El tráfico de pasajeros y la huelga del personal de seguridad provocaron colas en el control. También hubo esperas en los mostradores de facturación. | Arguiñe Escandón

Un total de 421 vuelos aterrizaron o despegaron ayer en las pistas del aeropuerto de es Codolar con 58.903 pasajeros a bordo, una cifra superior a todos los habitantes del municipio de Vila. Un intenso tráfico que se resume en 17 vuelos y más de 2.400 pasajeros a la hora que hicieron el día de ayer en el más intenso de lo que llevamos de año.
No obstante, la actividad en el aeropuerto se desarrolló con normalidad a pesar de las colas que ayer, a diferencia del viernes, primer día huelga de los trabajadores de seguridad, sí que se formaron en algunos momentos del día en el embarque. De hecho, el personal de información de Aena desviaba a los pasajeros que se dirigían al primer piso de la terminal a subir por la escalera más alejada de la puerta de embarque para evitar las largas colas de gente que se llegaron a formar en determinados momentos del día.
Mientras tanto, detrás de los mostradores de facturación del aeropuerto, en la primera planta, los pasajeros del vuelo que debía salir hacia Viena a las 14.05 horas recibían la noticia de que había sido cancelado y, mientras algunos pedían información a una apurada trabajadora de Aena, otros esperaban alguna alternativa sentados en el suelo o sobre sus maletas.
A la cancelación de este vuelo se sumó ayer la anulación del que tenía como destino el aeropuerto de Basel, aparte de numerosos retrasos que afectaron a ciudades como Ginebra, París Bolonia, Milán y, especialmente, a Hannover, que acumulaba 24 horas de demora.
En un día de intensa actividad como el de ayer, uno de los sectores que se ven más afectados por las incidencias en los vuelos es el servicio de hadling, los trabajadores que reciben a los pasajeros en la puerta de embarque y que tienen que dar la cara cuando el avión se retrasa, especialmente ante aquellos que pierden su conexión con otro vuelo por culpa del retraso. Yolanda, trabajadora de este área, comentaba las diferencias entre los turistas que llegan y los que se van de la isla: «La gente cuando llega viene contenta pero muchos cuando se van lo hacen enfadados». Sin embargo, su compañera Camila se mostraba encantada por trabajar el día con mayor actividad del año. «Prefiero esta adrenalina que estar aburrida», señalaba mientras otra compañera aseguraba «no dar abasto» sin parar de caminar hacia su puesto de trabajo.
Marc, agente de pasaje, solo lleva tres semanas trabajando en es Codolar y, aunque los sábados son generalmente fuertes, contaba que la mayor intensidad de tráfico se produce entre las 10 y las 13 horas, aunque siempre, en oleadas, dependiendo «de si se juntan muchos vuelos».
La huelga del personal de seguridad provocó que algunas compañías aéreas remitieran un correo electrónico a sus clientes para advertirles de que debían llegar con mayor antelación a la terminal ibicenca. Adolfo e Irene, unos turistas de León que regresaban a casa después de unos días de vacaciones, fueron avisados por su compañía para que llegaran dos horas y media antes. Irene consideró «caótico» el funcionamiento del aeropuerto, especialmente por la espera que habían tenido que hacer en facturación.
Paradójicamente, los menos beneficiados por esta avalancha de pasajeros fueron las tiendas del aeropuerto, cuyos empleados veían pasar la gente por delante de sus puertas aunque pocos se animaban a entrar. «Después de tardar tanto tiempo en pasar el control de acceso, la gente se va corriendo porque pierde el vuelo y no tiene tiempo a pararse», explicaba Andrea, la resignada dependienta de una tienda de moda. «Para nosotros es mal negocio que haya tanto vuelo», concluyó.