamente, todo esto ha quedado atrás y el Observatorio de Puig des Molins está preparado para una nueva época de explendor.