La Infanta mostró un gesto serio y apenas movió un músculo durante las ocho horas que duró la primera sesión.

El 11 de enero de 2016 en las webs de Al Jazeera o The New York Times, junto a las necrológicas de David Bowie aparecía el juicio del siglo en Mallorca. La imagen de la hija del rey Juan Carlos en el banquillo de los acusados compartía espacio con adiós de ‘el Duque Blanco’. 590 periodistas de 90 medios de medio mundo y 200 agentes de policía vigilaron la primera sesión del juicio del ‘caso Nóos’. Un año después, la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin, Diego Torres y el resto de acusados esperan sentencia; el fiscal Pedro Horrach ha anunciado que ejercerá la abogacía y la abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, está imputada.

La del once de enero fue una sesión aislada del juicio, señalada para las cuestiones previas. La batalla de la ‘doctrina Botín’. La defensa de la Infanta, la Fiscalía y la Abogacía del Estado defendían que Manos Limpias, como acusación popular, no podía llevar en solitario a juicio a la infanta Cristina. Tres semanas después, un auto del tribunal señaló que sí, lo que implicó que la hermana del Rey tuviera que estar sentada en el banquillo hasta el mes de junio, aunque, como todos los acusados, tuvo ‘vacaciones’:de marzo a las últimas sesiones se permitió a los encausados no asistir a las sesiones.

La primera sesión del juicio desató también la polémica en torno a la abogada del Estado, Dolores Ripoll, y sus frase sobre el ‘Hacienda somos todos’. Lo que pretendió ser una réplica al juez Castro que usó esa expresión en un auto y que ceñía esa frase a un slogan y no a un documento jurídico terminó tormenta. Desde ese momento, las partes midieron al máximo lo que decían en la sala de vistas, en la que cuatro cámaras captaban cada uno de sus movimientos. También fue el momento en el que se palpó que la relación entre Diego Torres e Iñaki Urdangarin había cambiado:una animada conversación entre ambos mostró que el enfrentamiento de la instrucción había quedado atrás.

La Infanta pasó la primera sesión con gesto de rabia. Sobre todo cuando fue captada por las cámaras que entraron en la sala. Al avanzar los días esa expresión cambió. Sesiones interminables juntos crearon una dinámica casi de compañeros de pupitre entre los acusados con dos como los más populares: Mercedes Coghen y Salvador Trinxet.

En 63 jornadas desfilaron 299 testigos de los 363 previstos. Ni las acusaciones ni las defensas renunciaron a nada. Una vista al ritmo de las facturas y los documentos presentados por la defensa de Diego Torres con Iñaki Urdangarin de comparsa. El exduque de Palma adaptó su discurso al de su antiguo socio: la Casa Real lo sabía todo y lo supervisaba todo. Los exfuncionarios de Zarzuela se empeñaron en negarlo cuando hasta la Infanta se subió a ese discurso.

Los únicos que esperan la sentencia con cierta tranquilidad son los acusados de la ‘trama balear’. Todos, salvo Jaume Matas, se conformaron con las penas solicitadas por la Fiscalía. El expresident reconoció por primera vez un delito, el de fraude, pero discute una condena de cinco años por malversación.