María Teresa Gregorio y su pequeña Karla María llegaron ayer a Eivissa entre la alegría de sus familiares que les esperaban en el aeropuerto de Es Codolar. | Toni Escobar

«Hasta que no hemos pasado todos los controles en Moscú y nos han sellado los documentos no he respirado tranquila. Después, al aterrizar en Eivissa hemos roto a llorar porque hemos sufrido mucho». Así expresaba María Teresa Gregorio los intensos momentos vividos durante la jornada de ayer junto a su pequeña Karla María y su madre María. La felicidad y el reecuentro familiar fue completo cinco minutos antes de las 21 horas, cuando su padre, Carles, entraba en la terminal para conocer y abrazar a su nieta.

«Me han faltado seis días para cumplir un año en Rusia pero lo importante es que ya estamos aquí, en casa, en familia», señaló una emocionada Teresa, minutos después de tomar tierra en Evissa junto a su pequeña y su madre.

Faltaban unos minutos para las 21 horas cuando el vuelo procedente de Moscú con escala en Barcelona llegaba a Es Codolar. María Teresa Gregorio Roig y su hija Karla María cruzaban el arco de llegada del aeropuerto. Ahora sí, madre e hija estaban en casa. Se ponía punto final a un calvario de casi un año, 359 días, retenida en Rusia. La expectación mediática era máxima y Matería Teresa atendió a la prensa tras el reecuentro con su padre.

Teresa apuntó que a principios de mes le comunicaron que la solución al problema era inminente y que ha sido el gobierno ruso el que desbloqueó la situación. «Para el gobierno ruso soy la madre de Karla María».

«Han sido unos meses algo duros porque me sentí desprotegida», indicó Gregorio, quien hizo un llamamiento a las autoridades españolas para que ayuden a una familia balear que llevan dos años en una situación similar a la suya.

María Teresa agradeció el trabajo de los abogados que le han ayudado en todo este largo proceso judicial y administrativo.

El futuro inmediato pasa por arreglar, hoy mismo, los papeles de Karla María, «disfrutar de la familia, del inminente cumpleaños de mi hija» y también de otras pequeñas cosas como comerse una paella o un pescado.

Por su parte, Carles, el abuelo de Karla María, estaba «muy emocionado porque he conocido a mi nieta y besado a mi hija después de un año».

Gregorio llevaba desde el 29 de junio de 2015 atrapada en Moscú debido a la imposibilidad de obtener un documento de viaje o salvoconducto para la niña, nacida el pasado 7 de julio.

María Teresa, de 47 años, viajó hace dos años a Rusia con un deseo: ser madre a través de un vientre de alquiler. Anteriormente, esta empresaria ibicenca había intentado la adopción en Nepal y China a través del Consell de Ibiza y del Govern Balear, pero sus intentos no tuvieron éxito. Después de nueve años, en 2014 decidió acudir a una empresa para tramitar el nacimiento de la pequeña en Rusia.

María Teresa abonó 81.575 euros por todo el procedimiento, montante que incluía los gastos de la madre gestante y donante, los gastos médicos y los honorarios de la agencia. Sin embargo, cuando la niña le fue entregada se encontró con la negativa consular de viajar con ella a España porque no acreditaba vínculo genético con la menor. La situación de la ibicenca era extremadamente vulnerable ya que el visado a extranjeros no podía prolongarse más de 90 días seguidos durante un periodo de 180 días.

María Teresa sobrepasaba ampliamente estos plazos y podía ser expulsada de inmediato de Rusia, además de ser condenada a una multa administrativa y a la prohibición de entrada en Rusia durante 10 años, lo que le obligaba a abandonar a su hija en un orfanato.

«Sólo regresaré a Eivissa con mi hija», subrayaba en todo momento la ibicenca. Ayer, insistió en que no se arrepiente de nada. «Volvería a hacerlo porque Karla está aquí», subrayó una orgullosa madre.