Quizás por el enclave o por lo que representa, es muy emocionante ir a Sant Francesc. Especialmente en su día grande que la fortuna quiso que en este 2017 cayera en domingo, y además, con un sol veraniego.

«Probablemente por su ubicación seguro, pero además, representa una dimensión que hemos perdido: la de un lugar pequeño y humilde. Cabe recordar que esta parroquia se creó porque había mucha gente trabajando la sal en la zona y precisaba de sus cultos religiosos. Por eso se edificó esta iglesia», analizaba un pensativo alcalde de Sant Josep, Josep Marí Ribas, en el día de Sant Francesc. Y proseguía en sus pensamientos considerando que, «son dimensiones que representan una Ibiza del pasado, antigua y de un carácter humano que seguramente, y por desgracia, se está perdiendo».

En definitiva, Sant Francesc es un lugar que respira historia, humanidad y gente que se ha sacrificado mucho para hacer un trabajo muy duro. «Probablemente esa esencia, esa energía es lo que te impregna al entrar en el templo y son las sensaciones que quedan cuando vienes a Sant Francesc». Y todo eso, en el día del pueblo, no puede hacer otra cosa más que multiplicarse.

Jornada festiva y soleada fue la que se vivió en este enclave con encanto de Ibiza. A las 12.00 horas comenzaba la misa oficiada por el obispo de la isla, Vicente Juan Segura, en una abarrotadísima iglesia donde muchos escucharon el sermón desde fuera.

Y como manda la tradición, tiempo hubo después para la procesión por la carretera de las Salinas, previo corte del tráfico y bajo la atenta mirada de los conductores parados que pudieron disfrutar del acto desde sus asientos privilegiados.

Tiempo después para el ball pagès que ofrecieron ocho parejas de la colla de Sant Jordi en el escenario, entre orelletes, flaons, mistela y refrescos varios.

Y desde la colla de Sant Jordi, la más pequeña, de 6 años, Carla y sus compañeros aseguraban que bailar en un día grande en Sant Francesc suponía «diversión pura». Paquita Torres, madre de alguno de los niños confesaba que los días previos al evento había algo de nervios en los niños, muchos ensayos y repaso de los pasos en casa, aunque ningún problema para dormir.

«Ha sido una misa muy bonita en la que se ha hablado de la vida del santo, de Sant Francesc, aunque desde fuera no se escuchaba muy bien. Es un día muy bonito, son las fiestas del pueblo y se nota que cada vez viene más gente porque cada vez hay más gente en la isla, supongo. Además también hay dulces y ball pagès. Es un día de alegría», comentaban Pepa Marí Tur y Maria Bonet Torres.

«La fiesta grande del pueblo es un día muy especial para nosotros, desde siempre, yo recuerdo que antes se celebraba más o menos igual que ahora. Es un día para compartir con la familia y vecinos y disfrutar del buen tiempo», compartía Margarita Torres.

Una jornada alegre en un enclave único, donde reinaron las tradiciones y en el aire de la plaza de la iglesia un debate se podía escuchar: ¿está bien lo de llevarse las orelletes a puñados en una bolsa para casa o, quizás, es un detalle que queda feo? Opiniones para todos los gustos y sabores.