Uno de los colegios electorales ibicencos, ayer. | Toni Escobar

La jornada transcurrió con la esperada y deseada normalidad en la inmensa mayoría de colegios electorales, excepto en algunos casos puntuales.

Se temían incidencias en Sant Agustí, donde además de los agustiners, debían desplazarse unos 8.000 vecinos de Cala de Bou con derecho a voto. Allí, más allá de unas colas más largas de lo habitual, no hubo ningún incidente reseñable. Sí que hubo un incidente con las papeletas en Can Ventosa y se habló de la intervención de los jueces de la Junta Electoral, aunque no se pudo confirmar este extremo.

En cambio, en Formentera, tuvo que intervenir la Guardia Civil. Según informó la Delgada del Gobierno en Baleares, Teresa Palmer, agentes de la Benemérita debieron retirar propaganda electoral del colegio formenterés de Sant Francesc. Palmer no aclaró a qué partidos correspondían los carteles retirados, aunque según pudo saber PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA, la propaganda retirada de la fachada del colegio Mestre Lluís Andreu era de Compromís amb Formentera y del Partido Popular.

Cabe recordar que está expresamente prohibido exhibir propaganda política en los colegios electorales.

También en la menor de las Pitiüses, los candidatos votaron con normalidad a excepción de Cristina Costa, que optaba a entrar en el Consell por Compromís amb Formentera. Costa depositó su voto al Consell en la urna del Parlament. Nerviosa, preguntó si era válido y le confirmaron que sí y que luego en el recuento se incorporaría el sobre blanco en su zona correspondiente.

Por otro lado, algunos de vecinos de ses Figueretes sí que sufrieron incidencias, aunque en algún caso vivieron una auténtica odisea para poder depositar su voto en las urnas.

Como los habitantes de Cala de Bou, también se habían quedado sin colegio electoral en el barrio. Según su domicilio concreto (calle y número), debían acudir a uno de los tres colegios que absorbían los votantes de aquella zona.

Sin embargo, decenas de ellos se personaron al colegio que indicaba la tarjeta censal recibida días atrás y se encontraron que no podían votar.

Nadie era capaz de localizar en qué mesa debían depositar su sufragio. En muchos casos, los interventores y apoderados de las formaciones políticas asistían a los vecinos utilizando los carteles informativos o la aplicación disponible en la página web del Ayuntamiento de Vila.

La mayor parte de casos fueron resueltos. No fue así en el de Eusebio, vecino de la calle País Vasco. Debía acudir a Sa Bodega y recorrió todas las mesas varias veces. De una le mandaban a la otra, y de ésta, a una tercera, que le remitía a la primera. «Mire en la sala del al lado», le dijo la apoderada de un partido. «¡Si venía de allí!», exclamaba el vecino, con notables dosis de enojo y cinismo.

Con filosofía, volvía a la primera sala. Le indicaban que, de nuevo, fuera a la segunda. Dos interventores consultaron la aplicación del Ayuntamiento. No constaba. «Áunque tarde dos horas, pienso votar», decía. La escena se tornaba kafkiana, cuando un miembro de la mesa le indicaba que debía ir a Es Cantó. «¡Cómo!». Ya no daba crédito. «No, perdone, debe ir al Cetis», corregía el primero. Armado de paciencia, abandonaba Sa Bodega para dirigirse a las oficinas municipales. No fue el único caso, pero los presentes aseguraron que la mayoría pudo resolverse.