Imagen del quad de Ángel Nieto con el que tuvo el accidente mortal. | Paco S. Pérez

Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, como suele decirse. Y tras un golpe como la muerte del campeonísimo Ángel Nieto, precedida del atropello brutal al ciclista Daniel Viñals por un conductor que no estaba en condiciones de conducir -y era reincidente-, y de muchos otros casos similares que se suceden en las carreteras de Ibiza con una frecuencia pasmosa, caemos en la cuenta de que los arrollados por otro vehículo podríamos ser cualquiera de nosotros o de un familiar o ser querido. Y nos preguntamos, ¿cómo es posible que cada mañana nos desayunemos con noticias de atropellos, colisiones, salidas de la vía y vuelcos? Es cierto que tenemos más visitantes que ningún verano antes y que es de suponer que hay más coches de alquiler que nunca (aunque no tenemos datos de ello, lo cual es toda una anomalía que resulta muy reveladora), pero también es muy cierto que la vigilancia en las carreteras es más bien escasa, por decirlo suavemente. Las patrullas de motoristas de la Guardia Civil de Tráfico son pocas y en estas condiciones prolifera la ley de la selva, como cualquiera puede ver. De ahí que haya tantos individuos borrachos y/o drogados conduciendo, que acaban causando un accidente. La actuación de la Policía Local y de la Guardia Civil de Tráfico suele ser reactiva, no preventiva. Y eso no debiera ser así.

Puede parecer una anécdota sin importancia, pero no lo es en absoluto. El fatídico día del accidente de Ángel Nieto, tras conocerse el siniestro y su gravedad, la Guardia Civil de Tráfico pidió a la Policía Local de Santa Eulària que su equipo de atestados acudiese al lugar y se hiciese cargo de forma inicial de la investigación y de la recogida de datos sobre el terreno, porque ellos no tenían ningún equipo disponible para acudir de forma inmediata. Estaban en los juzgados de Ibiza declarando sobre el accidente de Dani Viñals. Así andamos.

Si no se hace un esfuerzo importante para reforzar la plantilla del Destacamento de Tráfico de la Guardia Civil, la accidentalidad no se reducirá porque la disciplina vial en las carreteras de la isla brilla por su ausencia. Y solo la acción sancionadora ante las infracciones que se observen y los controles preventivos de detección de alcohol y drogas, podrán reconducir la situación. La posibilidad que una pareja de Tráfico o incluso la Policía Local pare a un conductor que comete una infracción o para hacerle un test de drogas es muy remota. Y dado que eso lo sabe todo el mundo, incluso los turistas, pues cada cual hace lo que quiere y ahí están las consecuencias.

• Turismofobia.

Por ahora parece que en las Pitiusas la turismofobia está contenida y no llega al nivel de los actos intolerables e injustificables que se observan en otros lugares. Aquí nos quedamos en las naturales protestas por los inconvenientes que todos los residentes sufren ante la masiva afluencia de visitantes y a los excesos que algunos protagonizan por pura codicia. Nada que decir al respecto. Algo influirá que en las Pitiusas no haya asamblea de Arran, antes conocidos como Maulets, las juventudes independentistas a las que a veces se les va la mano y la pinza. Por esa parte podemos estar tranquilos. Pero está claro que nunca como ahora el turismo había tenido un rechazo social tan evidente y que algunos exteriorizan de forma tan frívola e irresponsable.

• Decrecimiento.

Las plazas turísticas legales que hay ahora mismo en Ibiza son 109.800. A juicio del Consell son demasiadas y conviene trabajar para reducirlas. Vamos, el decrecimiento turístico famoso que algunos demandan con insistencia. Créanme que el problema no está en las legales, sino en las ilegales, de imposible cuantificación pero que son las responsables de que todo esté desbordado. Ahora que ya se ha aprobado la ley que regulará el alquiler turístico, los partidos de izquierdas que tienen responsabilidades de gobierno tanto en el Consell como en el Govern tienen menos de dos años para que la ciudadanía perciba cambios, cosa que no será sencilla. El tiempo juega en su contra, pero el tiempo de los discursos se ha terminado. La gente quiere hechos y quiere soluciones.