De padre ibicenco y madre valenciana, Sandra Planells disfrutó del honor de ser la fallera mayor en una jornada donde los valencianos que residen en Sant Antoni se sintieron mucho más cerca de su tierra. | Daniel Espinosa

Un aquelarre de fuego y pólvora remató anoche un fin de semana en que los descendientes de valencianos que viven en la isla impregnaron de espíritu fallero las calles de Sant Antoni con diferentes actos en recuerdo de su lugar de origen.

El monumento fallero, bajo el título Bon profit, llegó hace días desde Valencia a ses Variades en un contenedor procedente del taller del artista fallero Juanjo García, que viajó como todos los años a Sant Antoni para comprobar que sus esculturas de cartón piedra acababan convertidas en ceniza.

Como toda falla que se precie, la crítica y la sátira sirvió para retratar, entre otras escenas, un concurso de la internacional paella en el que un valenciano ocupa la tercera posición del podio tras un indio y un japonés. «Què anem a fer¿, el valencià no ha guanyat», dice el cartel que lo acompaña retratando así el carácter meninfot de los valencianos a los que todo les da igual. Tampoco faltaron referencias a Eivissa, con el ninot de una mujer con los pechos y genitales al aire tomando el sol en una playa cociendo clòtxines (mejillones) al vapor.

El artista fallero destacó la intensidad con la que se viven estas fiestas en Sant Antoni, normalmente la semana después de sus fiestas hermanas valencianas, en las que el monumento se planta al tombe, a la manera tradicional, sin grúas y entre todos los miembros de la comisión ‘La nostra falla’ creada hace 17 años por un grupo de valencianos y que actualmente cuenta con unos 70 socios.

La jornada empezó con la despertà que anuncia con petardos el inicio del día grande y siguió con la ofrenda a la patrona de los valencianos, la Mare de Déu dels Desemparats en la iglesia de Sant Antoni con la participación de medio centenar de mujeres vestidas de valencianas que depositaron sus ramos de flores frente a la Geperudeta. El pasodoble ‘Valencia’, interpretado por una charanga de músicos de la población valenciana de Carcaixent, puso ritmo a un acto religioso en el que participaron desde la valenciana Leo Bella, la mujer más mayor de Sant Antoni con 99 años de edad, hasta Miguel, un bebé de apenas una semana que nació el pasado Viernes Santo.

La tradicional mascletà también pudo dispararse a pesar de que la pólvora que tenía que llegar a Eivissa se quedó en el puerto de Dénia por unos problemas burocráticos. Al estilo más fallero, los miembros de la comisión hicieron una arreplegà y consiguieron reunir la pólvora necesaria para que la pirotecnia Ricardo Caballer pudiera rematar frente al colegio Cervantes ese espectáculo sonoro en el que cientos de petardos estallan hasta ensordecer al público.

La fallera mayor, Sandra Planells, hija de madre valenciana y padre ibicenco y representante el mestizaje de las fallas portmanyís, acabó la jornada completamente afónica por la intensidad de las fiestas hasta el punto que no pudo pronunciar la tradicional frase de «Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà». Su falta de voz la suplieron los piropos de los presentes a su paso y el grito de "Visca València».