El escultor junto a algunas de sus obras en Can Tixedó.

Gustavo Eznarriaga (Madrid, 1955), se licenció en la Facultad de Artes Plásticas y Ciencias del Arte de la Universidad de París (Pantheon-Sorbone) e inmediatamente comenzó a trabajar en diferentes talleres de escultores afincados en París, como Subirà-Puig, Manoni, Condé o Zorco. En 1977 se traslada a Eivissa, lugar donde establece su taller y el lugar donde sigue esculpiendo actualmente.

Ahora, y hasta el próximo 13 de agosto ofrece una nueva exposición en Can Tixedó, situado en el kilómetro 5 de la carretera que une Sant Rafel con Santa Agnès. En dicha muestra nos sumergimos en el mundo imaginario de este artista, desde lo figurativo y realista con personas, animales o plantas, hasta lo surrealista, onírico y abstracto con criaturas mitológicas propias como el Grifo sin alas, fantásticas como el Pájaro escribano, o como una simbiosis entre lo reconocible y lo simbólico como La mandrágora. Según el propio artista se trata de dos percepciones distintas, «la del mundo, la de la seriedad de lo rutinario y del pasado y la de la alegría que debería ofrecer el futuro y lo desconocido».

Distintas maderas

Para la elaboración de sus obras de distintos formatos, Gustavo Eznarriaga emplea varios tipos de maderas, cada una de ellas trabajadas de diferente modo según su dureza y textura. En algunas deja al descubierto el grafismo de sus vetas y en otras pule el material hasta conseguir acabados minuciosos y sorprendentes. Establece un diálogo con cada pieza, «enfrentándome con su carácter, como el del caprichoso pino o el generoso olivo, hasta descubrir la figura que se encuentra en su interior».

Algunas obras las tiñe con vivos colores y otras las enriquece con la inserción de otros materiales. Destaca, sobre todo, la incorporación de ojos de cristal recuperados del laboratorio oftalmológico de un familiar lejano, que nos hipnotizan con su mirada penetrante…

Según el propio escultor emplea maderas recogidas directamente de la naturaleza de la isla como el enebro o la sabina, siempre respetando la normativa vigente de protección del medio ambiente, fragmentos desprendidos, como troncos o ramas, o ejemplares importados como el bosse o el cedro.

La conjunción de técnica e imaginación confieren a la obra del artista madrileño un estilo propio y único en donde transciende lo cotidiano para convertirlo en una obra de arte que se sumerge en el mundo irreal para trasladarnos a un paraíso propio y singular.

La exposición Esculturas de Gustavo Eznarriaga permanecerá expuesta en Can Tixedó hasta el 13 de agosto.