Hace apenas dos semanas la OCU emitía un informe sobre el precio de los autobuses urbanos de las capitales de provincia españolas, del que se desprende que el coste medio por viaje, utilizando el abono mensual, es de 64 céntimos. Madrid tiene el transporte público más caro con 1,09 euros por trayecto bajo este supuesto, mientras que Albacete es la capital de provincia más barata con solo 30 céntimos por viaje gracias al abono mensual ilimitado que ofrece por 15 euros. En otro estudio, publicado en 2014, el billete sencillo más caro era el de Barcelona (2,15 euros) y el más barato, el de Logroño (72 céntimos).

Eivissa no aparece en el listado nacional, pero si lo hiciera tendría el dudoso honor de encabezarlo con amplio margen sobre el resto, como en muchas otras materias de igual o superior relevancia (vivienda o cesta de la compra, por ejemplo).

El transporte público de la isla es uno de los más caros y precarios de España. Su gestión se basa en un sistema de renovaciones sucesivas de unos contratos que nunca han surgido de procesos de concurrencia pública. Cuatro empresas realizan el servicio conocido como IbizaBus (Autobuses Voramar El Gaucho, Autobuses San Antonio, Autobuses Empresas H.F. Vilás y Autobuses Lucas Costa), a las que hay que añadir en verano Discobus. Entre todas ellas suman 50 líneas que enlazan los distintos núcleos urbanos (y algunas calas y discotecas, en temporada alta) de la isla.

Sin embargo, entre ellas no existe un régimen tarifario unificado, lo que hace que cada línea y cada trayecto tenga precios distintos y, en algunos casos, disparatados. La L9 que une Sant Antoni, Sant Josep y el Aeropuerto y la L24 (Cala Nova-Santa Eulària-Aeropuerto) son las líneas más caras, con un precio de cuatro euros por el trayecto completo. Los billetes sencillos más económicos se pueden adquirir por 1,55 euros, pero se trata de rutas cortas dentro de un mismo municipio. El precio medio del billete individual se sitúa en 1,65 euros, pero no permite hacer transbordos o cambiar de autobús. En la isla no existe el tradicional bono-bus mensual o tarjetas corrientes de descuento (diarias o por 10 viajes) como en las principales ciudades.

La única fórmula alternativa para ahorrar algo de dinero es la tarjeta monedero, que tiene un coste de activación de tres euros que obliga a realizar recargas de entre 10 y 25 euros. Este billete no se puede pasar más de una vez cada 20 minutos. Para colmo, el crédito adquirido caduca al mes de haberlo comprado y el dinero ‘perdido’ va a parar directamente a las compañías concesionarias. Con esta tarjeta ‘ahorro’ el viaje puede salir a 80 céntimos, siempre que no caduque el crédito. Pero hay más. En Eivissa se da una circunstancia cuanto menos curiosa. Al no existir una estación de autobuses con atención al cliente, el usuario que desee adquirir una tarjeta monedero tiene que rellenar un documento y entregarlo al conductor, con el que hay que volver a coincidir días después para que nos entregue el abono. Surrealista.

Mención aparte merece la frecuencia de paso de la mayoría de líneas, que en invierno se sitúa de media en 60 minutos. Las líneas más buscadas son la L10 (Aeropuerto-Eivissa), que en verano pasa cada 15 minutos y en invierno cada 30; la L-9 (Aeropuerto-Sant Antoni), cada 60 minutos en verano y sin servicio en invierno; la L-24 (Aeropuerto-Santa Eulària/Es Canar), cada 60 minutos en verano y sin servicio en invierno; la L-3 (Eivissa-Sant Antoni), en verano entre 15 y 30 minutos según día y hora y en invierno entre 30 y 60 minutos; y la L-3B (Sant Antoni-Platja d’en Bossa), que está solo operativa en verano ajustada al horario que marcan las fiestas de Ushuaïa Beach Club y Space Ibiza.

La administración

¿Y qué dice el Consell d’Eivissa de todo esto? Hasta finales de 2018, fecha en la que expiran las cuatro concesiones, más bien poco. En su propuesta por cambiar el modelo de movilidad y reforzar el transporte público de la isla, el ejecutivo progresista estudia la viabilidad de crear una empresa pública o bien volver a licitar las concesiones, pero ya adecuadas a las necesidades reales. Para ello, desde el departamento de Mobilitat consideran fundamental poner en marcha la integración tarifaria, que permitirá disponer de datos objetivos como el número exacto de pasajeros de cada línea, la ubicación de cada autobús en cada momento, el número de pasajeros que lleva (y, por lo tanto, de asientos libres), dónde ha subido cada uno de ellos y con qué título de viaje.

El número aproximado de viajeros al año es de cuatro millones, cifra nada desdeñable a pesar de las condiciones en las que se ofrece el servicio. Fuentes del gabinete insular lamentan que las empresas de transportes «se han negado a instalar un sistema de recuento objetivo» lo que obliga al Consell a «fiarse de las cifras que aportan, normalmente a la baja para poder pedir más dinero en las líneas que funcionan por ‘contrato-programa’».

A lo largo de este año el ejecutivo pretende instalar en todos los autobuses el sistema de integración tarifaria que cede gratuitamente el consorcio de transporte del Consell de Mallorca. Sin embargo, fuentes próximas al servicio denuncian que hay conductores que han quitado las máquinas de sus autobuses para retrasar el proceso y encarecerlo. «Si los tuvieran ya instalados bastaría con poner el software que nos cede Mallorca, así en cambio hay que comprar aparatos nuevos... Pensábamos que estaría todo hecho para antes del verano, pero ahora vemos que quizá no lo logramos y se prolongue unos meses más la cosa», lamentan.

La integración tarifaria es la base para la creación de los nuevos bonos de viaje que PSOE-Podemos/Guanyem lleva en el programa de gobierno, con abonos mensuales ilimitados para residentes, títulos de viaje con descuentos para turistas (para reducir los coches de alquiler y los consecuentes atascos) y los descuentos para estudiantes, jóvenes y parados. A día de hoy el único abono que existe a parte de estos títulos de viaje es la ‘tarjeta daurada’, gratuita para los jubilados. El objetivo a medio plazo es exonerar también del pago a las personas en situación de pobreza.

También el proyecto Smart Island prevé la instalación de paradas de autobús inteligentes donde los usuarios podrán conocer en tiempo real la situación del autobús, el tiempo de espera, los asientos libres y todo tipo de incidencias. Actualmente el turista que viaja en el transporte público de la isla no cuenta con ningún tipo de información sobre su parada de destino, por lo que es habitual que sea el propio conductor quien le informe de dónde se debe apear.

LAS CIFRAS

1,65

Precio medio por billete. El precio mínimo de los viajes de corto recorrido es 1,55 euros, mientras que los de media y larga distancia parten de los dos euros y pueden llegar a cuatro.

2

Sant Antoni-Vila. El trayecto completo por desplazarse de Sant Antoni a Eivissa, pasando por Sant Rafel, cuesta dos euros igual que la ruta que une Eivissa con Santa Eulària.

3,50

Aeropuerto. El precio de la L10, que une Eivissa con el aeropuerto, asciende a 3,50, pero hay un truco: subir o bajarse en la Ponderosa, a escasos 300 metros, reduce el coste a la mitad.

cuatro

Millones de viajeros. Aunque el Consell d’Eivissa carece de datos concretos, el número aproximado de usuarios del transporte público de la isla es de 4 millones al año.