La misa se celebró al aire libre, a los pies del monumento del Corazón de Jesús, y fue presidida por el obispo de Eivissa, Vicente Juan Segura. | Toni Escobar

El olor a incienso corría colina abajo ayer durante la misa celebrada en el Corazón de Jesús de Eivissa. Un encuentro que reúne cada año a decenas de fieles que suben hasta lo alto de Montecristo, mirador por excelencia sobre el que se divisa toda Dalt Vila. La de ayer fue una cita ineludible para los creyentes, cuando se da comienzo el mes de junio en el que los católicos celebran el mes del Corazón de Jesús.

La misa fue oficiada por el obispo de Ibiza y Formentera, Vicente Juan Segura, quien relató brevemente la historia de este monumento, de 23 metros de altura y visible desde varios puntos de la isla, que fue construido gracias al obispo Antonio Cardona Riera, durante la Guerra Civil, en agradecimiento a los vecinos que le ayudaron y escondieron para que evitar que lo asesinaran a él y al resto de sacerdotes.

De esta manera, durante la misa al aire libre y celebrada a los pies del Monumento del Corazón de Jesús, el obispo de Ibiza y Formentera explicó que, al igual que escribe en sus artículos de los domingos en este Periódico, «el mes pasado insistía en que era el mes de María, pero este mes el mes del Corazón de Jesús». Además, también recalcó: «Este año quiero destacar, con alegría y responsabilidad, que estamos celebrando el año jubilar de la misericordia. Qué hermosas serán Ibiza y Formentera si viven, disfrutan y transmiten la misericordia de Dios».

Al término de la misa, que se procedió a la tradicional procesión, encabezada por el obispo y los sacerdotes y cerrada por la Agrupación Musical Santo Cristo Yacente. En esta ocasión fue un recorrido más breve que otros años, ya que, por motivos de seguridad, y debido a que no se había cortado la carretera y los coches tuvieron acceso hasta la parte de arriba, en lugar de llegar hasta abajo la procesión tuvo que llegar hasta la mitad del recorrido, donde el obispo dio la bendición a los feligreses en el altar preparado y, tras su regreso al Corazón de Jesús, se dio por concluido el acto religioso.