Entre la indignación y la resignación, vecinos y comerciantes de Jesús afrontan la segunda fase de las obras de la travesía de Jesús que, desde el lunes, cortan de nuevo una parte del acceso al pueblo obligando a desviar el tráfico por las calles próximas.

«Estamos hasta el gorro», señaló ayer de forma expresiva Vicent Guasch, vecino de la zona. «Dicen que les van a dar una compensación a los comercios pero a los conductores, ¿quién nos paga el extra de gasolina por la vuelta que tenemos que dar?», dijo Guasch quien afirmó categóricamente que la carretera «estaba antes mejor que ahora»: «Las han dejado llenas de badenes y curvas, un desastre. Pero ¿qué vamos a hacer? Tendremos que aguantar».

Desiderio, otro vecino de Jesús, lamenta que las obras en la travesía se estén alargando tanto, tras el parón del verano, sobre todo por «las virguerías que tenemos que hacer para llegar hasta aquí».

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María no vive cerca de las obras pero pasa a diario por la zona y lamenta que los responsables políticos de estos trabajos «no saben planificar». Además, apunta los perjuicios que ocasionan a los comercios del pueblo. «Ahora viene mucha menos gente porque no se puede ni aparcar ni cruzar la calle», asegura.

Carmen, propietaria de un despacho de lotería, comenta a gritos, entre el ruido ensordecedor de la excavadora, que empieza a notarse una menor afluencia de personas. Critica que las últimas obras, que tenían que durar 45 días, se alargaron seis meses aunque confía en que los trabajos que han empezado ahora «se acaben más rápido y quede mejor».

Victoria, dueña de una tienda de animales, criticó la «difícil» accesibilidad que tiene ahora Jesús y también expresó su temor a que estas obras también se retrasen por algún hallazgo arqueológico.

«Es mucho tiempo de obras, así que, en esta ocasión, tiene que ir rápido y dejar unas carreteras en condiciones», indicó.