Humo, cenizas, troncos quemados y mucho calor. Eran los elementos que formaban parte del paisaje que se percibía al adentrarse dentro del perímetro del segundo incendio de Cala Saona, una zona devastada donde aún el fuego amenazaba con resurgir con la ayuda de un viento que se iba tornando amenazador conforme avanzaba la jornada. En contra de las llamas, numerosos efectivos de la UME y los integrantes del cuerpo local de bomberos, que armados de ramales de mangueras, hachas, sierras mecánicas y demás herramientas se encargaban de enfriar y controlar los pequeños conatos de traidoras llamas que podían aparecer bajo algún rastrojo todavía a medio consumir o en la base de grandes pinos, donde las raíces se consumen por días enteros dejando huérfano un tronco que amenazará al poco con derribarse.

Desde la noche anterior, a eso de las 23:30 horas, se había dado por controlado el incendio, tres horas antes se había asegurado el perímetro, que los medios aéreos se habían encargado de rociar con líquido retardante para evitar el avance del fuego. Un líquido rojo, escandaloso, casi sangrante que, como mal infinitamente menor, manchó paredes y tejados de algunas casas que quedaron a pocos metros de la inmensa mancha negra. Era el caso de la vivienda de Matilde, que vivió en primera persona el inicio del incendio. «Salimos de casa, escuchamos una avioneta y ya vimos mucho humo, así que cogimos los perros, el coche y salimos camino hacia Punta Rasa, porque por el otro lado ya se estaba quemando todo». Como otros tantos vecinos, Matilde pasó las horas siguientes en el bar Es Cap hasta que los servicios de extinción dieron permiso para volver a las casas sin peligro. A Elke el fuego la pilló fuera de casa, en el trabajo: «Tenía varias llamadas de mi marido en el móvil, pero aquí en casa la cobertura no es buena y no podía contactar con él. Finalmente me llamó la policía local para decirme que estaba bien y que pedía que fuera a casa», relató. Fueron los mismos agentes de la policía los que la acompañaron a casa, cerca de la carretera y cerca, también, de donde habían parado las llamas.

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Aún y así, ni Elke ni su marido pudieron dormir tranquilos, ya que el viento arrastraba pequeñas ascuas que prendían en su propiedad, y ya de madrugada tuvieron que sofocar un conato de fuego en un pino a pocos metros de su vivienda. Dos incendios en un mes y medio son muchos incendios. «Estamos con miedo» comentaba Elke, «si miras las sabinas, ves que por debajo están marrones, está todo seco seco. Estamos empezando el verano y hay mucha sequía y viento, estoy preocupada». Carlos, jardinero de una de las casas afectadas se lamentaba de los daños sufridos, «por suerte, las llamas no llegaron a la casa, pero se han quemado dos motos y una lavadora además de un cobertizo que usábamos de almacén».

Causas por determinar

En cuanto a las causas del incendio, estas están aún por determinar. De momento, los agentes del Seprona habían delimitado ayer una zona cercana al campo de placas solares donde se hallaría la zona de ignición inicial. Matilde apuntó que su hijo había visto gente acampada por la zona días atrás, <<había visto mochileros con sacos de dormir y demás. Me imagino que si duermen por el bosque podría ser que hayan provocado el fuego ellos mismos>>.

De momento, desde el Consell se reclama cautela al respecto y se está a la espera que los agentes del Seprona y de Medi Ambient desplazados a la zona realicen sus pesquisas y den a conocer las causas del fuego en unos días.