Imagen de Vicent Marí Serra.

Con tan sólo 36 años, Vicent Marí, ‘Palermet’, es uno de los mayores conocedores de la tradición y cultura ibicencas, así como de las técnicas artesanales que se han practicado durante siglos en la isla de Eivissa. Vive en Es Cubells, está casado y tiene tres hijos, de nueve, siete y seis años.

—Sorprende que alguien joven sepa tanto de la cultura y la tradición ibicenca... ¿De dónde te viene?
—De niño pasaba mucho más tiempo con mis abuelos que con mis padres y no se cuando empezó, ni cómo, pero me acuerdo que cuando me preguntaban qué me tenían que regalar para mi cumpleaños, les pedía una cosa antigua, si me regalaban cualquier cosa que fuera vieja como una herramienta, por ejemplo, me encantaba, me volvía loco. Mi abuelo hacía obra de esparto siempre en casa, tanto que acabo con la espalda curvada toda de una pieza con las vértebras soldadas, trabajaba todo el día. Y con mi abuela hacíamos un silo en miniatura y cocíamos carbón de verdad.

—¿Cómo te ganas la vida?
—Cuido de la finca Ses Hisendes de Cala d’Hort, propiedad de una compañía madrileña. La finca tiene dos millones de metros cuadrados, así que más que cuidarla lo intento. Es muy grande y preciosa.

—Además haces los talleres de esparto...
—Sí, y también estoy haciendo una pieza de esparto para el Museo Etnográfico de Santa Eulària y tengo que ir al Museo a restaurar las cubiertas, que son de arcilla. Tengo que reconstruir un horno que está en ruinas en Es Cubells. También tengo un molino de sangre para restaurar, se llama de sangre porque funciona con fuerza animal. Y para Es Trull de Can Roig, en Benimussa, también hace mucho tiempo que voy haciendo piezas.

—¡Vaya! Eres un manitas muy ocupado.
—Bueno sí, pero mi trabajo principal es la de la finca de Cala d’Hort y lo otro lo voy haciendo a ratos.

—¿Hay alguien más en Eivissa que sepa restaurar como tú lo haces?
—Bueno hay empresas, pero trabajar las técnicas tradicionales en madera, por ejemplo, cuesta. Hace falta que haya un relevo, yo soy joven pero cada vez soy más viejo.

—Pero los jóvenes ibicencos defienden mucho la cultura y tradición isleña no?
—Sí, pero para aprender las técnicas se necesita mucha dedicación, trabajo, tiempo y voluntad.

—¿Crees que la tradición ibicenca peligra ante la locura veraniega?
—No, yo creo que si la cultura payesa peligra no es por los turistas sino porque los naturales de aquí lo dejamos perder. Si tuviéramos turismo todo el año entonces quizás la gente no tendría tiempo para atender y cuidar la tradiciones ibicencas, pero no es el caso.

—O sea que ya va bien tener una temporada baja...
—Sí, por supuesto. Sinceramente, no creo que haya un interés real a desestacionalizar. Si se propusiera en serio habría más gente en contra que a favor. No se puede aguantar el ritmo de verano todo el año, aunque si se hiciera durante todo el año el ritmo sería más suave.

—¿Crees que hay algo en especial peligro?
—Lo que está más en riego son las variedades locales, los fruteros, la gente que lo conoce se muere y vamos a contrarreloj. Este verano trabajé en el Leader y fui a Sant Carlos a una casa de una mujer de 88 años que vivía sola y tenía cuatro variedades de tomate de colgar y pimienta blanca, esta mujer no lo había pasado a nadie esto y si muere, ya está, se pierde, no sabes qué variedades son o para que las hacían servir, y esto pasa contínuamente.

—¿Cual es tu lugar preferido de la isla?
—Cala d’Hort me gusta mucho, en la finca donde trabajo hace ocho años se ve perfectamente Es Vedrà y nunca me canso de estar. En esta época a la hora de la puesta de sol es como estar en el cielo.

—¿Y tu estación preferida?
—A mi me gusta la temporada baja, el calor como más viejo me hago, peor lo llevo.

—¿Has ido a alguna discoteca?
—Este verano fui a la fiesta de los 80 y ya está. Nunca he pisado una discoteca de estas grandes. De más joven había salido por Sant Antoni pero muy poco.