Sergio Peris-Mencheta, actor y director de teatro.

Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 7 de abril de 1975) es un actor y director de raza. Hijo de valencianos y excapitán de la selección juvenil de rugby, se hizo un nombre como uno de los protagonistas de la mítica serie Al salir de clase. Tras consagrarse en 2006 con su impresionante papel en Los Borgia, aparcó el cine para centrarse en su verdadera vocación: el teatro. En poco tiempo se ha convertido en uno de los artistas más prestigiosos del país tras dirigir con su compañía El Barco Pirata Incrementum, Tempestad o Un trozo invisible de este mundo, con el que ganó el año pasado cuatro Premios Max. Y en 2015 no ha bajado el ritmo. Como actor protagoniza Enrique VIII y la cisma de Inglaterra, gran apuesta del Teatro Pavón de Madrid para este año, y en mayo retomará la gira de la impactante Lluvia constante, junto a Roberto Álamo. Y como director sigue con Un trozo invisible de este mundo y con Continuidad de los parques. Precisamente esta obra, llega hoy a Can Ventosa.

—¿Qué nos cuenta la obra?

—Es una comedia agridulce basada en un texto de Jaime Pujol que protagonizan Roberto Álvarez, Fele Martínez, Gorka Otxoa, Luis Zahera y Marta Solaz y donde nada es lo que parece. Tiene suspense, humor, un punto surrealista, y gira sobre las vidas de varios personajes que se encuentran en un parque.

—Un lugar muy español para pasar el tiempo...

—(risas) Sí. Lo escogemos muchos de nosotros para desconectar dejando pasar el tiempo, corriendo o haciendo yoga. Y así, los personajes que interpretan los actores van entablando una relación que gira sobre ese mal tan humano como es el de no saber escuchar.

—¿Por qué nos pasa esto?

—Porque siempre anteponemos nuestra realidad. Eso lo hemos heredado de los programas del corazón o de la política en televisión, donde los tertulianos sólo defienden su verdad a gritos sin escuchar al que tienen delante. Hacen un papel y no se salen de él. Y nosotros, al igual que ellos, mientras no sepamos escaparnos del Rajoy, Sánchez o Pablo Iglesias que llevamos dentro y entendamos que el de enfrente tambien tiene buenas propuestas, no haremos nada.

—Y el teatro, ¿qué papel juega en esto?

—Es la forma más directa de llegar al público. No tiene dobleces porque es inmediato y no se puede grabar, y además es ese bufón que te escupe a la cara la realidad. Además, vive con nosotros día a día. Por ejemplo Bárcenas y el juez Ruz llevan haciendo una obra de teatro desde hace varios meses.

—Además llega cada vez a más público. ¿Cómo está la situación del teatro actualmente?

—Pues la misma que desde que nació. Siempre ha estado en crisis y siempre ha estado de moda.

—¿Cómo es eso posible?

—Por su ADN. Su inmediatez y el que no pueda ser pirateado, al menos hasta el momento, hace que siga muy vivo.

—¿Por eso creó la compañía El Barco Pirata? ¿No fue arriesgado?

—Lo arriesgado es quedarse parado esperando una llamada. En este mundo, si quieres subsistir, te tienes que buscar la vida.

—¿Y por qué no una productora de cine o de series?

—De cine sí que es una locura por la pujanza de las series. Y no sé, no creo que produjera series porque no me gusta cómo se trabaja aquí.

—¿En qué sentido?

—Porque se innova poco y se arriesga aún menos. En Inglaterra o Estados Unidos hay mucho más atrevimiento y no hay miedo al qué dirán. En España estamos demasiado pendientes de los ratings de audiencia y del yugo de las grandes cadenas que retiran rápidamente una producción si no cumple. Y eso repercute en el producto.

—Pero usted ha trabajade en Isabel, una serie muy bien hecha y que ha marcado un antes y un después en España.

—Por supuesto. Pero si la hubieran cogido los ingleses hubieran hecho más temporadas. Creo que se ha comprimido demasiado y se han perdido muchas de las posibilidades que ofrecía. Estamos a años luz de otros países. Y si no, mire el destrozo que se hizo con la película y la serie de Alatriste.

—¿Por eso emigran muchos guionistas españoles de talento?

—Claro. Por ejemplo, hubo una serie magnífica, de las mejores de los últimos tiempos, Crematorio. Pero sólo se rodó una temporada y emitida en una televisión minoritaria, Canal +. Y al final sus creadores se han largado a Francia.

—Usted nunca tiene pelos en la lengua. ¿No tiene miedo a que tanta crítica sea un lastre?

—Puede ser. Pero creo que el teatro tiene que ser un instrumento de critica hacia el poder establecido. Algo nada nuevo por otra parte, ya que Shakespeare o Calderón de la Barca ya hacían todo lo posible para esquivar la censura.

—¿Y no cree que ahora entre los actores está de moda ser crítico?

—Puede ser. Pero no es cuestión de modas, sino de atreverse. No me vale aquellos que deciden no hablar de lo que pasa porque ya están tomando partido y con ello hacen que afloren las carencias del sistema.

—Un sistema que no funciona.

—Sí, y me crea desasosiego. Soy padre de familia y empresario y debería ir con más cuidado. Pero lo malo es que no soporto a compañeros de profesión que el mismo día en que se publican los datos de pobreza infantil en España y se desahucia a una familia en Barcelona se hacen una foto en una playa de Zanzibar. Entiendo que por eso nos llamen subvencionados y nos critiquen.

—Pero rostros como el suyo son importantes para dar visibilidad a un tema.

—No se engañe. Nosotros no somos ídolos de nadie. Lo son Messi, Cristiano Ronaldo o Casillas, y mientras ellos no tomen partido en un tema, el resto del mundo no lo hará. Es la cruel realidad.

—Pero ellos se mojan poco...

—Casi nada. Sólo casos aislados. Será porque es mejor no meterse con quien les da de comer.