Carmen Fano, nuestra aspirante a Sardina Negra de esta semana, es de esas personas que uno jamás pensaría que tiene la edad que tiene. Cercana a cumplir los 70 años, la presidenta de la delegación de Unicef en Eivissa desde 1995 es un perfecto ejemplo de vitalismo, alegría y eterna juventud. Y es que esta vasca nacida en Bilbao y que se asentó en la isla hace casi 45 años después de casarse con un ibicenco, sigue fiel a su rutina diaria que consiste en seguir ayudando a los niños más necesitados del mundo, cuidar su casa y hacer pilates, baile y desde hace algo más de un año Yoga Chi Kung.

Por ello no es extraño que Carmen Fano nos reciba en la sede de Unicef, en el edificio que tiene Cruz Roja en la avenida España de Eivissa, vestida como una modelo de catálogo. Es más, gracias a su traje sencillo amarillo, sus gafas de sol a la moda, sus complementos, su bronceado y su sonrisa radiante, esta amante de la historia novelada y del concierto de Año Nuevo de la ópera de Viena, se convierte por momentos en una Brigitte Bardot a la ibicenca ante el objetivo de nuestra cámara junto a la estatua de la payesa que hay a la entrada del edificio. Son los prolegómenos de una entrevista divertida y seria donde nuestra aspirante a Sardina Negra hace un repaso de su intensa vida, de la historia de Unicef que en noviembre cumple 70 años y de la grave situación que viven muchos niños del mundo.

—Le tengo que hacer esta pregunta. ¿Cómo hace para tener siempre esa sonrisa?

—( risas). Pues no lo sé. Pienso que es mi forma de ser. Eso sí, también como todo el mundo tengo momentos en los que estoy triste pero los soluciono poniéndome delante del espejo y diciéndome:

‘Carmen esto no puede ser’. En fin, que intento ir por la vida de forma alegre aunque arrastre algunos problemillas.

—Vale. Y ahora dígame, ¿cuál es el secreto de su eterna juventud?

—(risas). No estoy de acuerdo con eso de la eterna juventud porque ya me empiezan a pesar los años. Pero tal vez el secreto sea que en mi vida no hay tiempo para el ‘sofing’. Nunca me ha gustado acomodarme y, por eso, me encanta leer y hacer ejercicio.

—¿Y qué practica?

—Yo he sido deportista aficionada toda la vida. Cuando era jovencita bailaba, jugaba al tenis y patinaba hasta que lo tuve que dejar. Ahora voy al gimnasio todos los días para hacer Pilates y desde hace algo más de un año he descubierto el Yoga Chi Kung. Me encanta porque me sirve para aplacar toda la energía que siempre llevo en el cuerpo y me enseña a respirar y a relajarme. ¡Ah!, y también desde hace un año he recuperado mis clases de baile (risas)

—Y además es la presidenta de la delegación de Unicef en Eivissa. ¿De dónde saca el tiempo?

—Pues ni yo misma lo sé. Lo bueno es que aquí, en Unicef, ahora no tenemos un horario fijo así que vamos viniendo cuando podemos salvo cuando hay una emergencia urgente y tenemos que ponernos manos a la obra para ayudar. Eso sí, junto a mis chicas voluntarias tenemos mucho trabajo, sobre todo el que no se ve, porque entre otras cosas hay que reunirse con mucha gente para recaudar fondos y sacar adelante campañas.

—¿Tanto trabajo hay?

—No se puede ni imaginar. Por un lado ya estamos trabajando para preparar los actos con los que celebraremos en Eivissa el 70 aniversario del nacimiento de Unicef, hablando con unos y con otros, y por otro porque desgraciadamente no paran de llegarnos noticias de niños en apuros por todo el mundo. Es increíble lo que está pasando.

—¿No cree que todos esos problemas y situaciones de emergencia deberían darse a conocer a nuestros niños y adolescentes?

—Por supuesto. Los niños españoles están muy mal acostumbrados. Está claro que la crisis ha provocado pobreza en España y que ésta está creciendo en Balears pero no hay nada comparado a lo que se vive en Siria, Asia o África. Además, en ocasiones no tenemos la memoria suficiente.

—Eso es muy habitual en España pero en este caso, ¿por qué lo dice?

—Porque aunque no lo sepan ni siquiera algunos expertos de Unicef nosotros también fuimos durante mucho tiempo un país receptor de ayuda. Unicef se creó después de la Segunda Guerra Mundial para ayudar a los niños en problemas de los países que habían sufrido el conflicto y uno de ellos fue precisamente España. Aquí después de la Guerra Civil se pasó muy mal y yo se lo digo porque lo viví. Yo fui una niña de la postguerra que se alimentó con la famosa leche en polvo de los americanos y el queso amarillo que venía en latas. Tenía ocho años y aún me acuerdo como si fuera ayer.

—Una cosa. Mucha gente cree que usted es de Eivissa pero no es así. ¿Dónde nació?

—Es verdad. Llevo tanto tiempo en la isla que muchos creen que nací aquí pero no es así. Soy de Bilbao pero como mi madre era de Santander también pasé veranos de mi infancia en esta ciudad. Además, viví allí unos cuantos años cuando entré a trabajar en la delegación de Lloyd register of shipping en España. Y allí, fíjate tu, conocí a un ibicenco que trabajaba en la Escuela de Ingenieros y surgió el amor.

—¿Y de ahí se vino a Eivissa?

—Sí, pero antes yo ya había venido dos veces de vacaciones e incluso me alojé en el Hotel Montesol antiguo. Pero sí, después de casarme vinimos la isla y aquí nacieron mis dos primeras hijas, Carmen y Olga. Pero después mi vida dio muchas vueltas. Nos mudamos a Tarragona porque mi marido trabajaba en la central nuclear de Ascó y allí nació mi tercer hijo, Toni, y después pasamos unos años maravillosos en La pobla del Segur, en el Pirineo de Lleida. Me encantó aquella experiencia porque vivíamos en plena naturaleza, tanto que mis hijos tenían cara de yogur (risas). Y ya sí, luego volvimos y fíjate, con la tontería casi van a ser 45 años en la isla.

—Unicef parece que no será lo mismo sin usted. ¿Cuándo entró en la organización?

—Bueno siendo joven ya había trabajado con asociaciones. Antes ya colaboraba con las escolas en la Pobla del Segur y con Cruz Roja después de hacer unos cursillos de socorrismo que me encantaron. Pero mi relación con Unicef comenzó gracias a una amiga, la segunda presidenta de Unicef en Eivissa, María Ángeles Viñets, quien entró en sustitución del comandante de Marina José Bermejo de Blas. Ella me habló muy bien de la organización y al final en 1993 me acabó convenciendo de que entrara y enseguida me enganchó porque sobre todo éramos una colla de buenos amigos que teníamos un objetivo común muy bonito: pelear por mejorar la vida de los niños del mundo.

—Y de ahí a la presidencia. ¿Desde cuando lleva en el cargo?

—Desde 1995. Entré sustituyendo a Eladio Merino, que era entonces el presidente y que no podía más porque no podía compaginarlo con su trabajo como doctor. Y aquí sigo porque no hay golpe de estado ni nada.

—Además ha tenido la suerte de conocer proyectos sobre el terreno...

—La verdad que sí. Eso fue todo un privilegio. Tuve la suerte de viajar a Ecuador con quince personas de toda España y te puedo asegurar que aquella experiencia me cambió la vida. Fue antes del terremoto, en el momento en el que casi todos los ecuatorianos emigraban a España dejando a sus hijos al cargo de sus abuelos.

—¿Qué zonas visitó?

—Estuve en Cuenca, una provincia andina rural donde se hicieron varias escuelas y donde los niños nos recibieron como si fuéramos los reyes magos. Eso es algo que se me quedó grabado para toda la vida. Además estuvimos en Esmeraldas la zona que luego quedó más afectada por el terremoto.

—¿Y cómo se le quedó el cuerpo al verlo después?

—Se me cayó el alma al suelo. Pero se veía venir viendo las calles y las construcciones. Cuando estuvimos me recordó a aquellas aldeas de las películas del Oeste con los carromatos de madera.

—Escuchándola parece que aún le queda cuerda para rato...

—Hombre pero ya estoy muy vista (risas). El problema es que no parece que haya relevo, sobre todo entre los jóvenes de Eivissa.

—¿Y eso?

—Porque es muy difícil. Para ser voluntario es necesario mucho tiempo y hoy, entre los jóvenes, eso es complicado. La mayoría está terminando sus estudios y entre sus prioridades está encontrar un empleo para intentar salir adelante. Es comprensible.

—¿Entonces como cree que podríamos solucionar este problemón que tenemos entre manos?

—Es complicado porque no paran de surgir conflictos por todos los lados. Y en ellos, siempre los niños son los más afectados.

—Habrá que ser optimistas. Alguna cosa se podrá hacer...

—(risas). Bueno, por ejemplo, cumpliendo los pactos de la infancia y de momento en Balears se está cumpliendo. Además, tenemos la suerte de que Santa Eulària sea el primer municipio de todo Balears catalogada como ciudad amiga de la infancia. Y he de decir que lo están haciendo muy bien. Pero creo que lo más importante sería que ongs como Unicef dejaran de existir. Eso si que sería una gran señal.

EL TEST

Un libro

Me gusta la historia novelada y el último que me ha encantado es El amante japonés de Isabel Allende

Una película

Dos me han marcado: Sisí emperatriz y Doctor Zhivago

Una serie

Isabel

Un grupo o un cantante

No soy muy de grupos porque lo que me gusta en sí son las melodías y los estilos como el jazz, el blues o la ópera

Un color

El negro. Lo utilizo como una coraza cuando estoy un poquito mal

Un plato de cocina

No soy muy comedora así que me quedo con bocadillo de jamón o anchoas fritas

Un deporte

Patinaje o danza

Un viaje que nunca olvidará

El que hice a Ecuador

Un lugar de la isla donde se perdería

Dalt Vila de noche, en invierno y con luna

Una manía

La limpieza en casa, que no me traigan arena o el orden

Un defecto

Tengo muchísimos

Una virtud

Tengo un corazón muy grande

Un sueño por cumplir

Celebrar un año nuevo en la opera de Viena

Alguien a quien admire

A los padres que luchan para sacar adelante a su familia y a la Madre Teresa de Calcuta

Si no fuera presidenta de Unicef que sería...

Locutora de radio porque me encanta hablar y me enrollo mucho

PEQUEÑA BIOGRAFÍA

Carmen Fano, nació en Bilbao en 1948. Lleva en Eivissa desde hace casi 45 años aunque antes vivió en Santander, Tarragona y La pobla del Segur, en Lleida.

Tiene tres hijos, dos hijas, Carmen y Olga, y un hijo, nacido en Tarragona, Toni. Además tiene un nieto que se llama Marc.

Entró en Unicef en 1993 y desde 1995 es la presidenta cuando sustituyó en el cargo a Eladio Merino.

LA PREGUNTA

-¿Es cierto que descubrió el secreto de los sombreros de Panamá?

-Sí, fue en la región de Cuenca, en Ecuador. Allí cuando se estaba construyendo el Canal de Panamá los ingenieros descubrieron unos sombreros elaborados con una tela muy fina pero que a la vez protegía muy bien del sol. Así que decidieron comprarlos a granel para todos los trabajadores del Canal y ahí comenzó su éxito. Así que para saber si un sombrero de Panamá es auténtico tienes que ver si en la etiqueta pone ‘Homero Ortega, hecho en Ecuador’, nada de Panamá.