Para el turista que visita Eivissa puede pasar desapercibido. Pero este callejón que une la Avenida de España con la Vía Púnica es camino obligado para los vecinos que viven en el barrio. Una puerta entreabierta del único local abierto del pasaje Bartomeu Escandell Ribas nos conduce a la floristería Eivissa donde nos recibe María Salvador, que estos días previos a la celebración de Todos los Santos no tiene ni un minuto para charlar. Sin parar de montar un ramo de rosas, nos habla de su marido, fallecido en 2007 a los 60 años. Más conocido como Xumeu de ses flors, el florista que ahora le pone nombre a la calle donde vivió y trabajó durante casi 30 años era un hombre muy popular y querido en el barrio de sa Capelleta. Su hijo, Jordi Escandell, lo define como «una persona de la calle» y lo recuerda «siempre alegre, dispuesto a hacer cosas y a echar una mano a quien lo necesitara».

Xumeu, según cuenta su hijo, era el relaciones públicas de la floristería y quien se encargaba realmente del trabajo diario era su madre. Siempre dispuesto a montar una fiesta, no era raro verle en el pasaje preparando una «torrada» con gente del barrio. Xumeu promovió la campaña «Sa capelleta surt al carrer», en la que un dia a la semana los comerciantes de la zona montaban sus puestos en la calle.

Ahora las paredes de este recóndido callejón son el lienzo donde pintan algunos grafitteros pero, en un pasado no demasiado lejano, era una fiesta liderada siempre por Xumeu. Sin él, los que le conocían dicen que el pasaje se ha quedado vacío. En la actualidad, solo la animan los clientes del bar Pintxo’s que acuden a tomar algo sobre todo los jueves después del trabajo.

Lejos quedan los tiempos en los que los niños jugaban en la calle. En la postguerra, algunos vecinos populares del barrio como Juanito, el propietario de Ca n’Alfredo, jugaban al fútbol con pelotas de trapo. Y hasta hace unos años los niños seguían pegando patadas al balón junto a los escalones del pasaje.

A Xumeu de ses flors, como recuerda su hijo, no le dedicaron la calle por ser un personaje ilustre pero pasará a la historia de la ciudad como una persona llana, alegre, que siempre decía «animaladas» como buen ibicenco. Una persona que predicó en vida la política del buen vecino y que dejó sin color un callejón que ahora luce en blanco y negro.