La llegada del mes de agosto pone a prueba la respuesta de las infraestructuras y servicios de la isla ante el aluvión de turistas y, sobre todo, de vehículos que desde mayo han elegido las Pitiüses como destino vacacional.

Entre los principales desafíos a los que se enfrenta la isla se encuentran la seguridad –la oleada de robos en viviendas cuenta con aliados dentro incluso de los cuerpos del Estado, lo que faltaba–, la limpieza –en núcleos como Vila la nueva contrata no está respondiendo a las expectativas–, o el abastecimiento y la depuración del agua –Sant Jordi y Platja d’en Bossa siguen sin estar conectados al anillo de desaladoras y tampoco se han iniciado las obras del nuevo emisario de Vila–.

Pero no son, ni de lejos, los únicos retos en una temporada de récord en materia turística. El colapso en Urgencias de Can Misses, la falta de control frente a la inagotable oferta ilegal –venta ambulante, taxis piratas, alquileres abusivos, fiestas donde se cometen todo tipo de irregularidades–, las infracciones en materia de ruidos, horarios, fondeos, circulación, etc., representan todos esos activos que observan con lupa nuestros visitantes.

Parece claro que el turismo es el principal motor económico de nuestras islas, pero si no queremos matar a la gallina de los huevos de oro va siendo hora de poner coto a los excesos, de cualquier tipo.

Cuando en primavera nuestros políticos y empresarios se frotan las manos con esas desorbitadas cifras de llegadas de pasajeros, quizás habría que pensar si hay camas suficientes para todos ellos. De nuevo la falta de inspección y registro permite que cada vez un mayor número de visitantes acuda a la oferta de alojamiento irregular, con el caos y el colapso que ello conlleva.

Si de verdad queremos apostar por un turismo de calidad, respetuoso con el entorno y con las normas establecidas, es obligación de nuestras administraciones establecer las herramientas necesarias que garanticen la viabilidad de los servicios y las infraestructuras de la isla. En Eivissa todos somos conscientes de la cantidad de sanguijuelas y ratas mezquinas que solo buscan enriquecerse a costa de la marca Eivissa, un sello que acabará muriendo de éxito mientras quienes trabajamos y residimos aquí asistimos impotentes a su defunción.