Los vecinos de Dalt Vila se quejan de que, a las restricciones habituales al tráfico en la parte alta de la ciudad, las obras de peatonalización del centro han hecho prácticamente inexpugnable el barrio histórico para vehículos de cuatro ruedas. «Nos han encerrado como si fuéramos un gueto. Dalt Vila se ha convertido en un laberinto y, dentro de nada, vamos a necesitar alas para movernos de aquí», comenta una pareja de vecinos del barrio.

El mayor problema al que se enfrentan ahora es la cantidad de tiempo que emplean en llegar a sus casas desde Vila. El trayecto se ha alargado, especialmente si se accede por Ignasi Wallis, ya que tras el cambio de sentido del primer tramo de avenida, «lo que antes costaba diez minutos, ahora puedes tardar más de una hora».

La dificultad en los accesos hace que trabajadores que hacen reparaciones a domicilio se nieguen a subir a Dalt Vila. En este sentido, Jesús García ‘Traspas’, vecino y propietario de un conocido comercio junto a la plaza de la Catedral, lamenta además que repartidores de determinadas empresas de distribución pongan tantos impedimentos a la hora de llevar algún paquete a su negocio: «No es mi problema que vengan con camiones y que las calles sean estrechas. Para algunos, Dalt Vila es ‘el coco’», señala.

‘Traspas’ comenta que, tras la peatonalización del centro y la ubicación de la barrera en Comte de Rosselló, ahora se ve obligado a entrar siempre por la avenida de Santa Eulària, especialmente tras el inicio de la temporada turística. «Nunca habíamos visto las carreteras tan llenas a estas alturas del año», asegura.

La portavoz del PP de Vila, Virginia Marí, critica que la ciudad esté «colapsada» tras las obras y propone que la entrada a la Marina se haga por la calle sa Creu y la salida por la calle de las Farmacias para separar el acceso a este barrio del de Dalt Vila. «El embudo se forma en la última barrera», apunta.

Marí también traslada el «enfado» de los vecinos del casco histórico por no tener aparcamiento. «Hay muchos que ni bajan al centro porque tienen miedo de no poder aparcar», señala.