Antonio Linares ha vuelto a nacer. Este sevillano de 51 años afincado en la isla desde hace décadas reaccionó a tiempo a un envite del temporal para escapar de su furgoneta antes de que fuera engullida por el agua en el torrente de Buscastell. Perdió su vehículo, el móvil y la documentación, pero a cambio ganó una vida.

Antonio se dirigía al médico en su Ford Tourneo. Eran las 7,30 de la mañana, aún de noche, y al ver la salida de Sant Antoni anegada decidió desviarse por Buscastell. El camino estaba cortado pero avanzó por Cas Ramonet en dirección a la salida por Can Guillamó. Entonces le sobrevino una avalancha de agua que arrastró unos cientos de metros la furgoneta hasta quedar atrapada bajo un puente. «Pensó que había poca agua, pero el camino hacía una vaguada y en el momento que las ruedas conectaron con tanta agua comenzó a rodar más de 300 metros», relató su hermano mayor, Francisco Linares, desde el lugar del suceso.

El agua subía de nivel mientras los nervios se apoderaban de Antonio. Cuando apenas quedaba tiempo para que la furgoneta quedara totalmente sumergida reaccionó golpeando a patadas el cristal para conseguir escapar de un horrible desenlace. «Veía que se moría ahí; ha pegado dos patadas al cristal y ha salido nadando arrastrado por la corriente otros 300 o 400 metros», explica Francisco. Su hermano logró agarrarse a unas ramas y salir del torrente, convertido ayer en un rápido de aguas bravas. Horas después del incidente todavía no era capaz de hablar, atenazado por la angustia. Por eso Francisco relata su historia. «Ha salvado la vida. Ha sido un milagro, está perfectamente. Menos mal que iba solo en el coche, sin su mujer e hijos, porque el desenlace habría sido bien distinto», advirtió consternado su familiar.

Antonio caminó casi a tientas por el campo hasta que un coche le socorrió para volver a Sant Antoni y comenzar a olvidar lo que fue una auténtica pesadilla.