En esta imagen de la playa de ses Salines coinciden cuatro vendedores de refrescos, moda y complementos. | DANIEL ESPINOSA

La afluencia masiva de turistas a las playas y calas con mayor renombre de la isla ha avivado la presencia de vendedores ambulantes, quienes comercian de manera ilegal con todo tipo de productos; desde alimentos, como fruta y sandwiches, a bebidas o complementos de moda y otros artículos de playa.

El litoral sur de Sant Josep es uno de los espacios preferidos para estos grupos de vendedores, que ya desde el pasado mes de mayo operan en zonas como Platja d’en Bossa o ses Salines con notable asiduidad, para desesperación de los comercios y establecimientos reglados de la primera línea de playa.

En la costa más conocida del Parque Natural de ses Salines se multiplican los mercaderes irregulares, mucho de los cuales pertenecen o son cautivos –como ocurre en el mundo de la prostitución– de grupos organizados a quienes deben obediencia. Otros muchos ven en la venta de refrigerios o artículos y accesorios de moda una oportunidad laboral o el único modo de llevar ingresos a casa. En concreto, para los inmigrantes sin papeles es su único modo de subsistencia. O eso o trabajar en negro para terceros.

Sin embargo, este tipo de venta ambulante no ofrece ningún tipo de garantía sobre sus productos; tampoco superan controles de calidad alimentaria ni pagan impuestos por su actividad, por lo que incurren en un agravio respecto al resto de empresarios y comerciantes y son perseguidos, no siempre con éxito, por los ayuntamientos de la isla a través de sus cuerpos de policía en coordinación con la guardia Civil.

Este año, especialmente, los comerciantes de ses Salines denuncian que en lo que va de temporada todavía no se han producido batidas o redadas contra la venta ambulante. En uno de los comercios afectados reclaman mayor presencia policial: «No ha venido la policía en todo el verano. Campan a sus anchas [los vendedores ambulantes] y ni un día han venido a por ellos. Tantos los africanos como los sudamericanos van por la playa molestando a los turistas, y la policía sin venir», critica la tendera de este negocio, quien achaca esa ausencia de seguridad al altercado del pasado verano que derivó en la dimisión del jefe de Policía de Sant Josep por liberar a un detenido cuando, presuntamente, se vio intimidado por una treintena de vendedores ambulantes.
«Fueron del primer kiosco de la playa a hablar con el alcalde y les dijo que este año no les haría nada [a los vendedores ambulantes]», apunta al respecto la vendedora.

Mientras tanto, desde las 11 de la mañana comienza el trajín en ses Salines, con multitud de grupos de vendedores ambulantes cargando sombreros, gafas de sol, pareos, neveras con botes de bebidas, bandejas con macedonia de fruta, incluso vestidos, bikinis y otros complementos que ofrecen a los veraneantes a precios más reducidos que en las tiendas. «Ahora vienen cargadísimos, como saben que no les controla nadie...», inciden desde los comercios aledaños.

Competencia desleal

Aunque los comerciantes consultados destacan el trato amable y risueño de algunos vendedores ambulantes, sobre todo «los africanos», recuerdan que están ejerciendo una competencia desleal. «Esto claro que me afecta a mí y al Estado, porque yo pago unos impuestos y ellos no y lo pueden vender más barato. Tenemos trato con ellos y son simpáticos, pero las ventas claro que han bajado porque cada día hay más», indica la dependienta.
El presidente de la Asociación de Empresarios de ses Salines, Alberto Ribas, confirmó que existe «una gran preocupación» entre los asociados por el «aumento» de la actividad ilegal respecto a otros años. «La situación es bastante mala porque quitan mucha clientela a nuestros negocios», precisó.

Finalmente, personal de uno de los conocidos chiringuitos de la playa de ses Salines denunció la nula presencia policial en la zona. «Luego quieren que alarguemos la temporada, pero no hay seguridad, ni socorristas... Esto es la playa sin ley». Lamentan que «cada vez hay más vendedores ambulantes», con los riesgos sanitarios que conlleva –la venta de alimentos– y la «competencia desleal» que supone respecto a sus negocios: «Nosotros tenemos las cocacolas a 3,50 o 4 euros y ellos las venden a 1 o 2 euros. Venden hasta bocadillos con mayonesa; el día que se carguen a uno, a ver qué pasa».