Los propietarios del restaurante La Solera nos reciben con el semblante serio y muestras de rabia contenida por la decisión del Ayuntamiento de Vila de reducir las terrazas de los locales de la plaza de la Tertúlia en cumplimiento de lo que señala el Plan Especial de Protección y Reforma Interior (PEPRI) de Sa Penya y la Marina del año 1989.

La aplicación estricta de esta norma tendrá como consecuencia una reducción inicial del 10 por ciento del espacio que ocupan las terrazas que, en el caso de La Solera, al ser la más grande de la plaza, será del 40 por ciento. «De 20 mesas vamos a pasar a 12 y, con el recorte que quiere hacer el ayuntamiento en el futuro, solo podríamos poner cuatro mesas y tendríamos que cerrar», cuenta Antonio Sánchez, uno de los dueños de este emblemático restaurante del puerto que comenzó a servir tapas hace 62 años en un kiosko portátil que se instalaba en los andenes.

Negocio familiar

Su cuñada Margarita Molina recuerda que este negocio familiar, fundado por sus padres en 1954, da de comer a 20 familias: las de los dueños y 12 trabajadores más, algunos de los cuales llevan trabajando para ellos más de 30 años. «Lo peor de todo es que supimos de esto por un empleado que se enteró por la calle el mes pasado. Pedimos reunirnos con la concejala de Comercio, Gloria Corral, que nos dijo que no nos preocupáramos porque este tema tenía que pasar antes por el PEPRI y podríamos hacer alegaciones», relató.

Su sorpresa fue cuando el miércoles recibieron la llamada de la concejala para comunicarles que la reducción de las terrazas ya estaba aprobada. «Nos sentimos engañados por el ayuntamiento porque no ha habido consenso ni han contado con nosotros para nada. No conocen la realidad de la gente que trabaja en esta plaza», lamentó Margarita.

El PEPRI, una ley desfasada

Los dueños de la Solera creen que el PEPRI es una ley «desfasada» que fue aprobada hace casi tres décadas y que no se ajusta a la realidad actual: «Fue aprobada cuando aquí había un colegio, las niñas jugaban en la plaza y todo eran viviendas. Si ahora no hubiera terrazas o locales abiertos aquí no vendría nadie, como pasa en invierno».

El restaurante no tiene espacio en su interior para poner mesas y el pasado 1 de mayo, como todos los años, abrió sus puertas sin haber recibido el permiso para instalar la terraza. «Han esperado a que la temporada esté empezada para tomar la decisión, cuando ya habíamos contratado a toda la plantilla que son fijos discontinuos».

Antonio añade que las aglomeraciones en verano se registran en los andenes del puerto. «Si se cumplieran los límites de las terrazas, aquí no se formarían tapones porque se han establecido más de dos metros para que pase la gente entre local y local». Según los dueños de La Solera, lo que debería hacer el consistorio es «velar para que todos los locales cumplieran con las medidas de las terrazas». «Nosotros en 62 años no hemos tenido ni una sola denuncia», apostilló Margarita.

Además, recuerdan que en los años 80, los coches podían circular por la Tertúlia y el ayuntamiento propuso a los comerciantes de la plaza que pusieran dinero para hacer las obras.

«Nosotros solo queremos que nos dejen trabajar y se ha creado un problema donde no lo había», explican impotentes los dueños de este establecimiento. Margarita sentencia: «Nos sentimos inseguros, con la espada de Damocles sobre la cabeza y la amenaza de que el año que viene recortarán más. Hoy estás bien y mañana mismo una firma puede acabar con tu negocio».