Calles semidesiertas, comercios vacíos y caras largas entre los dueños y empleados de las tiendas. Este es el paisaje que cada mañana se encuentra la Marina de Vila, cuyo origen es, según apuntan los comerciantes de este barrio, la dificultad para acceder con coche, la falta de aparcamiento en el centro de la ciudad y el actual modelo turístico de la isla.

José Luis Cardona, propietario de la Joyería Cardona, apunta a la barrera que impide el acceso a la Marina a todo aquel que no sea residente excepto en horario de carga y descarga como el principal motivo de la caída de las ventas. «La barrera nos ha convertido en un gueto», asegura. Cuando esta barrera no existía, señala, había mucha gente de la isla que acudía a comprar a los comercios porque podían acceder con sus coches. «Aunque los dejaban mal aparcados, entraban y compraban. Pero ahora toda esa gente ya no viene», explica.

Además, el estricto horario de entrada para los repartidores, de 7 a 11 horas y de 16 a 18 horas de lunes a sábado, causa también bastantes problemas a las tiendas, que abren normalmente a media mañana.

Cardona señala también la idiosincrasia del comercio del barrio, que abre solo seis meses al año y que, para obtener un margen de beneficios, no puede poner rebajas. «Así no te salvas ni queriendo porque sin rebajas viene todavía menos gente», señala. De hecho, todos lamentan que la zona de compras se concentre en estos momentos en la avenida Bartomeu de Roselló donde están las grandes franquicias.

Con este panorama, no solo ven muy difícil que las tiendas puedan abrir durante todo el año tal y como pretende el Ayuntamiento de Eivissa, sino que creen que el comercio en la Marina se verá gravemente perjudicado: «Están dejando de lado el puerto y al final solo van a quedar cuatro tiendas», afirma Paola, dependienta de la tienda Egoísta que cuenta cómo, en unos años, ha pasado de hacer una caja de 2.000 euros en una mañana a mucho menos de la mitad, mientras enseña fotografías del pasado fin de semana que muestran unas calles totalmente desiertas al comienzo del mes de julio.

Las paradas del Mercat Vell también se resienten de la falta de clientela. A pesar de que algunos tienen clientes fijos, aseguran que cada vez hay menos gente paseando. «No parece que estemos en julio. Me estoy yendo más temprano. A las 12 recojo porque ya no hay nadie», señala la dueña de una parada.

«No recuerdo otro año tan parado», apunta Celia, empleada de La Sirena, que califica de «horroroso» el inicio de la actual temporada turística. Según explica, por las mañanas hay muy poca gente en el barrio. La mayor afluencia se registra por la tarde cuando abren los bares pero se trata de extranjeros que van a tomar copas que tampoco suelen comprar nada en las tiendas. «En primera línea del puerto hay mucha gente pero la calle de las Farmacias se ha quedado olvidada», dice.

Chema, dependiente de Onna Ibiza, lamenta el descenso de las ventas que se lleva produciendo en la última década y que afecta también a los empleados que trabajan a comisión y que ahora cobran prácticamente el sueldo base. La caída en picado de las ventas, de alrededor de un 30 por ciento, hace que, en su establecimiento, hayan pasado de cuatro a dos empleados y se vean obligados a cerrar mucho antes. «Ahora estamos cerrando a las doce de la noche aburridos de no vender. Antes me iba a las 4 de la madrugada y me veía obligado a echar a la gente de la tienda», asegura.

El indignado empleado de esta tienda va más allá y argumenta que el problema es que la isla se ha especializado en «un turismo equivocado»: «El turismo de dinero se va ahora a playa d’en Bossa y esto va a provocar el cierre del puerto y la Marina».

Según señala, el dinero en la Marina no lo dejan los multimillonarios sino la gente de clase media que normalmente compraban ropa y regalos en las numerosas tiendas del barrio. «¿Hacen falta realmente tantos hoteles de cinco estrellas? En mi opinión, deberían centrarse en el turismo que realmente deja dinero», argumenta.

EL DETALLE

Dudas sobre los beneficios de los cruceros en los comercios

Algunos comerciantes del barrio de la Marina expresan sus dudas sobres los supuestos beneficios económicos de la llegada de grandes cruceros al puerto de Ibiza.

Los propietarios de las tiendas de ropa creen que no son la panacea para el comercio de este barrio. «La mayoría pasean y solo se compran un imán», aseguran.

Además, aseguran que, una vez atracan en el puerto, decenas de autobuses se encargan de desplazar a los cruceristas en excursiones a diferentes partes de la isla y solo un pequeño porcentaje opta por hacer una ruta por la Marina. «Hoy ha atracado en el puerto un crucero de 300 metros. ¿Ves a alguien por la calle? Hay 50 autobuses en es Botafoc esperándoles y se los llevan a otra parte», lamenta el empleado de una tienda de ropa.