El obispo de Eivissa y Formentera, Vicente Juan Segura, bendice una mascota ante la atenta mirada de su dueña y la alcaldesa de Sant Antoni, Pepita Gutiérrez. | (c) Sergio G. Canizares

La tradicional bendición de animales que tiene lugar cada año en el Día Grande de Sant Antoni atrajo ayer a centenares de vecinos al centro del pueblo. Sobre la una de la tarde, multitud de familias, acompañados por sus mascotas, esperaban impacientes el final de la eucaristía en la plaza de la iglesia.

El propio templo rebosaba de feligreses que habían acudido a la misa que ofició el obispo de Eivissa y Formentera, Vicente Juan Segura, cantada por el coro local y en la que además se presentó una imagen del Corazón de Jesús ubicada en uno de los retablos laterales de la iglesia y restaurado recientemente.

Tras el oficio religioso, se inició una breve procesión con los santos de la parroquia, que encabezaba la Colla Brisas de Portmany y que cerraban las autoridades políticas -encabezadas por el presidente del Consell, Vicent Serra, y la alcaldesa de la localidad, Pepita Gutiérrez y que contaba con representantes de todas las administraciones- y las fuerzas de seguridad.

Bendiciones

Tras el recorrido por las calles aledañas a la iglesia, los portmanyins descendieron hacia el paseo de ses Fonts y, como si de un río -de personas y animales- se tratara, se desplazaron hasta el edificio del Ayuntamiento, frente al cual se efectuaron las bendiciones.

En un ordenado pasillo, los dueños de los animales fueron desfilando, ofreciendo sus mascotas al obispo, que los consagraba parsimoniosamente con agua bendita.

A una inmensa mayoría de perros, también se unieron numerosos gatos y otros animales de compañía menos comunes, como cotorras, canarios, conejjos, cobayas y tortugas.

Era el caso de Águeda y Picardías, dos tortugas de agua que repetían liturgia, pues ya habían participado en anteriores ediciones. Su dueña, Anabel, una chica de 12 años, no las podrá seguir cuidando y está buscando a alguien que pueda adoptarlas. "Lo ideal es que estén en una casa con jardín y yo vivo en un piso", explicaba la niña.

María, de seis años, llevaba en sus brazos a Desdémona, una preciosa gata siamesa negra de dos años que acudía por primera vez a este acto. "Hace poco, se cayó de una altura de dos pisos y no le pasó casi nada, por lo que pensamos que había que bendecirla y así mantener su suerte", comentaba la madre de María.

Tras ella, Susana acudía con Bichita, una bella cotorra de plumaje claro que también se iniciaba en esta peculiar ceremonia.

Otra mascota que recibía su primera bendición era Lulú, una chiuaua de cuatro meses que no dejaba de tiritar. "No es por el frío, ha visto a los caballos y se ha quedado muerta de miedo", afirmaba su dueña, en referencia al desfile de carros y jinetes, cuyos caballos y ponis también fueron bendecidos.

Cerraron la jornada una muestra de ball pagès a cargo de la Colla Brisas de Portmany, las impresindibles orelletes i vi pagès y las 600 palomas que soltó el Club Colombófilo de Portmany.