Mercedes Pallarés, concursante de ‘Saber y Ganar’, en una imagen reciente.

La vida de María Mercedes Pallarés, Merche para los amigos, es casi de película. Nacida en Irún hace 71 años, llegó a la isla en 1972 junto a su marido después de haber emigrado a Canadá con sus padres y haber estudiado en París. En la isla, mientras trabajaba de guía turística, se convirtió en una de las más importantes promotoras de la cultura ibicenca y en la impulsora de importantes negocios de hostelería, hasta que en 1985 volvió a emigrar a Canadá para ser la responsable de la Oficina Española de Turismo, y a Madrid para acabar trabajando en el sector de la publicidad. Ahora que está jubilada y vive «tranquilamente» en Catalunya ha vuelto a dar una alegría a sus muchos amigos ibicencos al participar en el concurso más longevo de la televisión española: Saber y Ganar. Desgraciadamente la diferencia entre un sustantivo y un verbo en la prueba de El Reto nos ha impedido disfrutar durante más tiempo de su presencia en el programa. Aún así, dejó su sello.

—Cambiar por cambio. Un verbo por un sustantivo. ¿Se acordará de eso toda la vida?

—Puede ser. Fue una pena pero yo me lo tomo como una experiencia más en mi vida. Está claro que me hubiera gustado seguir pero hay que ser positivo y pensar que lo más importante es que estuve allí.

—Viendo su perfil de Facebook, menuda alegría dio a sus amigos con su participación. ¿Cómo acabó respondiendo a las preguntas de Jordi Hurtado?

—(risas). Bueno un poco por casualidad. Yo estoy jubilada, vivo muy tranquila, pero como siempre he sido una persona muy inquieta un día decidí inscribirme para la preselección del programa por ver que pasaba y fíjate, acabé en el plató del programa más antiguo de la televisión.

—¿Y cómo la seleccionaron?

—Por teléfono. Cuando ya pensaba que no me dirían nada de repente en diciembre me llamaron del programa y me hicieron un pequeño test por teléfono de cosas generales. Tuve suerte porque me preguntaron sobre temas que en ese momento sabía, como Las gregerías de Gómez de la Serna o dos libros del escritor ruso Fiódor Dostoyevski.

—Pero usted no participó hasta hace unos días. ¿Cómo tardaron tanto en pasarla al plató?

—Porque es un proceso muy largo. Recuerdo que la primera vez que acudí fui al plató de Sant Cugat del Vallés y no pude entrar porque no eliminaron a nadie. Después, volví después de Navidad y tampoco. La tercera vez que me convocaron fue el 13 de enero, el día de mi cumpleaños, y me negué porque quería estar pendiente de todos los que se interesan por mí. Y finalmente, cuando ya lo había dado por perdido, me convocaron para lo que ha visto todo el mundo. Me acuerdo que para aquella semana yo iba pertrechada con revistas para leer y con el Quijote Apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda para hacer tiempo, pero ni siquiera pude abrirlos porque enseguida me llamaron.

—Directa al plató. Casi sin prepararse. ¿No se pasan nervios?

—Bueno lo que más choca es que se graba toda la semana en un día, cambiándonos de ropa. Pero sinceramente, yo no pasé muchos nervios durante los dos programas porque por mi experiencia profesional estoy acostumbrada a hablar en público. Además, he hecho teatro e, incluso fui extra con una frase en un capítulo de la serie sobre Athina Onassis que se rodó en Madrid.

—Viendo los concursantes del programa, ¿no hay que ser muy inteligente para participar?

—No tanto. Hay que tener cultura general, saber de todos los ámbitos de la vida, pero creo que lo fundamental es tener agilidad mental para responder rápido. Eso sí, creo que hay concursantes que han sido míticos como Jero Hernández, Victor Castro o Rafa Rodulfo y que están a otro nivel. Viéndoles a ellos, yo soy del montón.

—No se infravalore. Usted tiene una trayectoria vital que muchos quisieran para sí.

—(risas). Eso sí. He vivido mucho y muy intensamente. He disfrutado de la vida y no me puedo quejar. Nací en Irún, emigré con mis padres en los años 50 a Canadá donde trabajé, por ejemplo, vendiendo todo tipo de panes, y luego en 1972 llegué a Eivissa junto a mi marido y mis hijastros. Y aquí viví los mejores momentos de mi vida.

—Se convirtió en una persona muy querida en la isla. Junto a su marido eran conocidos como ‘la familia’.

—Eso dicen (risas). Trabajé como guía turística desde 1975 y conocí gente maravillosa que me transmitió su amor por la isla, su historia y sus tradiciones. Además, me involucré mucho en la cultura ibicenca y eso es algo que siempre llevo conmigo.

—¿Y cómo ve ahora a su querida Eivissa?

—No me hable. Está claro que eran otros tiempos pero ahora me da pena ver en lo que se ha convertido. Cuando echo la vista atrás y recuerdo aquellos días en que todo el mundo se conocía, en que todo era mucho más familiar y en que no nos habíamos vendido al turismo sin control, los echo de menos. Fíjese que eran días donde la Marina o Sa Penya tenían vida durante el invierno y donde había un espíritu de libertad que ahora se ha perdido. Eso fue lo que me enamoró de esta pequeña isla y por lo que yo la promocionaba allá donde iba.

—¿Ahora no?

—Eivissa siempre será para mi algo especial. Un lugar mágico que me ha dado mucho, pero ahora yo no podría recomendarla igual de bien que cuando estaba en Canadá y por ejemplo, convencí a una familia de multimillonarios de una empresa de café para que vinieran a pasar unas vacaciones a una isla casi desconocida. Ahora todo es muy diferente. Hemos ido a peor. Pero aún así, siempre llevaré a Eivissa en mi corazón.