Preservar nuestra esencia.

El tema de esta semana se me ocurrió al darme cuenta de que en estos días se inicia el pistoletazo de salida de nuestras Festes de la Terra. Vila, y después, el barrio de Ses Figueretes (el barrió en el que me crie y viví por muchos años), se visten de gala para celebrar sus fiestas más importantes: las fiestas patronales.Estas fiestas son un motivo más que suficiente para recuperar y revivir nuestras costumbres y tradiciones, y para estar orgullosos y cuidar de nuestra cultura y nuestras raíces.

Y, aunque Eivissa y Formentera, desde tiempos inmemoriales, han recibido influencias de muy diversas civilizaciones y culturas que las han enriquecido y las han hecho progresar y crecer, hay algo que siempre permanece y que convierte a nuestras islas en el lugar único, genuino y especial que son. Algo esencial y propio que no existe en ningún otro lugar del mundo, que es lo que atrae, desde la segunda mitad del siglo pasado, a visitantes de todos los rincones del planeta, y que, por ello, debemos cuidar y preservar como el gran tesoro que es. Ese algo es nuestra esencia, el valioso legado de nuestros ancestros que nos distingue.

El crecimiento del turismo internacional y la globalización, han traído muchas cosas positivas a nuestras islas. Nos aportan enriquecimiento económico y cultural, nuevas oportunidades y posibilidades, interacción entre las personas, avances tecnológicos, etc. Todos vivimos de ello y podemos sentirnos muy agradecidos.

Pero, desgraciadamente, también pueden traernos importantes desventajas: pérdida de nuestra identidad cultural, degradación de nuestro territorio y nuestros espacios y recursos naturales, detrimento de nuestro comercio local, de nuestro idioma, de nuestras tradiciones…

Es decir, que es necesario un equilibrio, para que no lleguemos a perder eso tan valioso que nos distingue y nos hace únicos (y que, al final, no lo olvidemos, es lo que atrae y enamora a nuestros visitantes).

De la misma manera, ocurre con las personas. A pesar de todas las influencias externas que podamos recibir, a pesar de todo lo que nos ocurra y de lo que podamos vivir en cada etapa de nuestra vida, hay algo, en cada uno de nosotros, esa manera de ser particular y propia, que condiciona nuestro comportamiento, nuestra actitud, nuestras reacciones, nuestras emociones, que nos hace únicos, especiales y diferentes a cualquier otra persona del planeta.

Y esa esencia propia tiene que ver con nuestra forma de ver la vida, con nuestros deseos, con nuestros sueños, con nuestros proyectos y objetivos. Tiene que ver con cómo afrontamos cada obstáculo y cada reto de nuestra vida y, en definitiva, con cómo vivimos cada día.

Y eso que nos hace únicos es lo que atrae a las personas que tenemos cerca, que nos reconocen y nos valoran por cómo somos y por cómo son ellos y cómo se sienten, al estar a nuestro lado.

Pero, si nos dejamos arrastrar por lo que nos viene de fuera, por los demás, por esas modas externas que todo lo invaden y que son "lo que toca" y "lo que se lleva" en cada momento, y nos olvidamos de nuestro propio estilo único y de lo que nos dicta nuestra particular forma de ser y de ver la vida, corremos el riesgo de perder nuestra esencia y de terminar no sabiendo quiénes somos, ni qué queremos, ni hacia dónde queremos avanzar. Y eso puede causar mucha infelicidad y mucho sufrimiento.

Al final, muchas personas, por no ir en contra de los suyos, por no ser diferentes, por no decepcionar a nadie, por hacer lo que se espera de ellas, o por no sentirse perjudicadas (en definitiva, por miedo), no se atreven a SER quienes realmente son. Se ocultan y sufren en silencio y, en lugar de vivir la vida que realmente quieren, se limitan a sobrevivir para los demás y en contra de sí mismos, malgastando su tiempo y su vida, siendo quienes en realidad no son.

Incluso, mucho más grave, hay personas que, ni siquiera saben quiénes son y lo que quieren, porque están tan preocupadas por contentar a los demás, que se han olvidado de sí mismas y no saben lo que sienten, desean, o necesitan en realidad.

De nuevo, hace falta un equilibrio, para que haya un intercambio sano y enriquecedor entre lo que somos y lo que nos viene de fuera. Y para ello, hace falta "darse cuenta": de quiénes somos, de qué queremos, de hacia dónde queremos ir.

En definitiva, hace falta escuchar nuestra sabia voz interior y conectar con nuestra propia identidad. Y, entonces, con ese conocimiento, podremos decidir con plena conciencia, qué aceptamos y qué no, de todo lo que nos viene de fuera. Y podremos preservar lo más valioso que tenemos, eso que nos hace únicos y especiales: nuestra propia esencia.