El reparto de los fondos del Impuesto del Turismo Sostenible 2016 ha sido uno de los asuntos más destacados de la semana en lo puramente político. Desde el pasado mes de julio, cuando entró en vigor la ecotasa, el Govern ha recaudado 30 millones de euros, de los que algo más de 5,7 irán a parar a Ibiza, lo que supone un 19% del total.

Como la institución autonómica había fijado la horquilla para Ibiza entre un 13 y un 16% la primera reacción tras conocer esta semana la noticia fue de satisfacción. Pero, como en todo, conviene leer la letra pequeña. De los 24 proyectos presentados por las distintas instituciones insulares únicamente se han aprobado dos y resulta que uno de ellos, el de mayor cuantía económica y a propuesta del propio Govern (3,9 millones para la conexión de la desaladora de Santa Eulària al anillo hidráulico), estaba comprometido desde hace meses por la Agencia Balear del Agua y la Calidad Ambiental (Abaqua).

Resulta extraño que el presidente del Consell Insular, Vicent Torres, no haya expresado su inquietud o malestar por lo que es a todas luces otra ‘jugada maestra’ perpetrada contra Ibiza desde Mallorca. ¿Fue acaso el Consell d’Eivissa la entidad que presentó la interconexión de las desaladoras como uno de los proyectos para que fuera objeto de financiación a través de la ecotasa? La respuesta, como deducen, es no.

La semana ha dejado otra ristra de noticias de relevancia para la isla y también en el ámbito nacional, como la detención de un joven de 24 años por vender drogas a adolescentes y, presuntamente, por intentar abusar de alguno de ellos.

También conocimos que una plaga de moscas ha obligado a cerrar durante varios días los quirófanos del Hospital Can Misses de Ibiza, un suceso inusual que pone de manifiesto la fragilidad de una megainfraestructura mal dotada tanto en recursos como en personal. Los servicios públicos, no sólo en la isla, dejan mucho que desear por falta de planificación, inversión y también por desidia.

En Ibiza pagamos los precios y los impuestos más elevados del país, pero los sueldos llevan congelados (si no han descendido) desde 2008, los recursos no llegan y bienes de primerísima necesidad como la vivienda resultan hoy un artículo de lujo. Y aquí no protesta ni Dios.