El 27 de enero de 1945, el día de la liberación del campo de concentración de Auschwitz –jornada de la que se conmemoró el setenta aniversario el pasado martes–, no supuso el fin del horror para los 33 presos de Balears - entre ellos, siete ciudadanos de las Pitiüses- que estaban en manos de los nazis. Sólo unos pocos fueron testigos de la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial, la mayoría murieron durante su cautiverio en los campos de Mauthausen, Gusen, Steyr, Buchenwald, Plömnitz y Flossenbürg. En Auschwitz no se tiene constancia de la presencia de ciudadanos de las Islas.

La historiadora Elena Rodríguez Codd –junto con otros especialistas como Xicu Lluy, Miquel Àngel Limón, Joan López Casasnovas o Manuel Aguilera– ha centrado sus estudios en la presencia española en los campos de concentración del régimen nazi de Adolf Hitler, en especial en Buchenwald. En este sentido precisa que «la mayoría eran republicanos huidos a Francia, donde se alistaron en el ejército. Cuando fueron apresados por los alemanes se les envió a Mauthausen como apátridas ya que España no reconocía su nacionalidad.

La mayoría de los baleares acabaron en el campo de Gusen, muy próximo a Mauthausen –apenas 6 kilómetros de distancia–, donde se explotaba una mina a cielo abierto y una fábrica de ladrillos.

Las condiciones de vida de Gusen no se diferenciaban del resto. «El índice de mortandad era incluso mayor que en Mauthausen –señala Rodríguez– pues los prisioneros ya habían sufrido toda clase de penurias antes de llegar. Allí les exprimían al máximo de sus fuerzas hasta su fallecimiento, todo para el beneficio del Tercer Reich».

La liberación de Mauthausen y Gusen llegó el 5 de mayo de 1945 con la entrada de las tropas americanas, según deja testimonio gráfico el fotógrafo catalán Francesc Boix. Sólo un mallorquín de Sóller, Miguel Azuaga Villalonga, pudo ser testigo de aquella jornada. Falleció cinco meses después.

Rodríguez precisa que el número de deportados a los campos de concentración fue de 23, «de los que once fallecieron en los campos y diez sobrevivieron a su horror». La mayoría ingresaron en Mauthausen y el temido Gusen.

Rodríguez Codd ha seguido el rastro biográfico de algunos de ellos, como los de Ramón Artola y Rafael Xamena, los cuales habían sido detenidos entre 1940 y 1941. Entre 1943 y 1944 llegaron otros once mallorquines procedentes de cárceles francesas en Tolosa, Burdeos y Compiègne. Un mallorquín protagonizó la única deportación de un español procedente de Italia.

La historia de Jaume Rebassa, Joan Llompart y Rafael Moyà también ha sido objeto de atención en las indagaciones realizadas en Buchenwald. El primero fue asesinado en la Nochebuena de 1943 y el último apenas unos días antes de la liberación. Sólo Llompart, el 14 de abril de 1945, alcanzó la libertad.